jueves, octubre 30, 2025

RELATO: La joven Europa

Grabado de Xaro Bonilla
La joven Europa había llegado a una exposición de grabados de arte contemporáneo, por recomendación de una amiga, las obras le interesaron enseguida, una especialmente le llamó la atención, se llamaba “Diálogos” y era de Xaro Bonilla, una artista de la Safor.

La obra le gustó de inmediato y se detuvo observándola, intentando entender el mensaje del artista. Sin saber cómo o por desvío profesional, comenzó a meditar sobre las implicaciones que podía tener en su visión personal del arte. Entró en un breve pero fecundo “trance interpretativo”.

Se desprendía una especie de proceso de fusión creativa, había una energía positiva, matizada con un toque de exotismo y un aire de fiesta general. Para ella era todo un encuentro con África. Puede que fuera por la técnica de grabado en semitinta, a la manera negra, o por los rasgos mismos del personaje central, o por el propio diseño que le recordaba el arte “naif”. El conjunto le pareció encantador lejos de toda sofisticación o clasicismo.

Le gustaba este grabado porque también le recordaba los inicios del arte en la Prehistoria. Le parecía interesante la relación entre el arte actual y el arte rupestre, o de este con el arte primitivo de otros continentes, como el de los aborígenes australianos. Le fascinaba el arte rupestre porque con poco expresaba lo esencial de la vida.

Europa era profesora de artes plásticas y años atrás  había investigado llegando a la conclusión que en los tiempos prehistóricos estaba todo por hacer e inventar, el arte era la vida misma en toda su amplitud. Su propio nombre no existía como  tampoco existe en gran parte de las sociedades tradicionales actuales. Estaba segura que no surgía de la nada y que estaba relacionado con el mundo circundante. Eran esos tiempos difíciles para la vida, donde gran parte de las actividades estaban relacionadas con la lucha por la supervivencia pero esos hombres habían restado parte de su tiempo y energía en preocupaciones sagradas, mágicas y mitológicas y quizá también creativas, estéticas y narrativas.

Qué difícil era interpretar el arte rupestre privado de un contexto vivencial, cultural y religioso donde se creaba. De compararlo y entenderlo, como hacemos nosotros con el arte en general. Se debía buscar su origen en otro lugar.  Recordó lo que decía su amigo Pablo, que también era arqueólogo :  “… para los prehistóricos la cosa era más fácil de lo que parecía pues no diferenciaban tanto los conceptos como lo hacemos nosotros”. Le gustaba su punto de vista porque era innovador y diferente al suyo. Su hipótesis era que el arte tenía su origen en actividades relacionadas con la creación de herramientas de piedras.

Al principio de la humanidad, cuando los hombres creaban los primeros útiles en piedras talladas, como los bifaces, buscaban a veces algo más aparte de su funcionalidad, agregaban o sobreañadían otra intención al objeto, de tipo estético u otro cuyo sentido se nos escapa. Este es el punto clave. El resultado se manifestó en la geometría de la pieza o en la elección de ciertas piedras con colores bonitos o características especiales.

Esta importante idea sedujo a Europa. Cuándo los artistas prehistóricos comenzaron a pintar, grabar y esculpir en las paredes y techos de las cuevas y abrigos, o en pequeños objetos como en piedras, huesos o marfiles, ya tenían un cierto sentido artístico y técnico y  pudieron llegar a un alto grado de realismo y perfección: el ejemplo lo encontraba en las pinturas y grabados de las cuevas de Altamira o de Lascaux y Chauvet en Francia.

Europa, satisfecha por el viaje recorrido, continuó la visita y al acabar de observar el conjunto, salió de la cueva, ups perdón, de la exposición, alegre para el resto del día, totalmente en armonía con sus orígenes.

*Relato inspirado en el grabado de Xaro Bonilla el día de la visita del Taller de Escritura Creativa, tutorizado por Adriana Serlik, hicimos a la exposición «Cinco Tórculos» en la Sala Coll Alas de Gandía (2014) cuando comenzaba a dar mis primeros pasos en la escritura de manera más seria.

 


RELATO: Una cuestión de Perspectiva

Miguel se agazapó entre los arbustos, intentando realizar el menor ruido posible para, de esa manera, no alertar a su presa. Pudo contemplar como el rostro del jabalí se desdibujaba en las frías aguas del lago cada vez que el animal hundía su hocico en ellas para saciar su sed.

El muchacho se acuclilló lentamente, amagándose tras el tronco de un roble, y sin dejar de observar cada uno de los movimientos de la que sería su futura cena, respiró pausadamente hasta tener los pulmones llenos de aire. Contuvo la respiración, y tomó un puñado de nieve del suelo para llevárselo a la boca. Era un truco que le había enseñado su padre para evitar que el vaho delatara su posición. Sigilosamente, dobló el brazo hacia atrás y tomó entre los dedos una de las flechas que deslizó por el vientre del arco, que levantó hasta tener el asta a la altura de sus pupilas. Entonces comenzó a tensar la cuerda, dejando que los músculos de su brazo acompañasen su movimiento hasta que un suave silbido rompió con el silencio de la dulce mañana.

Muchos años más tarde en ese mismo lugar...

Mari Carmen se alejó del banco que reposaba frente a ella, y que hasta su llegada, había sido el único testigo de aquel maravilloso amanecer. Se abrochó el último botón de su chaqueta y cerró los ojos para dejar que el olor a tierra húmeda inundará sus sentidos. No pudo evitar que una furtiva lágrima, alentada por las bajas temperaturas de invierno, se escapara por la comisura de sus párpados. Tras secársela con el dorso de su mano, cogió la cámara entre sus dedos y enfocó en dirección al lago para realizar un primer encuadre. Tras unos segundos de reflexión, dio un paso atrás y tomando de nuevo el aparato, contempló de nuevo el paisaje a través del visor para ver cómo quedaría la instantánea final. Entonces, contuvo el aliento durante unos segundos y con suma delicadeza, apretó el disparador para inmortalizar la escena que ganaría el concurso.

*Este es un relato que escribí en el año 2014 cuando trataba de mejorar en esto de la escritura con más y más textos. Fue inspirado en una exposición de fotografía que hicimos con la tutora del Taller de Escritura Creativa de la UPG, Adriana Serlik. Si alguien conoce el autor, por favor, que me lo haga saber al correo o a través de un comentario, para referenciar en la imagen.

RELATO: El descubrimiento del Parpalló

Al fin habíamos llegado a aquella hermosa cicatriz que podía divisarse desde la falda de la montaña. Había depositado todas las esperanzas de mi largo viaje hasta la Costa Mediterránea en aquella gruta, de la que esperaba recibir las respuestas a cientos de preguntas que se hospedaban en mi cabeza desde hacía años. Levanté la mirada y mis ojos se cargaron de alegría al contemplar que estábamos tan solo a unos metros de la Cueva del Parpalló. A pesar de que estaba ansioso de cruzar su puerta, decidí que sería mejor tomarnos un merecido descanso antes de entrar y de esa manera recuperar fuerzas e hidratarnos tras la dura caminata.

    Tras dar buena cuenta del bocadillo y mientras esperaba a que los demás acabaran de almorzar decidí que lo mejor sería echar un vistazo por los alrededores de la cueva. Si mis sospechas eran ciertas, allí debía encontrar indicios suficientes que confirmaran que aquella zona ya había sido habitada hacía miles de años por nuestros congéneres.

    No tardé demasiado tiempo en darme cuenta de que mis teorías no serían fáciles de corroborar al menos sin pisar el interior de la cueva, ya que aquel sendero había sido utilizado con regularidad por pastores y rebaños vecinos que incluso habían utilizado aquellas cavidades como refugio habitual. Para mi satisfacción, mientras exploraba las inmediaciones pude encontrar algunos pedernales o “piedras de fuego”, que era el nombre con el que comúnmente llamaban los campesinos a sus mecheros, algo que resultaba una buena noticia para mí y para mi equipo. Sin ni siquiera prestar atención, fui adentrándome entre los arbustos y acercándome a aquella garganta excavada en la roca. La estudié durante unos minutos. A simple vista parecía de fácil acceso, así que avisé a mis compañeros de que realizaría una primera exploración en solitario. Tras colocarme el traje impermeable, prendí fuego a la llama de mi casco y le solicité a Joan que me ayudara a asegurar las cuerdas de seguridad al arnés de cuero que habíamos fabricado para la ocasión.

    Después de dar unos primeros pasos inestables hacia el interior de la caverna adentrándome en la negrura,  vi algo en el suelo que me llamó la atención. Me agaché y tomé entre mis dedos lo que a todas luces era la punta de una flecha de aletas y pedúnculo. Las pequeñas láminas geométricas de sílex utilizadas en su confección me indicaron que debían tener entre unos 11.000 y 15.000 años. Eché un vistazo a mi alrededor esperando poder encontrar más objetos que pudieran darme más datos sobre la antigüedad de aquella pequeña joya de la naturaleza bajo la que me resguardaba. A pocos metros divisé una pieza que también llamó mi atención. Me acerqué y cogí el objeto comprobando, cuando lo tuve en mi mano que se trataba de un raspador de sílice con un extremo redondeado que solía ser utilizado en el paleolítico superior para el trato de la piel y la fabricación de ropa y calzado.

    A medida que entraba en la cueva, sentía como mi espíritu se sentía cada vez más libre, menos atado a la realidad que me rodeaba y más en comunión con aquella hospitalaria morada. Mientras los segundos pasaban, no podía creer lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. La quietud que me había rodeado hasta ese momento comenzaba a resquebrajarse animada por el estado de éxtasis que me embargaba. 

    Cuando abrí los ojos tras ese momento de ensoñación, sentí que pertenecía a aquel lugar tanto como aquellas figuras de cabellos largos que me rodeaban y que grababan con tesón imágenes de animales sobre las plaquetas de la galería interior. Por ensalmo, mi mirada se desvió hacia un rincón en el que un malhumorado individuo se encontraba acuclillado y desde el que desechaba lanzando al aire diferentes instrumentos rotos o inservibles. Los cazadores procedían a la inscripción y decoración de sus jabalinas preparándolas para la caza, mientras las mujeres despellejaban los animales para proceder a su cocinado. 

    Una voz me sacó de mi sueño mientras una sonrisa de satisfacción afloraba en mi rostro. Sentí que la paz y la felicidad me embargaban después de comprobar que todos aquellos años de dedicación habían sido recompensados.


*Este es un relato que escribí en el año 2014 cuando trataba de mejorar en esto de la escritura con más y más textos. Fue inspirado en una exposición de arte que hicimos con la tutora del Taller de Escritura Creativa de la UPG, Adriana Serlik.

RELATO: Desde la Penumbra

Grabado de Fernando Evangelio
Dejó las gafas a un lado de la mesa y se frotó los ojos mientras ocultaba un leve bostezo. Parpadeó en un par de ocasiones buscando centrar su vista en aquel enigmático hombre que estaba frente a él, narrándole el relato más inverosímil que jamás había escuchado. Por un momento, todos sus pensamientos navegaron por los posos del café que reposaba sobre la mesa, a escasos centímetros de su nariz.

—Las órdenes del Capitán Montesinos eran claras; batirse en retirada y llegar al punto de encuentro antes de que cayera la noche. Nos dirigimos a las montañas como alma que llevaba el diablo mientras los disparos silbaban a nuestras espaldas, dejando atrás los cuerpos mutilados de nuestros compañeros. Podíamos escuchar sus gritos y plegarias. Algunos sollozaban, otros lloraban abiertamente suplicando por sus seres queridos. Fue horrible. —agachó la cabeza.

— ¿Recuerda cuántos eran?— preguntó el sargento de policía.

—Realmente no estoy seguro, supongo que cinco, quizás seis. Sé que Vázquez estaba allí, corría a mi lado antes de que lo perdiera de vista. Y Sevilla debió quedarse rezagado, ya que minutos antes lo escuché anunciar la retirada —hizo una breve pausa. —Y también estaban Martínez y Orihuela—añadió rascándose la coronilla.

—Puede usted continuar cuando quiera – solicitó el agente tras un silencio incómodo.

—Los truenos, cada vez menos pausados entre sí, nos advertían de que la tormenta ya estaba allí. Estábamos extenuados, tras varias horas sin parar de caminar a paso ligero en dirección a la cumbre, me vi obligado a apoyarme en un árbol para tomar algo de aire. Cuando recuperé el aliento, grité los nombres de mis compañeros uno por uno para localizar su posición, pero ninguno respondió a mi llamada. Eché mano para coger un cigarrillo, pero el paquete estaba vacío. ¿Tendría usted un cigarrillo?

—Lo siento, no está permitido fumar en todo el recinto —contestó el suboficial.

­—No pasa nada – dijo el soldado extrañado por la respuesta. —El fango nos llegaba hasta las espinillas. Debí frenar mi marcha cuando mi fusil se quedó enredado entre unos arbustos. Me di cuenta de que había dejado de llover y que mis ropas estaban secas. Algo había cambiado. Todo parecía más… más luminoso. Era como si de repente se hubiera hecho de día. Un halo de luz envolvía el claro donde estaba. Miré a un lado y a otro pero no había signo de los miembros de mi compañía. ¡Habían desaparecido! Los llamé, pero tan solo recibí el sonido del crepitar de las hojas de los árboles. Sentí miedo, mucho miedo —tragó saliva. — ¿Le importaría darme un vaso de agua? Tengo la boca seca.

—Sí, claro.

El policía se levantó y se dirigió a la máquina dispensadora y tomando uno de los vasos de plástico, lo colocó bajo el grifo y apretó el pulsador hasta que estuvo lleno. Se dirigió a su interlocutor y se lo colocó en frente para que rápidamente, se lo bebiera de un trago.

— ¿Y qué pasó entonces?

—Mis ojos estaban enceguecidos por la poderosa luz proveniente de aquella cueva. Un sexto sentido me alertó del zumbido del motor de un avión acercándose y levanté el arma apuntando hacia el cielo —suspiró. —Mi corazón palpitaba con tal fuerza que parecía que se me fuese a salir por la boca. No estaba seguro si ese sonido era real hasta que divisé el bombardero. Corrí a buscar cobertura mientras escuchaba aquel silbido que auguraba lo peor. Me tiré a tierra y me cubrí la cabeza.

El investigador hundió su mentón en sus manos entrelazadas, totalmente entregado a la historia que le estaba contando.

—Desconcertado por la explosión y medio ciego y medio sordo, busqué la manera de levantarme. Alcé mi vista buscando más aviones, pero solo pude ver las ramas peladas de los árboles. Había mucho humo. Tanto que no podía respirar. Me tapé la boca y la nariz con la chaqueta tratando de evitar el intenso olor a tierra quemada. Fue entonces cuando lo vi.

— ¿A quién? ­—preguntó expectante el agente.

–A ese ser —titubeó. —Me observaba desde la penumbra a través de sus enormes ojos rasgados.

— ¿Cómo era?

—No lo sé —contestó angustiado. —Estaba demasiado aturdido.

— ¿Le dijo algo?

—No. Sólo permaneció allí, hierático, vigilando cada uno de mis movimientos.

— ¿Y qué pasó?

—L a boca de la cueva emitió un potente haz de luz que hizo que tuviera que cerrar los ojos. Cuando los abrí estaba allí, rodeado por ese mismo paisaje, la carretera asfaltada, las sirenas de los coches de policía. Me sentía cansado, muy cansado. Y entonces, me desperté en el hospital. El resto ya lo sabe.

El tubo fluorescente de la sala comenzó a parpadear. El interrogador se dirigió al interruptor, lo pulsó varias veces hasta que finalmente las luces se estabilizaron.  No habían pasado siquiera un par de segundos cuando se escuchó el repetido choque de unos nudillos contra la puerta de madera.

— ¿Qué pasa, Ramírez? —preguntó el interrogador con la puerta entreabierta.

—Ya tenemos los resultados de las pruebas que solicitó. La de ADN ha resultado positiva.

— ¿Positiva?

 —No me pregunte cómo, pero así es. Con respecto a la guerrera que llevaba puesta, los técnicos confirman que es de la Guerra Civil, tal como ha declarado. Ahora estamos investigando si es verdadera o una excelente imitación.

—No diga tonterías. El uniforme lo ha podido adquirir en cualquier anticuario, así que ordene repetir el análisis. Ambos sabemos que es imposible que haya salido bien.

—De acuerdo, señor—tras dar un par de pasos, se giró. —Por cierto, debo informarle que no tenemos cobertura móvil e internet no funciona desde hace una hora.

— ¿Y qué dicen nuestros informáticos?

—Que están trabajando en ello—contestó encogiéndose de hombros.

—Pues dígales que solucionen el problema lo antes posible. Es una orden.

Volvió a la sala y se sentó observando a aquel individuo, que ahora observaba a través de la ventana de cristal de la sala.

— ¿Se puede saber qué está mirando?

— ¿Quién es esa mujer?

— ¿De qué diablos me habla? – dijo con una sonrisa fingida. ­ —No se puede ver nada a través de ese espejo— zanjó el policía viendo la imagen del hombre que estaba frente a él reflejada en el cristal.

— ¿Cuándo podré ver a mi mujer y a mi hija?—preguntó.

—Voy a decirle algo, amigo. Me estoy cansando de sus jueguecitos, así que dígame de una maldita vez quién es usted. ¿No pensará que voy a creerme ese cuento, ¿verdad?

—Ya le he dicho todo lo que recuerdo antes de llegar aquí. He respondido todas sus preguntas, así que ahora cumpla con su palabra.

—Aún quedan algunas pruebas por hacerle. Tendrá que tener paciencia.

— ¿Más pruebas?

—Sí, así es—respondió mientras se colocaba el nudo de la corbata. —Debemos estar seguros de quién es usted y si su vida no corre peligro.

—Ya le he dicho quién soy y cómo puede comprobarlo.

—Lo sé —hizo una breve pausa antes de continuar. — Pero hay algo que no concuerda con lo que me ha contado.

Se hizo un incómodo silencio.

—No estamos en el año 1938.

—¿Cómo dice?

—Estamos en 2004. ¿Entiende ahora por qué no le creo?

El extraño tragó saliva mientras fijaba su  mirada en el reloj de pared.

—Háganme esas pruebas y acabemos con esto—apretó los dientes. —Creo que no me queda otra opción.

El policía abrió la puerta y dejó pasar al militar. Recorrieron varios pasillos de paredes blancas custodiados por el sonido de sus pisadas. A su paso, una muchacha vestida de policía, salió de una de las habitaciones, seguida por una mujer de avanzada edad.

—Ya la llamaremos cuando tengamos el resultado del análisis, Señora Estévez.

La anciana se giró hacia aquel soldado y sus diminutos ojos azules lo examinaron cuidadosamente desde la cabeza a los pies. Comenzó a respirar con dificultad a medida que sus labios deletreaban.

— ¿Padre?

La caída de la carpeta que llevaba el inspector inundó el suelo de decenas de documentos clasificados y sobre todos ellos la ficha del sargento Eduardo Estévez, desaparecido en el año 1938, junto con una fotografía en blanco y negro de un hombre idéntico al que acababa de interrogar.


*Relato inspirado en el grabado de Fernando Evangelio el día de la visita del Taller de Escritura Creativa, tutorizado por Adriana Serlik, hicimos a la exposición «Cinco Tórculos» en la Sala Coll Alas de Gandía (2014) cuando comenzaba a dar mis primeros pasos en la escritura de manera más seria.

 


miércoles, octubre 29, 2025

ENTREVISTA a Esther Cerón

Esther Cerón es una de esas voces que llegan para quedarse, para remover algo en nosotros que tal vez creíamos dormido. Con Recuerda, su primera novela, nos invitó a sumergirnos en los pliegues de la memoria y la identidad, y ahora regresa con ¿Y Tú, ¿cómo llevas la reencarnación?, una pregunta lanzada al aire como quien tiende una mano en mitad de la incertidumbre. Esther escribe este ensayo desde lo más íntimo, con una prosa que no teme a la vulnerabilidad ni a las grandes preguntas. En esta conversación, recorremos su obra, sus obsesiones literarias y ese territorio tan suyo donde lo cotidiano se encuentra con lo trascendente.



martes, octubre 28, 2025

ENTREVISTA a Sagrario Garrido Gómez - Versión escrita

Hoy tengo el placer de conversar contigo, Sagrario Garrido Gómez, autora de la novela Alma, una historia que invita a mirar hacia dentro, a sentir con profundidad y a reconciliarse con las emociones que nos hacen humanos. Su sensibilidad literaria, su mirada sincera y su forma de narrar desde el alma te han convertido en una voz fresca y auténtica dentro de la narrativa contemporánea. Es un verdadero gusto poder hablar con ella sobre tu proceso, sus emociones y todo lo que hay detrás de su primera novela: Alma.

¿Cómo nació la idea de escribir Alma y qué te impulsó a darle vida a esta historia?

Alma es un proyectado en mi cabeza durante años, con el objetivo de poder dejar un legado y rendir un homenaje a esas mujeres que dieron silencio y voz, y que con amor supieron luchar hasta darnos el lugar que hoy ocupamos todos dentro de la sociedad.

¿Qué representa para ti el título Alma y en qué momento supiste que ese sería el nombre perfecto para tu novela?

Representa la valentía de superar las barreras de la educación generacional tan férrea, donde el miedo presidía la voluntad de cumplir metas y sueños, y de avanzar hacia la libertad de conocerse a sí mismas, sin cuestionar sus metas. Supone que tenía que ser Alma, porque representa el nombre que le hubiera puesto a mi hija, si hubiera querido con ello cumplir con esa meta.

Si tuvieras que describir Alma en pocas palabras, ¿cómo lo harías?

Libre, con personalidad y reflexiva.

Tu primera novela está llena de emoción y de una gran carga humana. ¿Qué sentimientos querías despertar en el lector?

Quería introducirlo/la en la capacidad de madurez que puede llegar a tener una chavala de dieciséis años, el poder de decisión férreo por luchar tras sus objetivos, manifestar con ello que podemos ser esclavos y presas del miedo si no hacemos nada por despertar y cambiarlo. Emocionar con el dolor de sus personajes, reír cuando es necesario y saber llorar cuando se rompen con sus cargas y vivencias.

¿Hay alguna experiencia personal o recuerdo que te haya inspirado especialmente en esta historia?

Me han inspirado muchas mujeres que por suerte he tenido el placer de conocer y escuchar, y que con ellas queda latente en tinta sus vivencias y sus anhelos.

Cuéntame un poco sobre tu proceso creativo: ¿cómo fue el camino desde la primera idea hasta tener el libro terminado en tus manos?

El camino tuvo sus baches, siempre nos enfrentamos a la temida hoja en blanco, que muchas veces es difícil de superar, pero tuve la gran suerte de tener un contenido extenso ya estudiado durante años del que me fue muy fácil crear cada capítulo y enlazar con el anterior. Pasajes como escribirla a dos voces, fueron surgiendo conforme pasaban los días, ya que fue creada en un mes de vacaciones.

¿Tienes algún lugar o momento del día que sea tu favorito para escribir, ese espacio donde las palabras fluyen con más facilidad?

La noche siempre me hace tener una escritura mucho más emotiva y precisa, durante el día aparecen conexiones que fluyen y cuando estoy con un proyecto entre manos, me despierto en la madrugada con la necesidad de apuntar esa idea notoria que me parece una buena escena para plasmar.

¿Sueles escribir acompañada de música, silencio o alguna rutina especial que te ayude a concentrarte?

Suelo tener café a mi lado, es mi compañero de fatigas. Pero en momentos en los que me rompo y busco con ello emocionar, me acompaño de temas de la cantautora Vanesa Martín, que en muchos capítulos ha sido participe con estrofas que dan pie a una canción por su manera de inspirarme a crear ese capítulo.




¿Desde el principio pensaste en autopublicar Alma, o fue una decisión que tomaste más adelante en el proceso?

Siempre supe que quería lanzarla costara lo que costara, el tema de la auto publicación viene a través de compartir con otros autores sus experiencias, y viendo la facilidad de mover los manuscritos y subirlos cuando quieres, creo que es una alternativa muy buena para el autor que no se decide a publicar o que le cierran en una editorial la puerta.

¿Cómo viviste la experiencia de autopublicar tu primera novela? ¿Qué aprendizajes o sorpresas te dejó el camino?

Auto publicar fue un viaje de aprendizaje constante, ya que parece fácil e intuitivo el proceso, pero nada más lejos de la realidad. Cuando subes el documento te das cuenta de posibles fallos, faltas de ortografía o descuadres de portadas, entonces es ahí cuando se complica el proceso.

¿Qué sentiste al ver Alma publicada y disponible para los lectores por primera vez?

En cuanto abrí la versión de prueba, dentro del paquete que me llegó en un días, tuve que romperme y emocionarme, no puede dejar de llorar porque había sido tanto sacrificio y tantas barreras las que debía superar y enfrentar, que al final tenerlo entre mis manos fue una rotura conmigo misma.

¿Qué autores, libros o incluso canciones sientes que te han influido a lo largo de tu camino como escritora?

Megan Maxwell con su novela erótica ha influido mucho a la hora de enfocar los pasajes de mi escritura, los pilares de la tierra con la construcción arquitectónica han hecho que me inspire en observar desde dentro fortalezas como la Alhambra para encuadrar mi novela y cumplir la curiosidad enfermiza de su protagonista.

¿Cómo fue dar vida a los personajes de Alma?

Pues una grata sorpresa, porque han sido ellos los que día tras días me han acompañado a mí, es más a día de hoy sigo echándolos de menos, ya que sobretodo Alma no cesa en su empeño de querer salir de nuevo a flote y contarnos sus aventuras.

¿Qué esperas que el lector se lleve consigo al terminar Alma?

Un viaje hacia el respeto, hacia reflexión de mirar a la mujer con respeto, y de no sembrar el romanticismo violento que por desgracia estamos viendo entre jóvenes cada vez menos tolerantes, pero sobretodo dando a la mujer un lugar erradicado por los tiempos, anulándola como persona y creando a una víctima del maltrato.

¿Cómo estás viviendo la respuesta de los lectores? ¿Ha habido alguna reseña que te haya emocionado especialmente?

La verdad que sí, María Mateos fue una de las lectoras que emergió de la nada un día cualquiera, en el que me planteaba si seguía mereciendo la pena seguir promocionando mi obra porque no conseguía esa lectura reflexiva y emocionante con la que la cree. Fue con ella con la que mi cometido tuvo al final su recompensa, y le estoy infinitamente agradecida porque consiguió romperme y dejarme sin voz.

¿Qué significa para ti escribir?

Libertad para expresar mis preocupaciones, tener una pluma incómoda para remover al lector, en este caso al más joven, creo que la crítica se está perdiendo en la cultura porque incomoda, y creo que en los tiempos que vivimos es demasiado necesaria para sentarte y reflexionar sobre nuestras propias vivencias y anhelos.

¿Qué consejo le darías a alguien que sueña con escribir su primer libro y todavía no se atreve a empezar?

Le diría que no cese en su escritura, que no se condicione por el síndrome del impostor, ya que hasta los más vendidos han pasado por él, que su pluma es única y que por ello merece la pena ser leída. Que al fin y al cabo en esta vida estamos de paso, y que el tiempo que siga dejándolo escapar ya no vuelve, y pierde la posibilidad de recibir ese mensaje emocionante con el que sentir que todo riesgo, ha valido la pena.

¿Podrías adelantarnos si ya estás trabajando en un nuevo proyecto literario?

Dando primicia a la entrevista con mi respuesta, sí. El proyecto sigue ya almacenado en los cajones de mi cabeza, y espero poder agradar al público con un trabajo que volverá a ser trepidante y con unos giros que seguirán haciendo que el lector se emocione y reflexione con esa pluma crítica que ya se ha convertido en mi mejor seña de identidad.



lunes, octubre 27, 2025

Podcast Mi experiencia como escritor T1E15 ¿Cómo escribir ciencia ficción?

Hoy nos acompañan en Mi experiencia como escritor Juan Antonio Oliva Ostos para hablar de ficción especulativa y ciencia ficción y cómo generarla.

Juan Antonio Oliva Ostos es autor de novelas como Neopiel, Durmientes, Lagrimas de Silicio y de relatos como El juego de los Escarabajos o Entre Prenumbras. Ha ganado numerosos galardones en certámenes literario y es un escritor activo en redes sociales.

Disfruta de esta charla amena con él donde nos habla de su proceso de escritura y su concepción de la ciencia ficción y la creación de sus mundos.



sábado, octubre 25, 2025

RESEÑA: «El código de Hamelín» de Ciro Granados

Título: El código Hamelín

Autor: Ciro Granados

Año de edición: 2025

Número de páginas: 324

Sinopsis:

Roto y desesperado, un joven prodigio informático decide vengarse contra un grupo de magnates y penetra las sólidas defensas del banco más poderoso de Estados Unidos, construidas por un genio de Singapur venerado por hackers y servicios de inteligencia de Israel y otras naciones. Lo que sigue es una batalla intelectual sin precedentes, donde cada línea de código es un arma y cada clic puede cambiar el destino de millones.

Mi opinión:

Leí esta novela llevado por la curiosidad y por la prescripción del escritor, traductor, creador de podcast y corrector de textos, Diego Murcia. 

Y he de agradecérselo, porque me ha hecho disfrutar de una historia diferente, fresca, con unos detalles notables, que reflejan el buen hacer literario de un autor emergente como es Ciro Granados.

Profundizando un poco en su figura, Ciro es un periodista salvadoreño con una trayectoria y un currículum incuestionables. Profesional de la comunicación y fundador de varios periódicos digitales, Granados nos muestra su faceta de escritor de ficción con El código de Hamelín. Y lo hace no solo demostrando que sabe contar la realidad de las altas esferas y de ese mundo corrupto y podrido que representa de manera magistral en su ópera prima. También demuestra a lo largo de sus 324 páginas, poseer una mente cultivada en letras y vívida en experiencias, dejando patentes su bagaje profesional y su trayectoria personal.

Como la sinopsis indica, la novela plantea un enfrentamiento entre dos genios del software que luchan por el control del banco más poderoso de Estados Unidos. Cada movimiento es una jugada estratégica en una guerra digital donde se mezcla el deseo de venganza con motivaciones más profundas, que van desde el amor hasta la lealtad, sin dejar de lado el orgullo criminal, muy presente en la obra, y el sentido de la justicia más personal.

Los personajes están bien definidos y dejan huella. Ragnar, Andrómeda, el Toro o Nimrod aportan fuerza al relato y representan diferentes caras del poder y la ambición.

Nuestro protagonista, Nimrod, un nombre perfectamente escogido por el autor, ya que está cargado de historia y simbolismo, representa el fundador de nuevos reinos y una figura de fuerza y poder, al mismo tiempo que de desafío y rebeldía. , evocando el concepto de dominio y construcción de imperios, en este caso digitales. Aun así, mi personaje favorito es Salak. Se mueve en las sombras y no necesita imponerse con gritos para influir en la partida. Es calculador, misterioso y clave para que la trama avance con el suspense que caracteriza la obra.

La ambientación es un reflejo del lujo y la ostentación en la que viven los poderosos: hoteles exclusivos, restaurantes de precios prohibitivos, vehículos de alta gama, bebidas de lujo, servidas como si fuera lo más normal del mundo. Estos detalles no son capricho narrativo. Subrayan la distancia entre quienes manejan los hilos del mundo y quienes sufren sus decisiones.

El ritmo narrativo mantiene al lector atento página tras página. Los diálogos son precisos y creíbles, y las escenas de acción tecnológica se sienten reales sin resultar inaccesibles. El suspense está presente desde el inicio y se sostiene con firmeza hasta el desenlace, que está a la altura de lo prometido. Toda la trama ha sido construida a fuego lento y es explotada por su creador de manera satisfactoria y coherente.

Me quedo con una frase que el autor utiliza con acierto: «E pluribus, unum». De muchos, uno. Un lema histórico que aquí adquiere un valor emocional y político. Habla de unión, de pertenencia, de resistencia frente al poder establecido. Y resuena con fuerza viniendo de un escritor que vive lejos de su país de origen y se define como un hombre sin tribu.

El código Hamelín es una lectura vibrante, con ideas de peso y una denuncia clara sobre los excesos de quienes se creen por encima de todo. Una historia de inteligencia, de heridas, de cicatrices y de decisiones que cambian vidas a lo largo del tiempo. Una novela tan clarificadora como peligrosa, que deja claro que en ocasiones, el poder ya no se ejerce desde los despachos, sino desde las pantallas y que la venganza ya puede librarse en silencio desde un ordenador, sin necesidad de gritos ni amenazas, y sin derramar ni una sola gota de sangre.

Ciro Granados confirma con este thriller tecnológico de suspense que tiene mucho que decir en el mundo de la ficción.

lunes, octubre 20, 2025

8ª Gaseta Cultural DE LES arts i el saber - Octubre 2025 (Número 8)

Os dejo la 8ª Gaseta Cultural de Les Arts i el Saber, coordinada, editada y redactada por Luis Fernando Velerda y Diseño llevado a cabo por Ivan y Sandra Velerda Gil.

Han colaborado en esta entrega de Septiembre: Col·laboradors: Elena Padrell, Ángela Landete, Paquita Caparrós, Joan Kunz, Antonio García, Teresa Domingo, Mirka Reyes, Antoine Nolla, Jaume Palau, Leonado Jiménez, Vicent Julià Vives, Carlos García, David Rivera i Luis Fernando Velerda (per ordre d'aparició).


8ª entrega - Octubre 2025




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domingo, octubre 19, 2025

ENTREVISTA a Ana Valín García - Versión escrita

Ana Valín García nació en Lugo en 1980. Desde niña sintió una conexión temprana con la escritura, que se convirtió en refugio tras su diagnóstico de TDHA y altas capacidades. Periodista y maestra, ha compaginado la docencia con una intensa vida literaria. En 2016 publicó El vals de las hormigas, en 2024 La muerte de Alicia (o el ocaso), y recientemente En las latitudes de un miedo políglota, con la editorial Loto Azul. Su voz poética, reconocida con el Premio María Mariño de Poesía, se mueve entre la fragilidad y la fuerza, entre la vida y la palabra.

Naciste en Lugo en 1980, una década en la que aún se coleccionaban posters de la Super Pop y sonaban las canciones de Sergio Dalma. ¿Qué te queda de aquella niña de los ochenta?

Afortunadamente muchas cosas. Sigo siendo esa pequeña llena de inocencia y curiosidad que quiere comerse el mundo. La única diferencia está  en que ahora sé cómo pegarle mordiscos a la vida sin salir herida; lo hago todo a través de la escritura. Aprendí mucho de una época en la que las tecnologías estaban bastante ausentes y el poder de la imaginación lo era todo para llenar huecos y silencios.

Después de mencionar a Sergio Dalma, tengo que preguntarte: ¿Te gusta bailar pegada con tu pareja?

No lo sé porque no tengo pareja y con la que tenía no bailaba nunca ni pegada ni sin pegar. Bailo mucho más a día de hoy con mis hijos que cuando estaba en relación, la verdad. En mi casa son muy comunes las mal llamadas “sesión pilates” en donde colocamos esterillas en el suelo y ponemos la radio. En cada canción manda uno y los demás obedecen y hacen lo que corresponde: ponerse patas arriba, bailar como loquitos, lo que sea… No hay ni miedo ni prejuicios. Si tuviera pareja, creo que me encantaría bailar pegada, aunque soy bastante patosa. Probablemente acabaría yo subida a sus pies para evitar ya desde el principio pisotearlo. No sé porqué pero me imagino con un hombre mucho más alto que yo.

Dices que naciste en invierno, “una estación propicia para el desvirgamiento poético”. ¿Por qué crees que el invierno es tan propicio para la poesía?

Porque en Galicia hace frío y todo incita al contacto físico para entrar en calor. Echo de menos mucho hacer “piececitos” en el sofá. El inicio del roce siempre es algo que puede llevarte a crear unos cuantos versos. ¡He escrito tanto sobre cuerpos en combustión! El invierno son mantas, son chimeneas encendidas toda la tarde, son teteras pitando, son libros en el sofá y sobre todo son libretas para rellenar con nuevas creaciones. Conste que yo escribo todo el año, pero el frío como me estimula.

Pasaste tu infancia en varios lugares: Fonsagrada, Lugo, Tenerife… pero fue en Rianxo donde creciste y conociste tu primer amor. Cuéntame, ¿influyeron esas vivencias en Rianxo en la literatura de Ana Valín?

Ahí conocí la libertad en el buen sentido de la palabra. Rianxo es un pueblecito fácilmente abarcable en donde pasan pocos coches y puedes pasarte la tarde jugando en la calle. Con mi pandilla hacíamos cabañas con palos y trozos de madera, nos colocábamos en obras en proceso de construcción, trepábamos a los árboles… Era algo idílico, muy Huckleberry Finn. Luego al mudarme a la ciudad y cambiar de cole todo varió para mal. Nunca me adapté al asfalto. Para mí no es un lugar apacible donde poder escribir a mis anchas. Ahora vivo de hecho con mis hijos en el campo y cuando salimos a pasear hacemos “botes sorpresa”. La idea es llenar botes con cosas que vamos encontrando (flores, bellotas, piedras…) para regalarle a alguien, pidiéndole que haga lo mismo por nosotros. Es algo hermoso que en la ciudad nunca podrías hacer.

Tu diagnóstico de TDHA y altas capacidades marcó el inicio de tu relación con la escritura. ¿Podría decirse que escribir fue tu forma de calmar la mente?

Una mente en constante ebullición es difícil de calmar, pero supongo que sí. Para mí lo importante es estar permanentemente estimulada y afortunadamente hay muchas cosas que me permiten sentirme en acción como la música, un buen libro, los paseos por el bosque… Ahora bien, escribir no implica para mí únicamente tranquilizarme sino más bien conectarme con el resto de cosas que me rodean. Es tal el estado de comunión con las palabras cuando las expongo en el papel que parece como si encontrara mi lugar exacto y preciso en el mundo. Es bonito sentir que me oigo a mí misma y a la vez no me desconecto de los demás mientras escribo, o incluso mientras recito.

En 2016 publicaste El vals de las hormigas, una novela surrealista que indaga en la fragilidad del corazón ante las emociones y en la dificultad de encajar. ¿Qué fue lo primero que te empujó a escribir esta historia?

Mi abuelita paterna. Apenas la conocí, porque murió cuando yo tenía dos añitos, pero al morir mi abuelo muchos años después e ir a vaciar la casa pude descubrirla mejor. Me sorprendió mucho encontrar sus diarios y darme cuenta de que yo no era la única de la familia que escribía, pero sobre todo me emocionó su manera de contar las cosas. Ella nunca describía lo que pasaba fuera, cómo se conocieron mi abuelo y ella, dónde, porqué… más bien aludía a las emociones, a lo que sucede dentro de las personas cuando te enamoras. Su visión del amor me resultó brutal. Para ella un hombre ha de ser como un toro, protector, terrenal y una mujer como una garza, soñadora e imaginativa. Ambos, al encontrarse han de hallar el punto intermedio entre el cielo y la tierra para construir su propio nido. Yo estaba entonces embaraza de Grecia y me parecía imposible superar esa visión del amor así que le rendí homenaje escribiendo una novela muy loca en la que nada es real, salvo las emociones.

En la portada aparece una niña con trenzas saltando a la comba con una ciudad de fondo. ¿Qué representa esa imagen?

A mí trasladada a la ciudad y fastidiada por mi falta de conexión con la naturaleza. Laurita, el personaje, es aparentemente frágil. Tiene un problema cardíaco, como yo y salta a la comba todo el rato. Su mamá es hiperprotectora y ella en tal contexto asume la necesidad de rebelarse y ser ella misma. Soy yo, asumiendo los cambios que la vida me impone y que debo enfrentar con valentía.

Después llegaría La muerte de Alicia (o el ocaso), un poemario profundamente íntimo. Cuéntanos un poco más sobre Alicia… y por qué Alicia.

Es la Alicia del Conejo Blanco y de la Reina de Corazones, pero también es mi hija Grecia. Después de la depresión postparto que me llevó a escribir este libro descubrí a una niña que había madurado de golpe y ya no fantaseaba como antes. Ella era Alicia, despidiéndose del País de las Maravillas. Con este golpe de la vida, ella atraviesa la madriguera para despedirse de su infancia. Me fui de casa para recuperarme despidiéndome de una niña y volví para encontrarme con una pequeña mujercita.

Has contado que el libro nació tras una depresión posparto y que tu hija Grecia fue clave en el proceso. ¿Podría decirse que la poesía te salvó la vida?

Me salvó ella rezando cada noche por mi recuperación. Yo la oía a través de la puerta de mi habitación. Me salvaron todas las preguntas que me hizo cuando volví de la clínica. Me salvó ordenarlas y contestar a cada una de ellas con un poema y me sigue salvando cada mañana su sonrisa y su confianza en mi capacidades para escribir. Es un faro inmenso en mi vida junto a mi pequeño Leo, que yo le llamo “mi príncipe azul”.

En En las latitudes de un miedo políglota dices adiós al amor tras una relación desigual. ¿Qué te empujó a escribir una despedida tan profunda?

La falta de escucha por la otra parte. Poner fin a algo que te hiere no es fácil si la otra persona no está dispuesta a soltarte, ni siquiera porque te quiera, sino más bien porque te necesita y está cómoda en esa tesitura. El nunca quiso oír mis razones, no las asumió ni las valoró, independientemente de estar de acuerdo o no. Como no podía explicárselo cara a cara, pues se lo escribí. El libro abre con una carta de amor para él. Seguramente la última que escriba en mi vida.

Hablas en el libro del miedo a la soledad y del temor a empezar de cero, incluso arrasando los propios cimientos. ¿Cómo se convive con esos miedos cuando una también es madre, maestra y poeta?

A veces se vive y a veces simplemente se sobrevive. Lo bueno es que como ya no estoy sumergida en una relación de desigualdad, los miedos se pueden exponer, se pueden admitir y no tengo que obviarlos y tragármelos sola. La soledad sigue pesando de manera infinita pero no porque yo no sepa estar sola sino porque me duele no haberme sentido valorada ni amada con dignidad.

El año pasado recibiste el segundo premio de poesía María Mariño con un texto sobre el mito de Ofelia. ¿Qué representa para ti ese mito y por qué sigue siendo tan poderoso?

Nadie escapa a los ahogos de la vida. ¿Cuántas veces hemos sentido que el agua nos llega al cuello y hemos desaprendido a flotar? Ofelia no es la mujer más valiente del mundo al escoger el camino fácil. Ella se ahoga voluntariamente y así su dolor también deja de respirar; pero es un ejemplo de humanidad y fragilidad en el que todos podemos vernos reflejados.

Has citado en alguna ocasión nombres como Emily Dickinson, Sylvia Plath, Xosé Miranda, Juan Cobos Wilkins, Gloria Fuertes o Carlos Carracedo. ¿Qué significan para ti estas voces?

Son mis libros de toda la vida, los que yo leía en cama con la linterna a las tantas de la mañana y los que me prohibieron en su momento comprar cuando vieron que no dormía por leer. Ahí reconozco que fui lista y con la pandilla juntábamos mes a mes dinerito de las pagas para comprar libros conjuntamente.

Tu obra también ha pasado por temas muy duros: el maltrato infantil, el bullying, la depresión posparto, el divorcio… ¿Es la escritura una forma de terapia o un modo de resistencia?

Es una manera de ordenar lo que llevas por dentro. Lo expones y así lo estructuras, te haces consciente de que está ahí y entonces lo entiendes mejor. Cuando te pasa algo que no acabas de procesar no avanzas, pero si lo escribes y lo relees en voz alta algo cambia. De pronto cobra sentido y se organiza dentro de ti. A parti de ahí ya buscas soluciones.

Eres colaboradora de la revista digital Santa Rabia Poetry (Perú). ¿Qué te aporta formar parte de una comunidad poética tan viva y tan diversa?

En estos momentos nada. Dejé de cooperar con plataformas que te cobran por publicar tus textos. Fue bueno participar en sus antologías por eso de descubrir voces muy lejanas físicamente, pero hasta ahí.



También participas en la plataforma Bookólicos, donde confluyen lectores y autores. ¿Qué opinas de este tipo de espacios en el panorama literario actual?

Son maravillosos. Mi novela está en su plataforma en formato digital. Los porcentajes de cobro están muy bien repartidos. El escritor se lleva más del 50%. Además tienen una asociación de escritores y lectores que hacen campañas extraordinarias. Ahora mismo están con una popuesta lectora para movilizar a los padres y concienciarlos de la necesidad de un acercamiento prematuro a la literatura.

Hace poco realizaste una donación de cabello, un gesto solidario y simbólico. ¿Qué significado tuvo para ti ese acto de entrega? Y permíteme darte las gracias por ello.

Fue para apaciguar a Grecia. Tenia una compañera en ballet que acaba de superar un cáncer y ella necesitaba hacer algo, pero decía, ¿qué puedo hacer yo si soy tan pequeña? Pues nada, donar ambar nuestro pelo para pelucas oncológicas.

En Pinterest hay un retrato pictórico de tu rostro, de trazos rotos, desmarcados, y mirada serena. ¿Qué te sugiere esa imagen? ¿Te reconoces en ella?

La hizo mi ex marido. Para él siempre fue algo en constante proceso de construcción. Nunca me vio como alguien acabado, culminado. Y tenía razón. Ahora es cuando mis rasgos están cobrando sentido porque conduzco mi vida yo, a mi manera y como quiero y estoy donde quiero estar y comparto con quien quiero compartir. Durante muchos años fui solo el reflejo de lo que él veía en mí. Ahora, por fin soy yo y cuando me dicen como mi amiga Sabela, que me sienten auténtica es porque esto sí es real para mí.

Como docente, escritora y madre, ¿cómo consigues encontrar el tiempo —y el silencio— necesarios para escribir?

Escribo en cualquier contexto y situación. Para hacerlo solo necesito tener las ganas de contar algo. Del silencio huyo por eso de que me recuerda a la soledad. Mi compañía es el ruido de mis hijos al jugar, el maullido de Mochi reclamando la comida, la voz dulce de mi amiga Irena dándome consejos a cualquier hora del día porque de pronto flaqueo o yo misma recitando lo que acabo de escribir.

¿Nos regalarías uno de tus poemas favoritos, leído o recitado por ti?

Os mando este que es inédito:

 

No sé si fui yo la primera que te escuchó

o a la inversa,

si ha sido una fuerza alucinatoria

la que te puso en mi camino

o un Dios con escaso sentido del humor.

La verdad es que ya no sé nada.

 

Estoy herida y tú no lo desconoces.

Lo estoy y aún así me ves sin esconder la cara.

Mi dolor no te lastima porque un día tú tuviste

un agujero similar

y supiste tamizarlo como la harina atravesando el colador;

mas sigo sin saber nada.

 

No te puedo pedir que me dejes

“amarte como a un gato”,

con independencia,

sin compromisos,

dejando que las garras sean

más retráctiles de la cuenta.

 

No te puedo pedir nada:

ni mucho, ni poco,

ni demás, ni de menos,

ni en escasez,

ni en abundancia

ni en la distancia, ni en la cercanía.

 

Habito dentro de un tronco demasiadas veces,

haciéndome un córtex cerebral

en todo mi cuerpo,

igual porque no quiero sentir/sufrir,

o igual porque para sobrevivir

sentir tanto, lastima en exceso.

 

Y mientras me vuelvo una Dafne

tú dejas de buscarme,

de instarme,

de reclamarme,

porque no sabes lo que yo sé,

que esta fiereza de no poder pronunciarlo en alto me está escociendo la piel.

 

¿Quiero delinquir de amor

o por amor

o desde el desamor?

¿Me hace falta transformarte en la última bellota

que coloco en el frasco de cristal

antes de hermetizarlo?

 

A lo mejor.

Tal vez.

Quizás.

Pero es que yo ya no sé nada

y el estatismo de ser una mujer-árbol

me esta poseyendo.

 

Mas quedaré oculta al fin de todas las miradas.

En el atardecer se habrá acabado

este hipnotismo

y como me queda poco,

porque yo escogí voluntariamente no ser más onírica contigo,

te lo escribo: “estilísticamente, creo que te quiero”.

 

Y para concluir, ¿qué les dirías a esas personas que sienten la necesidad de escribir, pero aún no se atreven a hacerlo?

Que se pongan delante del espejo y se digan todo lo que necesitan decirse sin reproches. Si al hacer eso notan hormigueo en las manos es porque eso que acaban de hacer tiene que ser trasladado al papel. Escribir es el gran invento de la humanidad,  sin duda.