martes, abril 13, 2021

ESCRITURA CREATIVA: Hablando de la redacción

¿Os imagináis sentados en el escritorio ante una página en blanco sin saber sobre qué escribir?

Para evitar que ocurra eso, lo mejor es llevar a cabo una buena planificación del texto antes de sentarte a escribir. A priori, podría parecer una pérdida de tiempo, pero no lo es. De hecho, te ayudará a optimizarlo.
Una vez salvado el escollo de tener que pararte a pensar lo que quieres contar, tan solo tendrás que preocuparte de cómo lo harás. Pero antes ponte cómodo (no demasiado), prepárate para lo que vas a hacer y no dejes lugar para las interrupciones. Algunas tan triviales como levantarte a por un vaso de agua, comprobar si te ha llegado algún correo electrónico o ver a qué hora juega tu equipo este sábado. Todo lo que pueda anticiparse o aplazarse durante el período que vas a escribir, déjalo solventado antes de sentarte frente al ordenador.

    Y ahora, entremos en materia. Comenzaremos por la primera escena, y cuando la acabemos la encadenaremos con la segunda. Ensamblar acontecimientos es una de las partes que más cuesta a la hora de construir una historia que se sostenga. Mi recomendación es que si no encuentras la manera de conectarlas, no te obsesiones y sigas escribiendo. El momento de producir debe ser respetado como cualquier otro y debes sacarle el mayor partido. Cuando acabes tu sesión y te relajes ya se te iluminará la bombillita. Recuerda que la inspiración es caprichosa y su chispa surge cuando menos te lo esperas.

    ¿Y por qué te digo esto? Porque cuando estamos en la fase de redacción, nuestra misión no es otra que escribir, sumar la mayor cuota de palabras posible, ya tendremos la oportunidad de corregir cuando llegue el turno de la revisión. La escritura ahora debe ser casi automática, debemos asumir que estamos ante nuestro primer borrador, y es normal que contenga fallos gramaticales y más de una errata. Ahora lo que nos interesa es el grueso del relato que estemos escribiendo, no la calidad literaria de este, y mucho menos nuestro estilo. De eso ya nos encargaremos más adelante.

    Otra recomendación que te doy es que acojas las ideas que te surjan sobre la marcha, aunque no las tuvieras previstas en tu itinerario original. Es posible que la frescura que le otorguen a tu narración sea el secreto de su brillo final, ese mismo que podría faltarle a la idea inicial. Grandes tramas y finales gloriosos han surgido justamente de esa misma improvisación de la que hablamos en estas líneas, así que no cometas el error de darle la espalda a tu intuición, ya que puede ser la clave de tu éxito.

    Del mismo modo, si en algún momento no encuentras la palabra exacta que describa lo que quieres transmitir, usa otra que se le parezca, un sinónimo seguro que te servirá. Sigue escribiendo que seguro que más tarde cuando revises te viene a la cabeza.
    Yo suelo fijarme un número de palabras a escribir dependiendo del tiempo que tenga esa semana. A partir de ahí, me planteo en cuántos días debería tener escrito ese capítulo de acuerdo con el esquema que me he hecho. Si calculo que debería tener unas 2500 palabras y cuento con una hora diaria de lunes a viernes, me planifico para tenerlo acabado de cara al fin de semana, que es cuando lo reviso.

    De ese modo, he conseguido conocer mi umbral de producción por hora/día y escribir mi segunda novela (la cual la tengo en estos momentos en revisión) en seis meses, que era el tiempo que me había planteado. Veinticuatro semanas intensas de trabajo en las que conseguí producir alrededor de unas 2250 palabras por semana, lo que me dio un total de aproximadamente 55000 palabras.

    Ojo, os hablo siempre de un borrador, no de dar la novela por finiquitada. Porque para darle el punto y final, aún le quedarían varias revisiones mías más hasta dejarlo en una versión beta que poder pasarle a los lectores cero. Y así, tras un par de correcciones más, poder enviarle un producto lo más perfecto posible a un corrector profesional.

    Permitidme volver por un momento a la etapa de planificación. Con el paso de los años, me he dado cuenta gracias a mi bagaje deportivo (corredor nivel popular del montón) que para conseguir grandes metas, hay que fijarse objetivos más cercanos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que para poder correr una hora sin parar, primero tienes que correr diez minutos, doce, quince… en intervalos que permitan a tu cuerpo progresar paulatinamente, y sobre todo, recuperarse del esfuerzo al que lo has sometido en la sesión anterior. Así que no desesperes, porque el cerebro al igual que cualquier otro órgano, mejora su productividad con un entrenamiento adecuado que le permita adaptarse de manera gradual a la nueva situación. De ahí la importancia de crear un hábito de escritura sano y de que te levantes del asiento siempre con algo que contar. Así cuando retomes la historia al día siguiente, te será mucho más fácil hacerlo.

    Y para culminar la entrada de hoy, te dejo algunas recomendaciones básicas para que tus textos estén lo mejor redactados posible: 
  • Constancia: Sé que soy un pesado en este punto, pero no me cansaré de repetirlo, para producir más y mejor, has de ser tenaz. Recuerda que la perseverancia debe ser tu compañero de viaje. Una de las maneras más eficaces de que alcances tus objetivos es escribir con regularidad. Y aunque a priori, parezca una misión imposible, si te organizas de la manera adecuada, lo conseguirás.
  • Claridad: Una de las claves de la comunicación es que el mensaje tiene que ser claro. Pues del mismo modo, nuestra escritura también debe serlo, así que no adornes innecesariamente tus textos porque creas que el lector vaya a fliparlo, porque seguramente lo que consigas sea justamente el efecto contrario.
  • Orden lógico: Procura que los elementos de tus frases sigan un orden lógico (respeta la estructura sintáctica común), porque eso ayudará a tus lectores a interpretarlas. Del mismo modo, si puedes usar la voz activa, hazlo.
  • Frases largas: Evita las oraciones demasiado largas. Eso de las parrafadas enormes, además de hacer que el lector se pierda en un maremágnum de palabras, más tarde o más temprano le llevará a abandonar la lectura. A veces no es necesario decir: “El mayestático astro rey se alzaba por los confines del mundo…” cuando puedes escribir: “El sol se levantó por el horizonte… 
  • Cohesión: Las frases y los párrafos deben estar bien conectadas tanto en forma como en sentido. Usa los mecanismos adecuados para conectarlas y si estás desarrollando una idea, no pases a otra para volver cuatro párrafos más tarde a la primera, porque lo único que conseguirás es despistar al lector.
  • No imites: Por mucho que te guste un autor, no cometas el error de tratar de emularlo. Desarrolla tu propio estilo. Creer en ti es la única manera de potenciarlo. Piénsalo bien, si te dieran a elegir entre leer a tu escritor favorito o a uno que se le parece, ¿qué harías?
  • Adverbios: Huye de todos aquellos acabados en “-mente”. Ralentizan la lectura y denotan pobreza de vocabulario. En el lenguaje coloquial es normal usarlo, pero no queda bien literariamente hablando. Si puedes decir que el protagonista de tu historia “caminó a grandes zancadas”, no digas que “fue rápidamente” y si “abrió la puerta con la misma habilidad que un ladrón de guante blanco”,  seguro que queda mejor que hacerlo “silenciosamente”.
  • Musicalidad: Intenta que tu texto suene melódico. ¿Cómo? Alternando la extensión de las frases. Yo, por ejemplo, suelo escribir tres o cuatro frases medianas o largas antes de introducir una más corta que cree una pausa más corta.
    Espero que hayas disfrutado de esta entrada y aún os queden ganas de entrar en la dedicada a la referida a la tercera etapa de la escritura: revisión de textos.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario