Las etapas del proceso de escritura son cuatro: la planificación, la redacción, la revisión y la edición. Todas ellas son igual de importantes, y por eso, le dedicaremos a cada una su entrada. Hoy le prestaremos atención a la primera de ellas: la planificación.
Una vez acabada mi sesión diaria de
escritura, me gusta darle vueltas al texto que acabo de producir, algo que considero
esencial por dos motivos: el primero, porque te ayuda a encontrar posibles fallos argumentales, de continuidad o de cualquier
otro tipo. Y el segundo, porque de ese modo, consigo conectar mejor con lo que
escribiré en mi siguiente sentada.
De ahí que mi consejo sea que cuando dejes
de escribir, lo hagas siempre en un punto que os permita continuar haciéndolo
de manera fácil en vuestra próxima sesión. A todos nos gusta acabar nuestras
escenas, combates y diálogos con un punto y final. Claro, a mí también es lo
que más me satisface, pero siempre hay que dejarse algo que contar en el
tintero, porque no tendrás que empezar en frío al día siguiente. En este punto
se me ocurre una analogía con el mundo de las máquinas. Un motor a ralentí
siempre funciona mejor que cuando arranca en frío y tiene que poner en marcha
todos sus componentes. Pues lo mismo pasa con tu cerebro.
Esta recomendación va ligada con otra que
os doy a continuación. Y es que siempre que acabes un episodio, no te des por
satisfecho y trata de comenzar el siguiente. Deja sembrada alguna idea, un
comienzo, aunque sea de ciento cincuenta o doscientas palabras, un número
testimonial que te permita conectar con la historia de una manera más sutil
cuando vuelvas manos a la obra con tu relato.
Estas dos sugerencias nos dan una idea de la
importancia de planificar nuestras sesiones de escritura. Porque así, si
dispones de poco tiempo, como es mi caso, lo optimizarás al máximo. Del mismo
modo que el domingo por la tarde, te planificas la semana para no quedarte el
miércoles con la nevera vacía, es fundamental que te plantees tu semana de
escritura para ser más productivo. Ahora si crees que puedes conseguir mejores
resultados sin programarla, adelante, pero no
después no digas que no te lo advertí, porque tarde o temprano te tropezarás de
bruces con el temido síndrome del estancamiento creativo o el de la
página en blanco.
Te recomiendo que uses el método que mejor
te funcione. Yo aprovecho los momentos de tranquilidad, como cuando salgo a
correr o voy a caminar para tratar de sacarles partido a esas ideas latentes
que me rondan la cabeza y que puedan servirme para construir una historia. Cuando
llego a casa, las anoto en mi libreta de escritor para que no se me olvide
nada. A medida que pasan los días, voy acondicionándola e introduciendo las
tramas que se me ocurren (relaciones entre personajes, encuentros, nuevos
conflictos, etcétera) y cuando ya me arde dentro (no dejo que pase mucho
tiempo), me siento y comienzo a escribirla.
Mi proceso creativo comienza con una idea,
a la que voy dándole vueltas y vueltas hasta que forma una madeja de
pensamientos. Es entonces, cuando por gracia divina (que no lo es), llega un
momento en el que se me representa en la mente la que será la introducción de
mi historia. Y es entonces cuando me doy cuenta de que sí era posible
conectarlas. A partir de ahí, solo me queda ir tirando del hilo. Esa escena se
conecta con otra y con otra, creando una cadena de eslabones que componen el
nudo del relato que quiero contar y que más tarde me llevará a su desenlace.
Pero el resultado no viene de la nada,
sino de una preparación previa. Al igual que los dibujantes realizan un esbozo
de su próximo dibujo antes de agarrar el pincel, los deportistas planean sus
entrenamientos, los entrenadores diseñan la estrategia de los partidos, tú también
tienes que planificar tu sesión de escritura para garantizarte el éxito. Ten en
cuenta que eso te proporcionará unos cimientos sólidos en los que se sustente
tu historia y que harán que sea más difícil que se venga abajo ante cualquier
vicisitud.
Otra cosa que os ayudará a producir más y
mejor es visualizar las escenas. Si me hubieses visto proyectar algunas de las
escenas de acción de "Proyecto
Unicornia" (puedes adquirirla pinchando en el siguiente enlace), estoy seguro que o bien te habrías partido de risa o me
habrías tomado por loco, porque mientras escribía, me ponía en pie, hacía un
giro en el aire, golpeaba a mi rival con mi espada imaginaria, bloqueaba su
posterior ataque y le asestaba un puñetazo que lo tiraba al suelo. Todo eso en
cuatro metros cuadrados. Y si la pregunta que te ronda la cabeza en estos
momentos es si me grabé: No, no lo hice. Preferí asegurarme de que no quedasen pruebas
gráficas de tan bochornosa interpretación, pero que tanto me ayudo a proyectar
en mi mente lo que quería plasmar sobre el papel.
Y tras este breve inciso, sigamos con el
tema de la planificación. Te recomiendo que te crees un escueto mapa conceptual
de la trama en forma de árbol en el que de la idea principal (tronco) y que de
él surjan los escenarios, los personajes protagonistas, los secundarios y los
acontecimientos más importantes que van a marcar el devenir de la historia. Si
la historia es muy larga, crea otro para cada capítulo, escena, y no
desesperes. Durante el proceso, ve anotando todo lo que se te ocurra. Ya
tendrás tiempo a medida que escribas de hacer una criba de detalles.
Otro factor importante a la hora de
planificar es tener pensado un buen final, eso siempre ayuda porque te marca el
punto en el horizonte al que debes dirigirte, marcándote una ruta, y eso siempre
ayuda a que la historia fluya con una mayor naturalidad. Muchos de mis relatos
también surgen de un buen final que me sirve como acicate para ir avanzando en
mi narración hasta el punto en el que se produce el desenlace. ¿Quién
te dice que esa misma escena conclusiva no podría servirte de guía en algún momento
de oscuridad creativa? No obstante, tener el término de vuestro relato pensado
de antemano, no es algo que deba obsesionarte. Muchos autores escriben sobre la
marcha, por impulsos, llevado por una intuición difícil de explicar, parten de
una idea original a la que van dando forma hasta que tienen una historia
consistente. Y ese método les funciona a la perfección hasta que llega el
momento en el que se les ocurre el desenlace más adecuado para su protagonista.
Para terminar, darte un último consejo.
Antes de sentarte a redactar, documéntate. Aprovecha el momento de planificar para
resolver todas aquellas dudas que podrían asaltarte mientras llevas a cabo el
proceso de redacción. Eso te ayudará a no tener que estar poniéndole freno a tu
desarrollo creativo cada dos por tres para abrir el buscador e informarte sobre
ciertos temas que no tienes claros. Disipad tus dudas antes de pasar a la fase
de redacción y dedica ese espacio solo a escribir. Te garantizo que los
resultados serán mucho más óptimos de ese modo.
Y recuerda, que aunque vaciles, sientas
que las ideas te han abandonado, que no sirves para la escritura, o que lo
último que has escrito es una auténtica basura, no debes claudicar. Es posible
que estés cansado o viviendo un momento de bajón creativo. Mi consejo es que te
alejes de los libros, dejes que tu mente se relaje, disfrutes del mundo que te
rodea, de tu gente, de la vida, y transcurrido un tiempo prudencial, tomes una
decisión.
A mí también se me han pasado por la
cabeza dejarlo cuando me he sentido frustrado porque mi relato no fuera elegido
para formar parte de una antología, no quedar entre los finalistas de un
certamen, o simplemente tener que rehacer mi relato porque no llegaba al lector
como debía. Y tras un breve tiempo de retiro, volví a retomar esta pasión, porque
sentía que aún me quedaban muchas historias por contar. Y estaba seguro de que
las que estaban por venir, serían mejor que las anteriores.
Y con esta última reflexión, te dejo por
hoy. Espero que te haya gustado esta entrada y volver a verte por aquí la
semana que viene, en la que seguiremos con la siguiente fase del proceso de
escritura: la redacción.
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