Hoy tenemos en “Mi experiencia como escritor” a A.G. Dones, escritora, correctora y neuropsicóloga.
Hola, Andrea, bienvenida a nuestro espacio.
¡Hola! Estoy encantada de estar aquí y, desde luego, muy agradecida por la oportunidad que supone poder hablar acerca de mis trabajos.
Primera pregunta ¿Quién es A.G. Dones?
Soy alguien que intenta entender la vida y el mundo a través del arte. A los ocho años descubrí que a través de la poesía podía explicarme y expresar ciertas ideas y emociones que de otra forma me resultaba imposible, así que seguí y desde entonces no he parado.
¿Qué aporta la escritura a tu vida?
Desde que era niña ha sido un método de supervivencia. Escribir me salvó la vida, y no es un eufemismo. Crecí en un hogar desestructurado, en un ambiente hostil de aislamiento en el que no hablaba con nadie, y a mis treinta otoños he vivido más traumas de los que vive la mayoría en su vida. En esos momentos de crisis, escribir me permite ordenar el caos, comprender y abrazar el dolor para que no me sobrepase y me rompa. Siempre he tenido mucha más facilidad para expresarme por escrito que oralmente, así también me permite comunicarme con otros y tender lazos.
En 2014 publicaste “Paroxismo”, tu primera obra. ¿De qué trata?
Paroxismo es un recopilatorio de poemas escritos entre los ocho y los veinte años, un periodo que ahora, mirando hacia atrás, lo bautizaría como La era del mutismo. Lo dividí en tres secciones: Familia, Eros y Thanatos. Cada uno alude a los tres pilares del dolor que han sostenido mi infancia y juventud. La familia, la pulsión de vida y la pulsión de muerte.
¿Cómo fue tu experiencia con tu antología de relatos “Psique” (2017)?
Psique nació de la necesidad de darle voz a quienes a menudo no la tienen. Como paciente y profesional de la salud mental, estaba harta de que se perpetuasen estereotipos falsos y dañinos sobre las personas que sufren trastornos mentales, así que empecé a escribir relatos sobre las personas reales que hay detrás de esa etiqueta, del mundo que les rodea, de sus vidas cotidianas. Necesitaba hablar de la incomprensión que hay alrededor de la salud mental. Me sorprendió la buena acogida que tuvo y sigue teniendo; incluso resulté finalista de los premios Círculo Rojo 2018 por la labor social que conlleva. Pero si tengo que quedarme con algo de ese libro, me quedo con que llegó a dos personas a las que les salvó la vida cuando querían quitársela. Esta es solo una pequeña muestra de que hablar del suicidio salva vidas.
Tan solo un año más tarde, publicaste “Insomnia” (2018). ¿Echabas de menos escribir poesía?
No puedo echarlo de menos porque escribo poesía siempre, por eso trato de llevar encima un cuaderno o las notas del móvil. No es algo que planee, simplemente llega, como un impulso. Es lo único que escribo sin trazar ningún tipo de mapa. La poesía para mí es catarsis pura, sin ningún tipo de pulido ni corte. Nunca reescribo un verso, algo impensable en narrativa, donde me obsesiona la planificación y la reescritura. Durante 2017 y 2018 viví una etapa de resurgimiento emocional, una inesperada libertad, y fue un momento muy creativo. De ahí surgió Insomnia, de las noches sin dormir pensando en todos los proyectos que tenía por delante.
Un año más tarde te adentras en la novela con Azael (2019). A la que le siguen otros títulos como Vitae (2020) y Dioses de sangre V+ (2022), su continuación. ¿Cómo fue tu salto a la novela?
Ya tuve un par de intentos fallidos de novela mucho antes, con unos trece años. No sabía suficiente sobre narrativa ni tenía paciencia, pero en 2014, con veintidós años y recién independizada, encontré las fuerzas necesarias para volver a intentarlo. Me llevó más de un año, pero ahí nació Azael, mi primera novela terminada, que solo publiqué años más tarde porque una editorial llamó a mi puerta y no al revés, algo que no ocurre nunca. Cuando vi que era posible publicar, me empecé a formar en serio y a devorar todo lo que encontraba sobre narrativa, y ya con más seguridad empecé a escribir novelas cada vez más largas e incluso sagas.
¿Ha influido ser aficionada a los juegos de rol en tu faceta de escritora?
Sí, la verdad es que sí. Los juegos de rol no dejan de ser otra forma de narrativa, quizá más intuitiva y colaborativa, pero narrativa, al fin y al cabo. Todo lo que sea contar historias nos va formando como personas y como narradores. En concreto, los juegos de rol me han permitido explorar muchísimo la psicología de personajes muy dispares y la mecánica de relaciones entre ellos. Cuando era algo más joven jugaba al rol en foros y aquello se parecía mucho a una novela a diez manos. Lo disfrutaba muchísimo. Vampiro: la mascarada es mi juego de rol preferido y he querido hacerle un homenaje en mi saga de vampiros, Dioses de sangre, por lo mucho que me ha influido.
En la actualidad, ¿tienes algún proyecto literario entre manos del que puedas hablarnos?
Sí, siempre tengo varios proyectos en curso. Ahora mismo estoy escribiendo una novela contemporánea, una autoficción, que llevaba una década sin atreverme a escribir. A la vez trabajo también desde hace años en una saga de fantasía juvenil. Está pensada para ser una hexalogía y ya tengo los dos primeros terminados y el tercero en borrador, pero no tengo prisa, es un proyecto a largo plazo que probablemente no publicaré hasta que tenga la saga completa. Por último, el tercer libro de Dioses de sangre está en fase plántula, como yo la llamo: creciendo aún de la semilla, pero dejando ver ya las primeras hojas.
A la hora de leer, ¿cuáles son tus género/s favorito/s?
Leo prácticamente de todo, pero mis preferidos son la fantasía, la ciencia ficción y el realismo psicológico, de esos que dejan cicatriz. También me gusta mucho la poesía intimista.
¿Autores preferidos?
Patrick Rothfuss, Ursula K. Le Guin, Asimov, Anne Rice, Phillip Pullman, Cortázar, Oscar Wilde, Bécquer, J.K. Rowling, Isabel Allende, Paul Auster, Murakami… Hay muchísimos genios de los que me gustaría aprender, y más aún que me quedan por descubrir.
Y para despedirnos, ¿qué consejo/s les darías a aquellos que están empezando?
Que no se rindan y no se conformen: que no se rindan cuando empiece a hacerse cuesta arriba, porque ese es el camino correcto y lo mejor está ahí aunque aún no puedan verlo; y que no se conformen si les resulta relativamente sencillo, porque si no van cuesta arriba es que no están dando lo mejor de sí mismos. El camino fácil es mucho más corto porque nunca llega a la meta.
Muchas gracias por habernos acompañado hoy, Andrea.
Muchas gracias a ti por la oportunidad y por el espacio. Os deseo a todos uno de esos grandes placeres de la vida: que disfrutéis de todos los libros que pasen por vuestras manos.
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