Hoy tenemos en Mi experiencia como escritor a Homero Carvalho Oliva, un autor que escribe desde el corazón del mundo. Nacido en las tierras amazónicas de Bolivia, su voz literaria ha viajado por cuentos, poemas y novelas como un río que no se detiene, cargado de símbolos, de memoria y de humanidad.
Homero
no solo escribe: convoca. Convoca a los ancestros, a los mitos, a los paisajes
de su infancia y a los silencios que habitan entre las palabras. Ha sido
reconocido en múltiples países, premiado en géneros tan distintos como la
poesía y la narrativa, y leído por quienes buscan algo más que entretenimiento:
buscan verdad, belleza y raíz.
Pero más
allá del prestigio, su literatura se ha convertido en un espacio donde la
memoria se hace carne, donde lo ancestral y lo íntimo conviven, donde Bolivia
no es solo un país, sino una forma de mirar el mundo.
¿Qué es para
ti la escritura?
Es el mayor invento de la humanidad,
convirtió el pensamiento en palabra, y la palabra en signo: el ser humano la
codificó para que pueda ser descifrada en la lectura. Así nació la escritura,
la gran alquimia del conocimiento; proyectó lo invisible y lo hizo eterno.
Gracias a este hechizo de símbolos, pudimos legar ideas, traspasar el tiempo,
construir memoria. Escribir fue, y es, la mayor revolución: pensar… y dejar que
otros también piensen. Es lo que nos hace humanos.
¿Qué aporta
la poesía a tu vida?
La poesía es el sexto sentido, el que
ordena y da sentido a los otros. Es el idioma al interior del idioma, porque
cuando escribes un poema tiene que parecer que estás creando el mundo. La
poesía es Dios o Diosa y nos hace su personaje en el poema. El fin de la poesía
es recordarnos que somos humanos. En mi caso, la filosofía me ayuda a hacer las
preguntas y la poesía a responderlas.
¿Cómo ha
evolucionado tu estilo desde tus inicios a principios de la década de los 80
con Biografía de un otoño, una colección de cuentos que marca tu debut
narrativo, hasta Reconstrucción del vuelo, uno de tus poemarios más recientes,
elogiado por el público y la crítica?
Empecé escribiendo en la década de
los setenta, en plena dictadura militar, así que mis cuentos pretendían
denunciar injusticias; con la recuperación de la democracia en 1982 busqué
otros registros, quizá más intimistas, descubrí la ciencia ficción; con el
nuevo milenio fui seducido por la poesía y me dejé amar y la amé con toda la
pasión de un enamorado de la palabra. Luego descubrí la filosofía y mi
literatura se enriqueció. El ejemplo más emblemático es el poemario
Reconstrucción del vuelo, que en un principio se llamó Ornitosofía (una especie
de manual de la filosofía del vuelo de los pájaros); con ese título fue
finalista del premio Pilar Fernández Labrador, de España, hace unos años.
¿Recuerdas
el momento o la edad en que supiste que ibas a dedicar tu vida a la literatura?
Empecé de niño, porque
soy tartamudo y la escritura me permitía contar aquello que no podía hacerlo
verbalmente. Tengo un nombre que me predispuso a la literatura, y también
anunció mi destino, porque las crónicas aseguran que su origen proviene de una
deformación jónica del eólico “homaros”, que quiere decir rehén, y
yo soy rehén de los que me habitan, que son
los que cuentan historias; son inquilinos de
mi alma y yo les cobro el alquiler.
¿Qué
lecturas consideras esenciales en tu formación como escritor?
En el cuento me considero
hijo ilegítimo de Antón Chejov, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Augusto
Céspedes, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez; en la novela soy un río
tributario de Mario Vargas Llosa, Peter Handke, William Faulkner, Antonio
Tabucchi y Juan Rulfo, por supuesto. En la poesía hay varios poetas que me
ayudaron a encontrar mi propia voz: Walt Whitman, Pablo Neruda, Alejandra
Pizarnik y Óscar Cerruto. Y, por supuesto, otros que tal vez ni imagino, pero
que tienen su altar en la ingratitud de mi frágil memoria; incluso los que no
he leído, que son parte
de la literatura nacional y universal, porque la literatura es todo eso.
¿Qué
libro tuyo sientes que te “escribió a ti” más de lo que tú lo escribiste a él?
Un libro titulado Los
Reinos Dorados, que rescata las civilizaciones de Moxos,
que me permitió ser
invitado a muchos festivales internacionales de poesía y un poema, Los abuelos,
que está en mi libro Bautizar la ausencia. Los Reinos Dorados ha sido objeto de
tesis de maestría y doctorados. Las doctoras Gisela Reis y Cristina Ramalho
escribieron un ensayo comparándolo con el libro Poema de Chile, de Gabriela
Mistral. Para cualquier escritor que lo comparen con un premio Nobel, es una gran satisfacción.
Fui invitado por la
Editorial Visor de España como editor y compilador, hice la selección de poetas
bolivianos y el estudio introductorio. Me sorprendió gratamente leer el
destaque que hace de la antología que edité para Visor, la más prestigiosa
editorial de poesía de España; Coco señala: “Finalmente, la poesía boliviana gana mayor visibilidad en nuestro
continente gracias a la antología de Homero Carvalho, titulada La poesía del siglo XX en Bolivia,
publicada en 2015 por la editorial española Visor, insertada en la serie
"La Estafeta del Viento", que nació con el propósito de divulgar, a
través de una serie de selecciones atendidas por expertos del tema de la poesía
latinoamericana, en toda su diversidad y vitalidad, poco conocida incluso, en
su madre España. Carvalho hace una elección de treinta y dos poetas, que se
abre con Adela Zamudio (1854-1928) y terminando con la joven Elvira Espejo
Ayca, nacida en 1981. Casi la mitad de los autores que consideró están muertos
y sólo diez son nombres en común con la
antología actual que incluye la misma cantidad de poetas que Carvalho”. Y es
cierto: coincidimos en el número de poetas incluidos, treinta y dos; en mi caso, la exigencia
de la editorial fue que la mayoría fueran canónicos, es decir, con obra ya concluida y convertidos en clásicos de la
poesía boliviana. Los otros deberían ser
contemporáneos, vivos, y en esta parte coincidimos con diez nombres de poetas, tal como lo menciona Coco. Esto me enorgullece. No me
equivoqué en elegirlos para mi antología, en la que yo no tenía chance de
incluir a otros, que Emilio sí lo hizo porque
se trata de treinta y dos poetas vivos cuyas obras ya han trascendido incluso
nuestras fronteras. Gracias a esta antología,
la poesía boliviana está en las librerías del mundo.
Has
ganado premios en cuento, poesía y novela. ¿Qué te aporta cada género que no
encuentras en los otros?
He tenido la suerte, –ese
otro nombre con el que a veces la Divinidad se nos revela– de ganar premios en todos los géneros
tanto en Bolivia como en el exterior y de que críticos y escritores de muchos
países se hayan ocupado de mi obra. Creo que, por alguna razón —aún desconocida para mí, pero que tampoco me interesa
entender porque hay misterios que es mejor
dejarlos así—. En realidad, o irrealidad, soy uno en todos los géneros, en las novelas está el
cuentista, en mis cuentos está el poeta y en mis versos está el narrador y en
todos ellos se encuentra el microficcionista.
Pregunta
comprometida: Si tuvieras que elegir quedarte con uno de los tres, ¿cuál sería
y por qué?
Creo que la poesía,
porque es un lugar
imaginario, con imágenes verdaderas. Es algo que sucede cuando Dios y el Diablo
se descuidan y nos dejan ser humanos, solitarios ante el cosmos. Para mí, escribir poesía es hacerle el amor al lenguaje; la poesía
seduce a los fantasmas de las palabras y los revela en una indiscreta epifanía.
Cuando escribo poesía, sucede que, si escribo
Río, me llueven peces. La poesía es el viaje, nunca el destino, porque es
conocimiento y el conocimiento es infinito;
por eso cada poema escrito es un verso en el libro
de los días que se viene escribiendo desde la creación de los mundos.
Mi enhorabuena por ser invitado especial en la Feria Internacional del libro de Ayacucho del presente año. Me gustaría que me hablases sobre tu experiencia en otros eventos literarios.
El año pasado estuve
en el Encuentro de poetas iberoamericanos que se celebra en salamanca, España y
luego en Madrid presenté la edición española de mi novela santo Vituperio, la
décimo segunda edición, publicada por Editorial BGR.
Soy de los que cree en la
literatura boliviana; creo que siempre hemos tenido escritores y poetas de gran
calidad literaria. He leído a todos los clásicos nacionales y vuelvo con
frecuencia a algunos de ellos. Nunca he dejado de leer literatura boliviana; intento estar al día con los autores, labor cada vez más
difícil porque en Bolivia se publica mucho. Me parece interesante porque es una
literatura de calidad, novedosa, osada y de exportación. Por eso mismo, hace
algunos años, creé una página para difundir a nuestros escritores y en la
actualidad tengo un canal TikToK en el que habló de escritores, vida y obra.
¿Autores
que destacarías en el panorama actual boliviano?
En poesía: Gigia
Talarico, Jessica Freudenthal, Vilma Tapia, Lucía Carvalho y Marcia Mendieta.
En novela: Sisinia Anze, Ramón Rocha, Gonzalo Lema, Magela Baudoin. En cuento:
Eliana Soza, Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Hasbum.
Solo
hay que adentrarse en tus perfiles en redes sociales para darse cuenta de que
eres un gran promotor de autores y autoras bolivianos. Además de escribir, ¿por
qué es tan importante para ti fomentar que otros sean leídos?
Lo hago como una muestra
de gratitud. Cuando publiqué mi primer libro, Biografía de un otoño (1983), era un joven desconocido y
con muchas ganas de escribir. A las pocas semanas de su aparición, don Julio de
la Vega, un gran escritor a quien yo no conocía personalmente, pero sí por sus novelas, publicó en el suplemento Semana, del
vespertino Última Hora, un generoso comentario
y me dio el impulso que necesitaba para creer
en mí mismo; tiempo después, Jesús Urzagasti,
otro gran escritor y poeta, reseñó mi libro en el mítico suplemento Presencia Literaria. En agradecimiento a ellos y a otros escritores como Gaby
Vallejo y Adolfo Cáceres, que me enseñaron a ser generoso con los jóvenes
escritores y poetas es que los ayudo en lo que puedo: comentando sus obras,
promocionándolos en las redes, estableciendo contactos con otros escritores, es
decir, que sientan que alguien los apoya.
¿Cómo
dialoga el paisaje boliviano con tu obra?
Es protagonista de cada
una de mis obras. En algunas novelas están presentes los paisajes urbanos de
ciudades bolivianas: calles, plazas, avenidas, edificios emblemáticos
referencias urbanas; en los poemarios la naturaleza amazónica o magnificencia
de las montañas de Los Andes. Los seres humanos somos el paisaje que nos vio
crecer y nos habita.
A
lo largo de tu carrera has logrado plasmar la riqueza de la tradición oral, la
mitología y las realidades sociales de Bolivia. Me gustaría que me
hablases de la importancia de la identidad en la obra de cualquier autor.
Hace ñawpas en Abya Yala, tierra madura,
rebautizada América por los colonizadores, mucho antes de que la piedra fuera labrada, que los ríos de la llanura
amazónica fueran domesticados y que los valles florecieran en quinua y tarwi,
estaban las voces de nuestros ancestros. Voces de los temores creadores de
dioses, convocando la vida de aquellos que dejarían sus huellas enterradas en
ciudades olvidadas en el altiplano, en viejos tejidos depurados en los valles y
en antiquísimas vasijas de cerámica en los llanos. Estaban las voces de los que
fuimos, esperando por los que vienen, aguardando a los guaraníes, a los
movimas, a los gwarayos, a los aymaras, a los incas, a los urus y chipayas y a
los numerosos ayllus de las montañas y a los grandes señoríos de los Pacajes. A
los cientos de pueblos que poblaron los Moxos y construyeron la civilización de
la llanura y a los navegantes de todos los ríos, lagos y arroyuelos. Voces de
los sin nombre que deambulan por las ciudades buscando sus sombras para reencontrarse.
Voces del tiempo de Tunupa y Tumpa, de la serpiente y del jaguar, de la vicuña
y del tigre, que fueron dioses y divinidades que los hombres y mujeres adoraron
tanto como la simiente de sus vientres.
Lo mismo podríamos decir de sus
alegorías míticas con representación animal, que, como en la babilónica, sus dioses eran representados como león o toro; la egipcia
con Anubis, el chacal o el buey Apis, y la
griega con Afrodita en cisne o Zeus en águila. En Tierras bajas muchas de las
etnias comparten la misma rama lingüística y sus usos, costumbres, mitologías,
mitografías y cosmovisiones son semejantes. La religión para ellos, así como
para los habitantes de Tierras Altas, no era
abstracta ni conceptual, sino basada en una
profunda comunión con la naturaleza, en la que los ritos mágicos formaban parte
de la cotidianidad.
Con la Colonización ciertos mitos se
transformaron y llegaron algunas leyendas que se repiten por toda la América Latina, como la
Llorona, la Viudita, el Caballo del Diablo y otros que son entidades
fantasmagóricas con tendencias demoníacas.
Además de los seres sobrenaturales y criaturas fabulosas, hemos incorporado en
esta muestra a plantas, flores y lugares sagrados que configuran la identidad
de cada una de las naciones indígenas de Bolivia y que, en algún momento de
nuestra existencia, formaron parte, y forman
parte, de nuestros más íntimos temores y esperanzas. La República y la
modernidad también crearon sus propios mitos y leyendas que tienen que ver con
figuras políticas, algunas de ellas convertidas en presencias míticas de santos
populares que obran milagros entre sus devotos.
Tienes una obra titulada Seres sobrenaturales y mágicos de Bolivia (2011), me interesa que profundicemos un poco más en ella, por favor.
Los pueblos no pueden
vivir sin sus mitos y sin sus leyendas, porque son una prolongación de sus
relaciones sociales; por eso es que nunca tenemos que olvidar a nuestros seres
sobrenaturales y mágicos, benignos o malignos, que heredamos como un legado
para el futuro, porque cuando el último de ellos desaparezca, nuestra sensibilidad espiritual, nuestra humanidad, se
habrá ido con ellos. Así pues, los mitos y las leyendas, el universo
sobrenatural, se confunden en el tiempo, el espacio y los seres humanos, y es en la fiesta de los pueblos, tanto de tierras altas
como de tierras bajas, donde lo mítico se vuelve presente y encuentra su
ritualidad cotidiana. Seres humanos-naturaleza-mundo espiritual es una trinidad
indisoluble. El retorno a la espiritualidad, a la cosmovisión originaria, a la
ritualidad de la vida y de la muerte, recrea la identidad que emerge de la
revalorización de nuestros pueblos indígenas. Así el ritual se transforma en la
sacramentalización de las creencias y la explicación de los fenómenos naturales, y los fenómenos internos vuelven a su dimensión espiritual
primigenia.
En
tus cuentos hay una tensión entre lo real y lo onírico. De hecho, la palabra
“sueño” circunda tu obra y es la protagonista de varios de tus títulos. ¿Qué
lugar ocupa el sueño en tu literatura?
A veces, extranjero en mi
propio cuerpo, tengo sueños en los que ingreso al vientre de un animal y
naufrago en su sangre caliente. Mientras la recorro, como si fuera Odiseo en su nave, creo escuchar
la voz agua de la anciana indígena, como si fuera una sirena, lanzando
invocaciones al viento, para que los árboles y el cielo escuchen su ruego; las
palabras me suenan familiares y, sin embargo, no puedo recordarlas cuando
despierto. Es como si el huésped, que soy yo
mismo, saliera al día desde su corazón y solamente escuchara el latido de su
piel acariciando mis ojos. La veo en mis huesos, ella está allí, en la profunda
melancolía de mi dolor primigenio. Esas palabras son un mantra cuando las
necesito y acuden a mí en el sueño nocturno.
¿Cuánto
de Homero hay en tus personajes? ¿Y cuánto de tus personajes se te ha quedado
impregnado a ti?
Creo que mucho o poco de
lo que somos se filtra en nuestros personajes y, con el tiempo, uno también
recibe algo o mucho de los personajes que creó; acaso eso justifica nuestra esquizofrenia.
¿Tienes alguna rutina de escritor que no pueda faltar a la hora de darle rienda suelta a
tu proceso creativo?
Dicen
que Víctor Hugo escribía desnudo, Hemingway de pie, Edgar Allan Poe con su gato
sobre el hombro, James Joyce acostado boca abajo. Sé que algunos necesitan de
lugares especiales, cabañas en la montaña o frente al mar; yo, lo único que
necesito es saber que ya tengo la historia en mi mente y la escribo así haya
gente a mi alrededor o llegue el apocalipsis. Escribo porque no sé vivir sin
hacerlo. Honorato de Balzac tomaba hasta cincuenta tazas de café y afirmaba que
la literatura es un oficio de nalgas, que hay que sentarse y escribir; así es y
cuando la escritura nos posee no hay excusa válida.
Cuando empecé a escribir, en el siglo pasado,
solamente necesitaba una hoja de papel y bolígrafo, luego una máquina de
escribir (aún guardo la que mi madre me obsequió en el año 1970), ahora escribo
directamente en computadora, sin embargo, tomo apuntes en hojas sueltas, en mi
teléfono, en servilletas, en páginas en blanco de los libros que leo (aunque
sea una herejía, lo hago cuando no hay más alternativa).
La
memoria juega un papel muy importante en tu obra. ¿Dirías que el olvido
también? ¿Hasta qué punto merece la pena aprender a olvidar?
Sin duda alguna, creo que
el futuro de la literatura boliviana está en el pasado que aún no hemos logrado
desentrañar. Somos un país por escribir. Los seres humanos somos producto del
olvido, sería imposible vivir con la carga de los errores o los aciertos del
pasado. Seríamos infelices, porque no habría el vacío tan necesario para crear.
Si
tuvieras que elegir un verso, un cuento o un fragmento tuyo que te represente
ante un lector que no te conoce, ¿cuál sería?
Mi poema titulado "Tornaviaje".
Tornaviaje
¿Quién es?
No
es nadie, solo soy yo.
Tal vez me queden muchas preguntas por hacerles
a los caminos; pero ya me han respondido las necesarias y ya sé que somos lo
que caminamos, así que, cuando aparezca un nuevo camino, sabré que estoy frente
a un espejo y cargaré con tinta azul marina mi antigua plumafuente, para contar
de los seres de palabras que encuentre en la travesía; yendo y viniendo de la
memoria a la escritura, seguiré contando historias. He caminado hasta mi alma y
ahora sé que mi alma puede soñar con mi cuerpo, y aunque mi cuerpo quede
sedentario, mi alma seguirá siendo nómada. He reconocido que la voz interior
que me acompaña desde mi niñez, cuando la creía un amigo imaginario, lo hará
para siempre y ella me ha enseñado a verbalizar el sustantivo esencia para
“esencializar” la palabra. Me he apropiado de mi espacio, he encontrado mis
raíces y una renovada melodía oral me despierta por las mañanas; ahora sé que
pertenezco a los que me aman. Las palabras fueron el viaje y la poesía, el
retorno.
(De
Diario de los caminos)
¿Qué opinas del rol del escritor en una sociedad que parece estar centrada en otro tipo de impulsos y satisfacciones mucho más inmediatos y certeros?
El escritor ofrece
profundidad frente a la superficialidad, pausa frente al vértigo,
cuestionamiento frente a la aceptación automática. Aunque su audiencia tal vez
no sea masiva, cumple una función esencial: conservar y renovar el pensamiento
crítico, explorar las complejidades humanas y emocionales que no caben en un
tuit ni en una historia de Instagram. En este contexto, el escritor ya no es
(si alguna vez lo fue) un oráculo social, sino una especie de resistencia:
alguien que desafía la lógica de lo inmediato con el poder de lo duradero. Su
tarea no es seguir el pulso de la época, sino, a veces, ir en contra de él,
para recordarnos que hay otras formas de entender el tiempo, la verdad y el
sentido.
Creo que estamos viviendo un periodo
de nuevos desafíos, la literatura tiene que competir con el cine, la
televisión, los videojuegos, el deporte masivo, las drogas, en fin… y se nutre
de todo para lograr la atención de los lectores. Creo que estamos pasando un
buen momento y que estamos descubriendo las literaturas indígenas,
especialmente en Latinoamérica.
¿Qué
consejo darías a los jóvenes que sienten que en la escritura está la respuesta
a sus inquietudes?
Les diría, desde mi
propia experiencia, que si sienten que la escritura les da sentido, que si ahí
encuentran consuelo, dirección o simplemente un espacio donde pueden ser
verdaderamente ellos mismos, no lo duden: sigan escribiendo. No esperen permiso
ni validación externa. La escritura no siempre da respuestas claras, pero sí
abre preguntas fundamentales, y a veces eso es mucho más valioso. También les
diría que escriban con honestidad, que no traten de imitar lo que está de moda
ni busquen gustar a todos. La voz propia se construye con el tiempo, a fuerza
de escribir, equivocarse, leer mucho y vivir con atención. La escritura no es
un atajo, es un camino largo, exigente, pero profundamente transformador.
Por último, les aconsejaría que no
se aíslen. Compartir lo que uno escribe, escuchar otras voces, formar parte de
una comunidad de lectores y escritores, es tan importante como el acto íntimo
de sentarse a escribir. La escritura nace en soledad, sí, pero crece en el
encuentro.
Gracias, Homero, por esta conversación tan amena, sembrada de verdades, memorias y palabras que laten. Ha sido un verdadero honor que hayas aceptado mi invitación de pasar por este humilde espacio. Tienes tu casa en Mi experiencia como escritor.
Un placer, Leo.
Gracias, muchas gracias, por la entrevista. Un abrazo
ResponderEliminarAdemás de haber sido un placer, es más que un honor :-)
EliminarOtro abrazo de vuelta
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