lunes, junio 02, 2025

10 PREGUNTAS a Homero Carvalho Oliva - Versión escrita

Hoy tenemos en Mi experiencia como escritor a Homero Carvalho Oliva, un autor que escribe desde el corazón del mundo.  Nacido en las tierras amazónicas de Bolivia, su voz literaria ha viajado por cuentos, poemas y novelas como un río que no se detiene, cargado de símbolos, de memoria y de humanidad.

Homero no solo escribe: convoca. Convoca a los ancestros, a los mitos, a los paisajes de su infancia y a los silencios que habitan entre las palabras. Ha sido reconocido en múltiples países, premiado en géneros tan distintos como la poesía y la narrativa, y leído por quienes buscan algo más que entretenimiento: buscan verdad, belleza y raíz.

Pero más allá del prestigio, su literatura se ha convertido en un espacio donde la memoria se hace carne, donde lo ancestral y lo íntimo conviven, donde Bolivia no es solo un país, sino una forma de mirar el mundo.

¿Qué es para ti la escritura?

Es el mayor invento de la humanidad, convirtió el pensamiento en palabra, y la palabra en signo: el ser humano la codificó para que pueda ser descifrada en la lectura. Así nació la escritura, la gran alquimia del conocimiento; proyectó lo invisible y lo hizo eterno. Gracias a este hechizo de símbolos, pudimos legar ideas, traspasar el tiempo, construir memoria. Escribir fue, y es, la mayor revolución: pensar… y dejar que otros también piensen. Es lo que nos hace humanos.

¿Qué aporta la poesía a tu vida?

La poesía es el sexto sentido, el que ordena y da sentido a los otros. Es el idioma al interior del idioma, porque cuando escribes un poema tiene que parecer que estás creando el mundo. La poesía es Dios o Diosa y nos hace su personaje en el poema. El fin de la poesía es recordarnos que somos humanos. En mi caso, la filosofía me ayuda a hacer las preguntas y la poesía a responderlas. 

¿Cómo ha evolucionado tu estilo desde tus inicios a principios de la década de los 80 con Biografía de un otoño, una colección de cuentos que marca tu debut narrativo, hasta Reconstrucción del vuelo, uno de tus poemarios más recientes, elogiado por el público y la crítica?

Empecé escribiendo en la década de los setenta, en plena dictadura militar, así que mis cuentos pretendían denunciar injusticias; con la recuperación de la democracia en 1982 busqué otros registros, quizá más intimistas, descubrí la ciencia ficción; con el nuevo milenio fui seducido por la poesía y me dejé amar y la amé con toda la pasión de un enamorado de la palabra. Luego descubrí la filosofía y mi literatura se enriqueció. El ejemplo más emblemático es el poemario Reconstrucción del vuelo, que en un principio se llamó Ornitosofía (una especie de manual de la filosofía del vuelo de los pájaros); con ese título fue finalista del premio Pilar Fernández Labrador, de España, hace unos años.

¿Recuerdas el momento o la edad en que supiste que ibas a dedicar tu vida a la literatura?

Empecé de niño, porque soy tartamudo y la escritura me permitía contar aquello que no podía hacerlo verbalmente. Tengo un nombre que me predispuso a la literatura, y también anunció mi destino, porque las crónicas aseguran que su origen proviene de una deformación jónica del eólico “homaros”, que quiere decir rehén, y yo soy rehén de los que me habitan, que son los que cuentan historias; son inquilinos de mi alma y yo les cobro el alquiler.

¿Qué lecturas consideras esenciales en tu formación como escritor?

En el cuento me considero hijo ilegítimo de Antón Chejov, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Augusto Céspedes, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez; en la novela soy un río tributario de Mario Vargas Llosa, Peter Handke, William Faulkner, Antonio Tabucchi y Juan Rulfo, por supuesto. En la poesía hay varios poetas que me ayudaron a encontrar mi propia voz: Walt Whitman, Pablo Neruda, Alejandra Pizarnik y Óscar Cerruto. Y, por supuesto, otros que tal vez ni imagino, pero que tienen su altar en la ingratitud de mi frágil memoria; incluso los que no he leído, que son parte de la literatura nacional y universal, porque la literatura es todo eso.   

¿Qué libro tuyo sientes que te “escribió a ti” más de lo que tú lo escribiste a él?

Un libro titulado Los Reinos Dorados, que rescata las civilizaciones de Moxos,
que me permitió ser invitado a muchos festivales internacionales de poesía y un
poema, Los abuelos, que está en mi libro Bautizar la ausencia. Los Reinos Dorados ha sido objeto de tesis de maestría y doctorados. Las doctoras Gisela Reis y Cristina Ramalho escribieron un ensayo comparándolo con el libro Poema de Chile, de Gabriela Mistral. Para cualquier escritor que lo comparen con un premio Nobel, es una gran satisfacción.

Me gustaría que, por favor, me hablases de la obra La Poesía del S.XX en Bolivia. Antología esencial (La estafeta del viento de la Editorial Visor Libros), y el papel que desempeñas en ella.

Fui invitado por la Editorial Visor de España como editor y compilador, hice la selección de poetas bolivianos y el estudio introductorio. Me sorprendió gratamente leer el destaque que hace de la antología que edité para Visor, la más prestigiosa editorial de poesía de España; Coco señala: “Finalmente, la poesía boliviana gana mayor visibilidad en nuestro continente gracias a la antología de Homero Carvalho, titulada La poesía del siglo XX en Bolivia, publicada en 2015 por la editorial española Visor, insertada en la serie "La Estafeta del Viento", que nació con el propósito de divulgar, a través de una serie de selecciones atendidas por expertos del tema de la poesía latinoamericana, en toda su diversidad y vitalidad, poco conocida incluso, en su madre España. Carvalho hace una elección de treinta y dos poetas, que se abre con Adela Zamudio (1854-1928) y terminando con la joven Elvira Espejo Ayca, nacida en 1981. Casi la mitad de los autores que consideró están muertos y sólo diez son nombres en común con la antología actual que incluye la misma cantidad de poetas que Carvalho”. Y es cierto: coincidimos en el número de poetas incluidos, treinta y dos; en mi caso, la exigencia de la editorial fue que la mayoría fueran canónicos, es decir, con obra ya concluida y convertidos en clásicos de la poesía boliviana. Los otros deberían ser contemporáneos, vivos, y en esta parte coincidimos con diez nombres de poetas, tal como lo menciona Coco. Esto me enorgullece. No me equivoqué en elegirlos para mi antología, en la que yo no tenía chance de incluir a otros, que Emilio lo hizo porque se trata de treinta y dos poetas vivos cuyas obras ya han trascendido incluso nuestras fronteras. Gracias a esta antología, la poesía boliviana está en las librerías del mundo.

Has ganado premios en cuento, poesía y novela. ¿Qué te aporta cada género que no encuentras en los otros?

He tenido la suerte, –ese otro nombre con el que a veces la Divinidad se nos revela– de ganar premios en todos los géneros tanto en Bolivia como en el exterior y de que críticos y escritores de muchos países se hayan ocupado de mi obra. Creo que, por alguna razón aún desconocida para mí, pero que tampoco me interesa entender porque hay misterios que es mejor dejarlos así—. En realidad, o irrealidad, soy uno en todos los géneros, en las novelas está el cuentista, en mis cuentos está el poeta y en mis versos está el narrador y en todos ellos se encuentra el microficcionista.


Pregunta comprometida: Si tuvieras que elegir quedarte con uno de los tres, ¿cuál sería y por qué?

Creo que la poesía, porque es un lugar imaginario, con imágenes verdaderas. Es algo que sucede cuando Dios y el Diablo se descuidan y nos dejan ser humanos, solitarios ante el cosmos. Para mí, escribir poesía es hacerle el amor al lenguaje; la poesía seduce a los fantasmas de las palabras y los revela en una indiscreta epifanía. Cuando escribo poesía, sucede que, si escribo Río, me llueven peces. La poesía es el viaje, nunca el destino, porque es conocimiento y el conocimiento es infinito; por eso cada poema escrito es un verso en el libro de los días que se viene escribiendo desde la creación de los mundos.

Mi enhorabuena por ser invitado especial en la Feria Internacional del libro de Ayacucho del presente año. Me gustaría que me hablases sobre tu experiencia en otros eventos literarios.

El año pasado estuve en el Encuentro de poetas iberoamericanos que se celebra en salamanca, España y luego en Madrid presenté la edición española de mi novela santo Vituperio, la décimo segunda edición, publicada por Editorial BGR.

¿De qué tipo de salud goza hoy por hoy la literatura boliviana?

Soy de los que cree en la literatura boliviana; creo que siempre hemos tenido escritores y poetas de gran calidad literaria. He leído a todos los clásicos nacionales y vuelvo con frecuencia a algunos de ellos. Nunca he dejado de leer literatura boliviana; intento estar al día con los autores, labor cada vez más difícil porque en Bolivia se publica mucho. Me parece interesante porque es una literatura de calidad, novedosa, osada y de exportación. Por eso mismo, hace algunos años, creé una página para difundir a nuestros escritores y en la actualidad tengo un canal TikToK en el que habló de escritores, vida y obra.

¿Autores que destacarías en el panorama actual boliviano?

En poesía: Gigia Talarico, Jessica Freudenthal, Vilma Tapia, Lucía Carvalho y Marcia Mendieta. En novela: Sisinia Anze, Ramón Rocha, Gonzalo Lema, Magela Baudoin. En cuento: Eliana Soza, Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Hasbum.

Solo hay que adentrarse en tus perfiles en redes sociales para darse cuenta de que eres un gran promotor de autores y autoras bolivianos. Además de escribir, ¿por qué es tan importante para ti fomentar que otros sean leídos?

Lo hago como una muestra de gratitud. Cuando publiqué mi primer libro, Biografía de un otoño (1983), era un joven desconocido y con muchas ganas de escribir. A las pocas semanas de su aparición, don Julio de la Vega, un gran escritor a quien yo no conocía personalmente, pero por sus novelas, publicó en el suplemento Semana, del vespertino Última Hora, un generoso comentario y me dio el impulso que necesitaba para creer en mismo; tiempo después, Jesús Urzagasti, otro gran escritor y poeta, reseñó mi libro en el mítico suplemento Presencia Literaria. En agradecimiento a ellos y a otros escritores como Gaby Vallejo y Adolfo Cáceres, que me enseñaron a ser generoso con los jóvenes escritores y poetas es que los ayudo en lo que puedo: comentando sus obras, promocionándolos en las redes, estableciendo contactos con otros escritores, es decir, que sientan que alguien los apoya.

¿Cómo dialoga el paisaje boliviano con tu obra?

Es protagonista de cada una de mis obras. En algunas novelas están presentes los paisajes urbanos de ciudades bolivianas: calles, plazas, avenidas, edificios emblemáticos referencias urbanas; en los poemarios la naturaleza amazónica o magnificencia de las montañas de Los Andes. Los seres humanos somos el paisaje que nos vio crecer y nos habita.

A lo largo de tu carrera has logrado plasmar la riqueza de la tradición oral, la mitología y las realidades sociales de Bolivia. Me gustaría que me hablases de la importancia de la identidad en la obra de cualquier autor.

Hace ñawpas en Abya Yala, tierra madura, rebautizada América por los colonizadores, mucho antes de que la piedra fuera labrada, que los ríos de la llanura amazónica fueran domesticados y que los valles florecieran en quinua y tarwi, estaban las voces de nuestros ancestros. Voces de los temores creadores de dioses, convocando la vida de aquellos que dejarían sus huellas enterradas en ciudades olvidadas en el altiplano, en viejos tejidos depurados en los valles y en antiquísimas vasijas de cerámica en los llanos. Estaban las voces de los que fuimos, esperando por los que vienen, aguardando a los guaraníes, a los movimas, a los gwarayos, a los aymaras, a los incas, a los urus y chipayas y a los numerosos ayllus de las montañas y a los grandes señoríos de los Pacajes. A los cientos de pueblos que poblaron los Moxos y construyeron la civilización de la llanura y a los navegantes de todos los ríos, lagos y arroyuelos. Voces de los sin nombre que deambulan por las ciudades buscando sus sombras para reencontrarse. Voces del tiempo de Tunupa y Tumpa, de la serpiente y del jaguar, de la vicuña y del tigre, que fueron dioses y divinidades que los hombres y mujeres adoraron tanto como la simiente de sus vientres.

Lo mismo podríamos decir de sus alegorías míticas con representación animal, que, como en la babilónica, sus dioses eran representados como león o toro; la egipcia con Anubis, el chacal o el buey Apis, y la griega con Afrodita en cisne o Zeus en águila. En Tierras bajas muchas de las etnias comparten la misma rama lingüística y sus usos, costumbres, mitologías, mitografías y cosmovisiones son semejantes. La religión para ellos, así como para los habitantes de Tierras Altas, no era abstracta ni conceptual, sino basada en una profunda comunión con la naturaleza, en la que los ritos mágicos formaban parte de la cotidianidad.

Con la Colonización ciertos mitos se transformaron y llegaron algunas leyendas que se repiten por toda la América Latina, como la Llorona, la Viudita, el Caballo del Diablo y otros que son entidades fantasmagóricas con tendencias demoníacas. Además de los seres sobrenaturales y criaturas fabulosas, hemos incorporado en esta muestra a plantas, flores y lugares sagrados que configuran la identidad de cada una de las naciones indígenas de Bolivia y que, en algún momento de nuestra existencia, formaron parte, y forman parte, de nuestros más íntimos temores y esperanzas. La República y la modernidad también crearon sus propios mitos y leyendas que tienen que ver con figuras políticas, algunas de ellas convertidas en presencias míticas de santos populares que obran milagros entre sus devotos.

Tienes una obra titulada Seres sobrenaturales y mágicos de Bolivia (2011), me interesa que profundicemos un poco más en ella, por favor.

Los pueblos no pueden vivir sin sus mitos y sin sus leyendas, porque son una prolongación de sus relaciones sociales; por eso es que nunca tenemos que olvidar a nuestros seres sobrenaturales y mágicos, benignos o malignos, que heredamos como un legado para el futuro, porque cuando el último de ellos desaparezca, nuestra sensibilidad espiritual, nuestra humanidad, se habrá ido con ellos. Así pues, los mitos y las leyendas, el universo sobrenatural, se confunden en el tiempo, el espacio y los seres humanos, y es en la fiesta de los pueblos, tanto de tierras altas como de tierras bajas, donde lo mítico se vuelve presente y encuentra su ritualidad cotidiana. Seres humanos-naturaleza-mundo espiritual es una trinidad indisoluble. El retorno a la espiritualidad, a la cosmovisión originaria, a la ritualidad de la vida y de la muerte, recrea la identidad que emerge de la revalorización de nuestros pueblos indígenas. Así el ritual se transforma en la sacramentalización de las creencias y la explicación de los fenómenos naturales, y los fenómenos internos vuelven a su dimensión espiritual primigenia.

En tus cuentos hay una tensión entre lo real y lo onírico. De hecho, la palabra “sueño” circunda tu obra y es la protagonista de varios de tus títulos. ¿Qué lugar ocupa el sueño en tu literatura?

A veces, extranjero en mi propio cuerpo, tengo sueños en los que ingreso al vientre de un animal y naufrago en su sangre caliente. Mientras la recorro, como si fuera Odiseo en su nave, creo escuchar la voz agua de la anciana indígena, como si fuera una sirena, lanzando invocaciones al viento, para que los árboles y el cielo escuchen su ruego; las palabras me suenan familiares y, sin embargo, no puedo recordarlas cuando despierto. Es como si el huésped, que soy yo mismo, saliera al día desde su corazón y solamente escuchara el latido de su piel acariciando mis ojos. La veo en mis huesos, ella está allí, en la profunda melancolía de mi dolor primigenio. Esas palabras son un mantra cuando las necesito y acuden a mí en el sueño nocturno.  

¿Cuánto de Homero hay en tus personajes? ¿Y cuánto de tus personajes se te ha quedado impregnado a ti?

Creo que mucho o poco de lo que somos se filtra en nuestros personajes y, con el tiempo, uno también recibe algo o mucho de los personajes que creó; acaso eso justifica nuestra esquizofrenia.

¿Tienes alguna rutina de escritor que no pueda faltar a la hora de darle rienda suelta a
tu proceso creativo?

Dicen que Víctor Hugo escribía desnudo, Hemingway de pie, Edgar Allan Poe con su gato sobre el hombro, James Joyce acostado boca abajo. Sé que algunos necesitan de lugares especiales, cabañas en la montaña o frente al mar; yo, lo único que necesito es saber que ya tengo la historia en mi mente y la escribo así haya gente a mi alrededor o llegue el apocalipsis. Escribo porque no sé vivir sin hacerlo. Honorato de Balzac tomaba hasta cincuenta tazas de café y afirmaba que la literatura es un oficio de nalgas, que hay que sentarse y escribir; así es y cuando la escritura nos posee no hay excusa válida.

Cuando empecé a escribir, en el siglo pasado, solamente necesitaba una hoja de papel y bolígrafo, luego una máquina de escribir (aún guardo la que mi madre me obsequió en el año 1970), ahora escribo directamente en computadora, sin embargo, tomo apuntes en hojas sueltas, en mi teléfono, en servilletas, en páginas en blanco de los libros que leo (aunque sea una herejía, lo hago cuando no hay más alternativa).

La memoria juega un papel muy importante en tu obra. ¿Dirías que el olvido también? ¿Hasta qué punto merece la pena aprender a olvidar?

Sin duda alguna, creo que el futuro de la literatura boliviana está en el pasado que aún no hemos logrado desentrañar. Somos un país por escribir. Los seres humanos somos producto del olvido, sería imposible vivir con la carga de los errores o los aciertos del pasado. Seríamos infelices, porque no habría el vacío tan necesario para crear.

Si tuvieras que elegir un verso, un cuento o un fragmento tuyo que te represente ante un lector que no te conoce, ¿cuál sería?

Mi poema titulado "Tornaviaje".

Tornaviaje

¿Quién es?

                                                                                             No es nadie, solo soy yo.

 

Tal vez me queden muchas preguntas por hacerles a los caminos; pero ya me han respondido las necesarias y ya sé que somos lo que caminamos, así que, cuando aparezca un nuevo camino, sabré que estoy frente a un espejo y cargaré con tinta azul marina mi antigua plumafuente, para contar de los seres de palabras que encuentre en la travesía; yendo y viniendo de la memoria a la escritura, seguiré contando historias. He caminado hasta mi alma y ahora sé que mi alma puede soñar con mi cuerpo, y aunque mi cuerpo quede sedentario, mi alma seguirá siendo nómada. He reconocido que la voz interior que me acompaña desde mi niñez, cuando la creía un amigo imaginario, lo hará para siempre y ella me ha enseñado a verbalizar el sustantivo esencia para “esencializar” la palabra. Me he apropiado de mi espacio, he encontrado mis raíces y una renovada melodía oral me despierta por las mañanas; ahora sé que pertenezco a los que me aman. Las palabras fueron el viaje y la poesía, el retorno.

(De Diario de los caminos)

 

¿Qué opinas del rol del escritor en una sociedad que parece estar centrada en otro tipo de impulsos y satisfacciones mucho más inmediatos y certeros?

El escritor ofrece profundidad frente a la superficialidad, pausa frente al vértigo, cuestionamiento frente a la aceptación automática. Aunque su audiencia tal vez no sea masiva, cumple una función esencial: conservar y renovar el pensamiento crítico, explorar las complejidades humanas y emocionales que no caben en un tuit ni en una historia de Instagram. En este contexto, el escritor ya no es (si alguna vez lo fue) un oráculo social, sino una especie de resistencia: alguien que desafía la lógica de lo inmediato con el poder de lo duradero. Su tarea no es seguir el pulso de la época, sino, a veces, ir en contra de él, para recordarnos que hay otras formas de entender el tiempo, la verdad y el sentido.

Creo que estamos viviendo un periodo de nuevos desafíos, la literatura tiene que competir con el cine, la televisión, los videojuegos, el deporte masivo, las drogas, en fin… y se nutre de todo para lograr la atención de los lectores. Creo que estamos pasando un buen momento y que estamos descubriendo las literaturas indígenas, especialmente en Latinoamérica.

¿Qué consejo darías a los jóvenes que sienten que en la escritura está la respuesta a sus inquietudes?

Les diría, desde mi propia experiencia, que si sienten que la escritura les da sentido, que si ahí encuentran consuelo, dirección o simplemente un espacio donde pueden ser verdaderamente ellos mismos, no lo duden: sigan escribiendo. No esperen permiso ni validación externa. La escritura no siempre da respuestas claras, pero sí abre preguntas fundamentales, y a veces eso es mucho más valioso. También les diría que escriban con honestidad, que no traten de imitar lo que está de moda ni busquen gustar a todos. La voz propia se construye con el tiempo, a fuerza de escribir, equivocarse, leer mucho y vivir con atención. La escritura no es un atajo, es un camino largo, exigente, pero profundamente transformador.

Por último, les aconsejaría que no se aíslen. Compartir lo que uno escribe, escuchar otras voces, formar parte de una comunidad de lectores y escritores, es tan importante como el acto íntimo de sentarse a escribir. La escritura nace en soledad, sí, pero crece en el encuentro.

Gracias, Homero, por esta conversación tan amena, sembrada de verdades, memorias y palabras que laten. Ha sido un verdadero honor que hayas aceptado mi invitación de pasar por este humilde espacio. Tienes tu casa en Mi experiencia como escritor.

Un placer, Leo.

3 comentarios:

  1. Gracias, muchas gracias, por la entrevista. Un abrazo

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