lunes, junio 02, 2025

10 PREGUNTAS a Sebastián G. Sancho - Versión escrita

Hoy tenemos con nosotros a Sebastián G. Sancho. Su literatura nos enfrenta a lo esencial y lo primario, desde la grieta más profunda. Su obra es una forma de mirar el mundo sin adornos y sin miedo. A través del relato breve y la palabra precisa, Sancho ha ido construyendo una voz con nervio, ritmo y mucha conciencia.

Nos sentamos a conversar con él sobre el oficio de escritor y los entresijos que hay alrededor de la palabra escrita.

¿Cómo fue tu primer contacto con la escritura?

Pues no lo recuerdo con exactitud, porque es algo que siempre ha vivido conmigo. Siempre fui un niño muy imaginativo y me inventaba mis propias historias cuando jugaba a los muñecos. Ya en el colegio recuerdo que me encantaba cuando el profesor nos pedía que hiciésemos una redacción o que escribiésemos algo de nuestra cosecha. Lo que sí sé es que, lo que me forjó como escritor, fue el rol y el mundo del cómic.

¿Recuerdas el momento o la necesidad que lo detonó?

Sin lugar a dudas fue el rol lo que me creó la necesidad de plasmar mis ideas por escrito. Y aunque el germen fuese anterior, lo que me hizo salir del cascarón para lanzarme a escribir fueron esas partidas con mis amigos. A partir de ahí comprendí, por otro lado, que no es lo mismo crear una aventura que escribir una historia, lo que hizo que la narración de partidas y la obra literaria corriesen al unísono y en paralelo, aunque esas dos líneas se cruzaban muy a menudo.

¿Crees que en tu narrativa queda un lugar para incomodar?

Eso espero. Si hay algo que detesto, como lector, como oyente o como espectador, es que una obra me deje indiferente. Comparto con Kafka esa frase que decía: «Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo? Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro».

A menudo tocas temas incómodos o silenciados. ¿Cómo te enfrentas a ellos durante el proceso creativo?

A día de hoy lo hago sin temor, pero reconozco que es algo que he debido aprender. Al principio me preocupaba lo que pudiese pensar el lector respecto a la obra o incluso respecto a mí, pero a día de hoy considero que no plasmar tu idea en el papel, limpia de prejuicios y temores, es traicionarte a ti mismo como escritor. Es probable que eso no guste a todos los lectores, pero soy de los que piensan que si quieres congraciarte con todo el mundo, al final terminas por no hacerlo con nadie.

¿Te puede en algún momento la autocensura a la hora de plasmar este tipo de situaciones en tus manuscritos?

A colación con la respuesta anterior, me tomo mi literatura como algo sagrado, casi en el sentido literal de la palabra. No acepto censuras en ese sentido, y mucho menos si soy yo mismo el que se las impone. Una obra debe ser como debe ser, incluso por encima del autor. El escritor no es más que una herramienta para que esa historia sea contada.

Tu primera novela, La cuna de Tejo, dejó huella por su mirada cruda, poética y descarnada. ¿Qué significó para ti escribirla y publicarla?

Escribirla significó comprender cuanto te decía anteriormente, que la historia está por encima de todo. También significó tener que enfrentarme a esos miedos, hacerles frente y dejarlos a un lado. Fue un proceso de maduración como persona, a nivel espiritual, pero sobre todo, de aprendizaje en todos los aspectos.

¿Qué te dejó como experiencia vital La cuna de Tejo?

La mayor experiencia vital que uno pueda llevarse con su novela es que esta cale en el corazón de los lectores, más allá del número de ejemplares que se hayan vendido. Con todos mis respetos, hay cadenas de comida rápida que venden sus productos por millones, pero eso no significa que a los que los consumen los marque de por vida. Yo he tenido la inmensa fortuna de conocer personas maravillosas gracias a la novela y sentir que el mensaje les ha llegado y les ha tocado en el alma. No hay mayor experiencia ni satisfacción para un escritor que esa.

En Dopplegänger profundizas en lo fragmentario, en la dualidad y el desdoblamiento de la persona. ¿De dónde nace esta historia?

Pues partió precisamente de una partida de rol. Sus inicios fueron la transcripción, más o menos fiel, de la propia aventura. Sin embargo, comprendí que eso no funcionaba, de modo que abandoné el proyecto. Años después, sin la contaminación de las ideas y los acontecimientos de la propia partida, reescribí toda la historia, convirtiéndola en una totalmente nueva y que en nada se parecía a esa partida, salvo ligeros detalles. Eso sí, muchos de los nombres los mantuve en homenaje a aquellos buenos ratos que pasamos disfrutándola.

El relato La bella escondida, con el que ganaste el certamen Riverside Gaditanoir, deja una sensación inquietante y cierto poso de desasosiego en el lector. ¿Cómo nació esa historia?

Tras La Cuna de Tejo, ambientada en la Sierra de Cádiz, seguía sintiendo la necesidad de escribir algo más relativo a mi tierra. Ese relato, además, me daba la oportunidad de bucear en la propia historia de mi familia, de mis abuelos, de sus padres, de sus amigos… era como tener una pequeña máquina del tiempo con la que visitar a mis antepasados o incluso hacerles algún guiño. Revivirlos de algún modo. Riverside partía de la premisa de que el relato, de género noir, debía estar ambientado en Cádiz, así que, el resto fue solo lanzarse a presentar la obra.

¿Qué papel juega el misterio en tu escritura?

Como sinónimo de suspense, para mí es fundamental. Creo que es la única manera de mantener en vilo al lector y que este quiera descubrir cómo continúa la historia. Si usamos misterio en el sentido más preternatural o sobrenatural de la palabra, creo que es algo que atrae al ser humano desde el principio de los tiempos. Y a mí, miles de años después de que hayamos dejado de pintar en las cavernas, me sigue fascinando. Por eso es algo que siempre, de un modo u otro, aparece en el trasfondo de mis historias.

De inmundicia y sedimento ha tenido una segunda vida a través de la voz de Olga Paraíso en su podcast Historias para ser leídas. ¿Cómo viviste esa experiencia de oír tu texto en boca de otra persona?

Mi experiencia fue de una satisfacción inimaginable. Yo ya era seguidor de Olga Paraíso y cuando escribí el relato, basado en la historia de Lilith y escrito en primera persona, la voz que tenía en mi cabeza era siempre la de Olga. Tuve la inmensa fortuna de vencer el miedo al fracaso y enviárselo, después de estar atravesando un momento en el que me planteaba si la escritura tenía sentido. Así que puedes imaginar lo que supuso para mí que ella me dijese que le encantaba el relato y que quería narrarlo en su podcast.

¿Crees que la literatura también se transforma al ser contada?

Por supuesto. El énfasis, el sentimiento… cada historia es como una lluvia que se filtra a través de la piel y el alma de cada persona que la lee, la oye… y por supuesto, la narra. Es algo atávico que se remonta a nuestros antepasados, cuando estos aún no habían inventado la escritura y se reunían en torno a la hoguera a escuchar las historias que les contaban sus mayores. Como te decía, tengo una visión de la literatura casi sacra; probablemente demasiado romantizada, pero para mí es una motivación añadida que me mantiene con los pies en el suelo —con la humildad del eterno aprendiz— y que me hace sentir que hay algo por encima de mí mismo en lo que escribo.

¿Cómo es tu proceso de trabajo habitual?

Ojalá pudiera decirte que le dedico un número determinado de horas diarias a la escritura o que tengo una rutina constante, pero te estaría mintiendo. Dependo mucho de cuanto me rodea, de mi vida en general y, por qué no decirlo, de mi estado de salud, de ánimo y mi motivación. Eso sí, cuando me pongo con algo, suelo aprovechar cualquier momento para avanzar, pues sé que tarde o temprano me veré obligado a parar y a no poder dedicarle todo el tiempo que me gustaría. No obstante, mi cabeza nunca para y, aunque no esté escribiendo, siempre estoy dándole vueltas a las historias que tengo entre manos para mejorarlas y afinarlas al máximo.

¿Algún autor/a con quien te hayan comparado y que te haya hecho sentirte abrumado?

Me avergüenza decirlo, pero alguna vez me han comparado con Cormac McCarthy y con Carlos Ruiz Zafón. Obviamente, las comparaciones siempre se hacen con personas que están muy por encima del sujeto comparativo, de ahí que entienda que se refieren más a que pueden ver mis influencias en lo que escribo que al hecho de que yo me halle al nivel de semejantes leyendas.

En un tiempo donde la imagen lo devora casi todo, ¿qué lugar crees que sigue ocupando la literatura en la vida contemporánea?

Por desgracia, cada vez menos. Hace poco, durante el apagón, mi vecino me dijo en tono distendido: «¿Y ahora qué vamos a hacer, sin tele, sin Netflix, sin internet y sin nada de nada?», a lo que yo le respondí en idéntico tono: «¡Leer más libros!».

Desafortunadamente, la cultura lleva años en decadencia y que jamás en toda la historia hubo tanta gente orgullosa, y que incluso presumiese, de no haberse leído un libro en toda su vida. Yo lo llamo idiocracia, aunque soy un poco misántropo, así que no me hagas mucho caso.

Imagina que esta entrevista la escucha alguien que aún no se anima a escribir, que cree que no tiene nada que decir. ¿Qué le dirías?

Que venza el miedo y que lo haga, porque si no lo hace, esa idea, esa historia y, lo que es más importante, esa lección de vida, morirá con ella. Y, regresando una vez más a la sacralidad a la que me he referido anteriormente, esa historia no pertenece al escritor; este es solo una herramienta. Por tanto, no tienes derecho a dejarla morir en tu mente o en el fondo de un cajón.

Por último, ¿qué estás escribiendo ahora o qué proyecto tienes entre manos que te ilusione compartir?

Me hallo metido de lleno en la escritura de un relato corto a cuatro manos, en la escritura de una adaptación de un relato corto a novela y otra novela más que parte desde cero —aunque ya tengo toda la escaleta terminada—, pero de la que necesito documentarme a conciencia. Por otro lado, estamos preparando la que será la tercera temporada de nuestro podcast Voces de Metrópolis y también metido de lleno con mi banda, El Vigía, en el proceso de grabación de un disco. Así que, como puedes comprobar, no paro.

Fue un placer charlar contigo, Sebastián. Tus palabras tienen la cualidad de no dejar indiferente, y eso en estos tiempos, tan saturado, tan rápido, de tanto ruido, es un atributo hermoso y valiente. Gracias por compartir tu experiencia como escritor con nosotros.

Ya sabes que el placer es mío, que te aprecio y te admiro. Gracias a ti y a todos tus lectores.

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