Buenas tardes Eduardo, me
alegro de que hayas accedido a mi invitación y te tengamos hoy aquí con
nosotros.
La alegría es mutua. Siempre es un placer —a la vez que una enorme
responsabilidad—, acudir a lugares tan
mágicos como este, donde se trata tan bien a la Literatura.
Vamos pues con la primera
de nuestras diez preguntas:
Para aquellos que nos
estén leyendo y que aún no te conozcan. ¿Por qué no les cuentas un poquito
quién es Eduardo Formanti?
Definirse uno a sí mismo es muy difícil, ya que nuestra visión siempre es
muy parcial y limitada. Por contestar a su pregunta, digamos que ante todo soy
un lector empedernido, alguien que desde muy niño buscó a través de los libros
la magia y el encanto de poder vivir otras vidas y correr otras aventuras. La
escritura llegó después, cuando quise plasmar sobre el papel mi mundo interior,
el deseo ancestral que todos tenemos de contar historias, de dar rienda suelta
al narrador que llevamos dentro.
Sé que ha habido varias
editoriales que han apostado por tu trabajo y llevas ya varios títulos
publicados- ¿Fueron difíciles tus comienzos en la literatura?
Por norma general los comienzos son difíciles en todos los ámbitos. Yo
comencé publicando relatos en revistas literarias y artículos de opinión en periódicos
locales, al tiempo que asistía a tertulias literarias donde poco a poco me fui
forjando como escritor. Luego, llegarían los premios literarios y, tiempo
después, solo cuando consideré que tuve algo que aportar, decidí dar el salto y
sondear el mundo editorial.
Tu primera obra publicada fue un
libro de relatos llamado “Cuentos
abandonados”. ¿Cómo fue tu experiencia?
Ciertamente el hecho de publicar
una antología de cuentos fue un empecinamiento mío, ya que todos mis amigos me
aconsejaban que publicara una novela y no un manojo de cuentos que, según
ellos, no se iban a valorar en su justa medida. Desgraciadamente, en este país
se tiene el convencimiento de que el relato es un género menor, una especie de
laboratorio donde el escritor se forja
antes de dar el salto a la Novela, la protagonista por antonomasia. Nada más lejos de la realidad, el cuento es
un género literario en sí mismo, y su dificultad es extrema. Un cuento tiene
una técnica muy precisa, una sola palabra o expresión, puede truncar toda la
historia. Si un cuento no te atrapa desde la primera frase, será un cuento
malogrado. Muchos escritores, a pesar de contar con buenas novelas no han
sabido, sin embargo, escribir buenos cuentos. Afortunadamente no me equivoqué a
la hora de querer publicar un libro de relatos
y mi empecinamiento llegó a buen puerto.
A mí no me gusta encasillarme en un solo género, cuando imagino una historia trato de escribirla
con las herramientas y los géneros literarios que mejor se adapten al fin que
pretendo. Por ejemplo, en mi novela El
final de la tregua, escrita con anterioridad a Tendrás tu día, en muchos
pasajes de la misma ya coqueteé con el género noir, y en otros capítulos, por el contrario, abundé en aspectos de la novela realista. En Tendrás tu día, quise escribir una
novela negra asumiendo el reto de ubicarla en la España profunda, en concreto
en Extremadura, muy lejos, por tanto, de los barrios suburbiales de las grandes
ciudades, lugares de los que se nutre la novela negra para el desarrollo de su
trama.
¿Cómo se fraguó la historia en tu cabeza? ¿Te fue muy complicado
llevarla al papel?
La novela se fraguó en un viaje al Sur de Extremadura. Después de
recorrer los pueblos de la zona, Calera de León, Monesterio, Fuente de Cantos,
Zafra… y visitar el monasterio de Tentudía, me di cuenta que tenía una historia
entre las manos. Una historia cuya trama se extendería sobre el inquietante
manto de los robos de reliquias sagradas y el mercado negro del arte, la
superstición y la codicia, el amor y la muerte. Para escribirla, no dudé en
desplazarme de nuevo y en varias ocasiones a la zona, para “localizar
exteriores” y recorrer los lugares por los que deambulaban los personajes. Además,
tuve la oportunidad y la inmensa suerte de poder escribir muchos de los
capítulos de la novela en Calera de León, uno de los pueblos donde se
desarrolla la novela, hermoso pueblo en el que me alojé durante una larga
temporada para culminar la obra.
¿Cómo construyes tus personajes para que resulten lo más creíbles
posible?
Para mí los personajes son fundamentales. De hecho a lo largo de la
historia de la Literatura hay personajes que han trascendido a la propia novela
de la que surgieron. Por ejemplo, si hablamos de Hamlet, don Quijote o Sherlock
Holmes, todos saben a quienes nos estamos refiriendo cuando los mencionamos y
lo que estos representan, otra cosa distinta es si preguntamos por las novelas
en las que aparecen, ahí comienzan las dudas para muchos, no todo el mundo
sabría contarnos su historia. Los personajes le dan verosimilitud al relato, si
estos no están bien trabajados la trama decae. En mi caso, suelo huir de los
personajes arquetipos, porque nadie es malo del todo ni bueno hasta el
infinito. Todos tenemos nuestras aristas, nadie es perfecto. A mí me gusta
horadar en ese lado humano y contradictorio que todos llevamos en nuestra
mochila, de hecho es el principal objetivo que persigo a la hora de
describirlos, mostrarlos tal y como son, con sus virtudes y sus defectos, con
miedos y sus cuitas.
Una de tus obras a la que le tienes especial cariño se titula “San
Fernando secreto”, ¿qué podríamos encontrarnos tus potenciales lectores en
ella?
San Fernando Secreto es un paseo por la Isla de León, donde voy contando
con la mirada de un ensimismado escritor todo lo que veo en derredor. Me voy
deteniendo en cada rincón de la ciudad, describiendo lo que observo, lo que
escucho o lo que huelo.
¿Sigues algún tipo de ceremonia a la hora de sentarte a escribir? No sé,
a mí me gusta ponerme otros, algunos deben hacerlo a una hora determinada del
día o con una taza de café entre los dedos. Hemingway o Nabokov escribían de
pie. ¿Tienes tú algún hábito que sigas para sentirte más cómodo o inspirado?
Cada escritor tiene sus costumbres y sus manías a la hora de enfrenarse
al folio en blanco. Escribir novelas requiere de una técnica y de mucho hábito.
No se escribe una novela a golpe de inspiración. Hay que dedicarle muchas horas
y ser muy disciplinado. Detrás de un libro hay muchísimo trabajo, muchas horas
escribiendo, leyendo y releyendo, tachando y volviendo a empezar. Sin duda es
un trabajo al que le tienes que dedicar muchísimo tiempo y ser constante. En mi
caso suelo comenzar siempre releyendo lo último que he escrito, corrigiendo,
subrayando dudas, antes de seguir. Las prisas no son buenas, hay que afianzar
lo escrito, buscar la palabra correcta, la expresión adecuada, caminar lento
pero seguro.
Has participado en bastantes certámenes. En varios de ellos has sido
nombrado ganador, ¿recomendarías a los escritores participar? ¿qué consejos les
darías?
Sí que los recomendaría, sin duda alguna. No es lo mismo escribir un
relato, un poema o una novela para ti o para tus amigos, que escribirla para
presentarla a un certamen. El hecho de participar en un concurso, te obliga a
corregir el trabajo con mayor minuciosidad, a trabajarlo mucho más de lo que lo
hubieras hecho si solo lo hubieras escrito para ti o para leerlo a los amigos.
En cuanto a dar consejos, no soy muy dado a darlos, en todo caso, recomendaría
leer bien las bases para comprobar que la obra que se pretende presentar se
ajusta a las mismas, y paciencia, no rendirse ante la adversidad y ser
constante.
Y por último, ¿un escritor favorito? ¿Alguna obra suya o de otro autor
que quieras recomendar a nuestros lectores?
Son muchos los escritores que me han marcado, no sabría reducirlos a una sola línea, por citar a algunos mencionaré a William Faulkner, Rulfo, Gabriel García Marquez, Cortázar, Antonio Muñoz Molina, Luis Landero…., cada uno en su estilo y en su universo literario. Todos han sido espejos en los que he tratado de mirarme. Cualquier obra de estos autores es digna de ser recomendada, por mencionar algunas, recomiendo las novelas Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, o La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, y a los que les gusta profundizar en los relatos, para mí, son lecturas obligadas los cuentos de Juan Rulfo, Julio Cortázar o Hipólito G. Navarro.
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