Antes de sentarnos frente a nuestro ordenador, debemos tener en cuenta que escribir es una tarea que requiere de plena concentración. Si bien es cierto que hay personas que son capaces de hacerlo en la cafetería, en el metro o cualquier otro lugar sin importarles que haya movimiento y ruido de fondo, la mayoría de nosotros necesitamos tranquilidad y silencio.
En mi caso, debe ser así, aunque suelo ponerme música tranquila como sonido ambiente (más adelante os dejaré un listado de mis favoritas). A mí eso me ayuda a sumergirme mejor en el proceso de creación.
A la hora de planificar una sesión de
escritura, la primera cuestión a tener en cuenta es el tiempo del que
disponemos. Os recomendaría que sea tiempo
de calidad. Yo prefiero acostarme pronto para poder levantarme temprano. A
las seis de la mañana, todos duermen, nadie abre la puerta, no llaman por
teléfono ni tampoco llega ningún mensaje, aparte de que en mi caso, estoy más
despejado.
De dónde sacar ese tiempo de calidad y
cuánto es depende de las circunstancias personales de cada uno, pero si quieres
hacerlo, seguro que encontrarás la manera. Yo trato de escribir cuando puedo
(casi a diario) y de aprovechar los ratos en los que hago deporte para escuchar
podcast, música o conectar ideas en mi cabeza. Si se me ocurre algo
interesante, tomo nota en el móvil y cuando llego a casa lo anoto en mi
libreta.
Escribir a la misma hora también podría
ayudaros a la hora de producir mejor. Crear una rutina con unos horarios
preestablecidos te ayudará a que tu cerebro se habitúe a unas pautas que harán
que tu producción mejore. El hecho de ser metódico me ha ayudado a conseguir
metas que en el pasado ni habría imaginado. Los hábitos aportan confianza y
constancia y, de ahí que sean fundamentales a la hora de conseguir tus
propósitos.
Otro detalle a tener en cuenta es ponerse un objetivo. Una buena manera
de producir más a la hora de escribir es marcándose un número de palabras
mínimo a la semana. Eso sí, cuando lo hagáis, sed consecuentes con el rodaje
que tenéis, así como con el tiempo con el que contáis. No es lo mismo, una
persona que lleva escribiendo durante un año y que dispone de dos horas diarias
de lunes a domingo, que otra que comenzó la semana pasada y cuenta tan solo con
cuarenta y cinco minutos. Yo, por ejemplo, me impongo el desafío de escribir
quinientas palabras cada mañana, quizá no parezcan muchas a bote pronto, pero
de antemano sé que si cumplo con las expectativas, acabaré el mes con unas
quince mil, lo que viene a ser cuarenta y cinco mil en doce semanas, es decir,
lo que vendría a ser una novela corta. Eso sí, hablamos de un borrador, a lo
que habrá que sumar las posteriores correcciones pertinentes.
Otro hábito fundamental a la hora de
mejorar en tu escritura sería el de la
lectura. Y ahora vendría la pregunta estrella: ¿qué tipo de obras me
recomiendas? Cualquiera. Hoy en día es fácil tener acceso a un libro de
cualquier temática gratis. Tan solo tienes que sacarte el carnet de la
biblioteca, ya hasta existe el préstamo digital por comunidades a través de una
aplicación, al menos en España.
Obviamente lo mejor sería que te
cultivases en el género al que te dedicas. En ese aspecto, yo soy bastante
ecléctico tanto en gustos como a la hora de escribir. Cierto es que prefiero la
novela negra, los thrillers, el suspense y ese tipo de temáticas, aunque
prefiero escribir las historias que más me seducen independientemente de la
temática y su potencial longitud. Es lo bueno que tiene que la escritura sea
una afición para mí, que no tengo que verme obligado a escribir sobre un tema
en concreto por obligación.
Algunos aún alegan que mientras escriben
no leen porque no quieren contaminarse de ideas de otros. Yo soy de los que
pensaba lo mismo, pero con el tiempo me di cuenta de que el hecho de que
estuviese escribiendo una novela de ciencia ficción, no era excusa para no
leerme un ensayo que me ayudase a mejorar mi escritura, por ejemplo. Lo
importante es leer, aunque sea la etiqueta del champú, como se suele decir, y
que cuando lo hagas, te pongas las gafas de escritor, ¿qué quiero decir con
esto? Pues que al igual que desde que escribes te fijas más en los detalles que
te rodean, y que antes te parecían nimios, justamente para poder narrarlos
mejor en tus historias, a la hora de leer un libro debes reparar en cuestiones
que antes no parecían tener importancia, como pueden ser la colocación de los
guiones, las sangrías, las tildes, y otros elementos que van a ser la clave de
tu futuro éxito a la hora de describir y recrear diálogos para que sean lo más
orgánicos y verosímiles posibles.
Además de los beneficios de la
lectura para tu cerebro y su funcionamiento, te ayudará a adquirir vocabulario
y mejorar la gramática. Aprenderás casi por osmosis el modo en el que debes
narrar ciertas escenas, y en el caso de que aparezca alguna que te interese,
solo tendrás que enfocar tu atención en ella para sacarle el máximo partido a
tu experiencia.
Y para acabar por hoy, mi última recomendación
es que mientras escribas, te olvides de
las redes sociales y del móvil. Es suficiente con tener abierto el
diccionario, la página de sinónimos y vuestro procesador de texto. Es tu
ratito, disfrútalo. ¡Y no te pongas trampas! Sé que es fácil procrastinar (me
encanta esta palabra, aunque no tanto su significado), pero no puedes caer en
la tentación de aplazar nuestras tareas para llevar a cabo otras más
agradables, pero irrelevantes, simplemente por
pereza.
¿Te imagináis jugando un partido de fútbol
y el delantero del equipo contrario fuese al banquillo cada cinco minutos para
ver si lo han llamado y tuviera que pararse el partido cada vez que lo hace? ¿O
que fueses a nadar y vieras al del carril de al lado salirse del agua cada dos
largos para comprobar si le ha llegado algún mensaje para después volverse a
introducir en la piscina? Yo no lo veo, y por eso cuando me siento a escribir,
intento estar con los cinco sentidos en la pantalla del ordenador.
¿Qué te han parecido estos consejos? En la
próxima entrada os hablaré de la inspiración, si realmente existe, o es un fraude sobrevalorado.
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