jueves, noviembre 13, 2025

ENTREVISTA a Pepa Morató - Versión escrita

Pepa Morató es una de esas escritoras que escribe desde la verdad, sin filtros ni concesiones. Nacida en l'Alqueria de la Condesa, esta maestra y filósofa valenciana ha construido una obra literaria que se adentra sin miedo en los territorios más oscuros del alma humana. Con una prosa ágil y directa, Morató ha sabido capturar la memoria de una Valencia en transformación, los secretos que pesan como losas y las historias que muchos preferirían olvidar.

Autora de novelas como "Lágrimas sobre la acera", ambientada en la Valencia de 1969, y coautora de "No te fíes" bajo el seudónimo Sarah Miller, Pepa ha demostrado su versatilidad transitando del teatro juvenil al relato y la novela negra. Su libro de relatos "Almas de barro" y otras obras como "Río Mudo" y "El reino de Eidos" conforman un universo literario donde los personajes, especialmente las mujeres, enfrentan situaciones límite con una dignidad que conmueve. Galardonada en diversos certámenes literarios, Morató representa una voz imprescindible en el panorama actual de las letras valencianas.

Naciste en l'Alqueria de la Comtessa. ¿Cómo ha marcado tu tierra valenciana tu forma de contar historias?

Creo que el lugar en el que vine al mundo: mi familia, mi pueblo y las personas que me rodearon han dejado una huella perenne que se nota en mi manera de escribir y de ver el mundo. Tuve la suerte de nacer en una tierra de luz, de impregnarme desde pequeña con el olor de la flor de azahar y el perfume salobre del mar.

Los paisajes, las experiencias vividas, las personas con las que conviví… todo ello ha formado un poso que aparece, a veces de forma inconsciente, en mis creaciones. De algún modo, cada historia que cuento, lleva dentro un poco del lugar que me vio nacer. La dualidad entre el sonido del mar y el silencio de los campos al atardecer, tan propia del Mediterráneo, me ha ayudado a construir personajes que oscilan entre la luz y la sombra, entre el deseo de pertenecer y la necesidad de huir.   

Antes de lanzarte a la novela, escribiste varias obras de teatro juvenil. ¿Qué te enseñó el teatro sobre el diálogo y los personajes que luego aplicaste a la narrativa?

El teatro fue mi primer laboratorio de voces. En el teatro, el diálogo es lo más importante, es la respiración de la historia. Cada palabra tiene peso. Cada silencio también. Creo que el teatro me dio el oído y la paciencia necesarios para escuchar a los personajes.

Cuando pasé a la narrativa seguí tratando a mis personajes como si fueran actores, porque en la novela también buscan su lugar en la escena, también se esconden tras sus propias máscaras.

Lágrimas sobre la acera nos transporta a la Valencia de 1969. ¿Qué te llevó a elegir precisamente ese año y ese momento histórico para ambientar la historia de Catalina?

Elegí 1969 porque fue el año en que yo misma me vine a la capital a estudiar. Fue un año en el que parecía que todo estaba a punto de cambiar y, sin embargo, nada cambiaba del todo. Fue una época convulsa de protestas estudiantiles, de manifestaciones, de pasquines que aparecían por las calles. Me pareció el lugar y el momento perfectos para situar a Catalina, una joven que también vive en ese límite, en la duda permanente, entre el miedo y su necesidad de liberación como mujer. Me interesaba esa dualidad, su lucha entre los dos mundos en los que tuvo que vivir durante aquel año. Catalina representa, como tantos entonces, la antesala del cambio, la de una generación que luchaba por un futuro diferente al que les había tocado vivir.

Catalina recibe una lámpara manchada de sangre que destapa un pasado oscuro. ¿Cómo nació esa imagen tan potente como detonante de la trama?

La lámpara nació como una imagen que me servía de excusa para revelar lo que se había querido ocultar en el pasado. Siempre me ha fascinado cómo los objetos guardan silencio durante años, pero siguen ahí, como testigos mudos. En Lágrimas sobre la acera, la lámpara es eso: un testigo involuntario, una verdad que se resiste a ser olvidada. Fue un comienzo in medias res para obligar a mirar a Catalina hacia atrás, hacia sus recuerdos. Un símbolo que se impuso como el motivo que iba a encender la historia.


Has dicho que escribes sin edulcorar ni censurar. ¿Es difícil mantener esa honestidad cuando abordas temas tan dolorosos o incómodos?

Sí, es difícil, pero también necesario. Escribir sin edulcorar ni censurar significa mirar la historia de frente sin traicionar su esencia. Si se edulcora, se traiciona; si se evita, se dejan de contar ciertos hechos que es conveniente sacar a la luz. A veces, cuando escribo, siento que me acerco a zonas donde el silencio pesa, donde las palabras duelen. Pero precisamente ahí es donde la escritura se vuelve más viva. Creo que la honestidad literaria es no apartar la vista cuando lo fácil sería hacerlo, es permitir que la incomodidad revele lo que somos y lo que fuimos. Porque solo cuando una historia se atreve a ser incómoda, puede ser también transformadora.

No te fíes la escribiste junto a Rosa Sanmartín y Paula Torres bajo el seudónimo de Sarah Miller. ¿Cómo fue la experiencia de compartir la creación con otras dos autoras?

La literatura suele ser un terreno solitario, un diálogo con una misma, y de pronto ese espacio se abrió a tres voces que debían llegar a consensos. No es fácil escribir a seis manos, hay que aprender a ceder, a escuchar, a descubrir que la idea de otro puede ser mejor que la tuya…

Cada una aportó su tono, su ritmo, su manera de entender la historia. Y nos lo pasamos realmente bien construyendo la trama, haciendo hablar a los personajes e investigando los lugares necesarios para elegir los mejores escenarios. Quedábamos un día a la semana y cada una llevaba el capítulo que habíamos programado en la sesión anterior. Entre las tres elegíamos la mejor idea que, en muchas ocasiones, solía ser un compendio de todas. Y al final, fue una experiencia muy bonita, una voz nueva, distinta de las nuestras individuales. Creamos la voz propia de Sarah Miller.

La novela mezcla el thriller universitario con las vivencias de una joven estudiante. ¿Qué desafíos encontraste al escribir para un público más juvenil dentro del género negro?

El principal desafío fue encontrar el equilibrio entre la tensión del thriller y la autenticidad de la experiencia juvenil. Queríamos compaginar misterio y suspense, pero también que los personajes se sintieran reales; que sus dudas, miedos y descubrimientos no se sintieran impuestos sino vividos. Ese cuidado entre suspense y verosimilitud hizo el proceso de escritura más estimulante.

Escribir para un público más joven dentro del género negro exige respeto: respeto por su capacidad de comprender situaciones conflictivas, pero también por su necesidad de esperanza. No se trata de suavizar los problemas sino de presentarlos de manera que inviten a pensar y a sentir, sin perder la intensidad de la historia.

En 2021 publicaste "Almas de barro", un libro de relatos. Después de la novela, ¿qué te atrajo del formato breve?

El formato breve lo trabajé durante muchos años.

El relato me atrae porque es una historia contada de manera más breve que la novela; esta característica te obliga a sintetizar, a decir mucho con poco y a tener un subtexto poderoso si se aspira a que realmente sea un buen relato. Es otra manera de contar historias de forma más concentrada, más directa y con la misma capacidad de dejar una marca en quien lee.

En este libro recopilé veinticuatro relatos (algunos de ellos galardonados con algún premio).

El título Almas de barro es muy evocador. ¿Qué representa para ti esa fragilidad del barro aplicada al alma humana?

Para mí, Almas de barro es una metáfora de nuestra fragilidad y, al mismo tiempo, de nuestra capacidad de moldearnos. El barro se rompe con facilidad, pero también puede rehacerse, adquirir nuevas formas, conservar cicatrices que lo hacen único. Creo que el alma humana funciona de manera muy parecida: se enfrenta a golpes, pérdidas y secretos, y aun así encuentra maneras de recomponerse, de resistir y de transformarse.

El reino de Eidos fue tu primera novela, una obra juvenil. ¿Qué recuerdos tienes de esa Pepa escritora primeriza?

La recuerdo como una persona muy activa y con mucho entusiasmo, que ponía el alma en lo que hacía. Esta obra nació de la urgencia de acercar la mitología y la historia al mundo juvenil.

Hay algo muy bonito en la primera novela que se escribe: una sensación de que todo es posible, de que cada página que se avanza es un descubrimiento.

Su recuerdo me enseña que escribir no es solo sentarse frente a una página en blanco: es permitirse soñar despierta, sin miedo a los equívocos, y confiar en que el mundo que crees va a merecer la pena.  

¿Puedes contarnos de qué trata Río Mudo? ¿Es quizá la obra que más te ha costado escribir?

El río mudo cuenta la historia de una profesora muy involucrada en su trabajo, que lleva muchos años en un mismo destino y que, de forma inesperada, recibe una denuncia por acoso sexual. A partir de ahí comienza a desmoronarse su vida, tanto profesional como personal. Esta historia nos hace cuestionarnos la fidelidad, el poder de las redes sociales, la importancia de los rumores y las maledicencias. Es una obra densa de vida y emoción. Muy próxima y humana.

Ha sido una obra muy difícil de escribir. Cada escena exigía delicadeza y valentía; quería ser fiel a la intensidad de las emociones sin caer en la exposición gratuita, quería que los personajes fuesen humanos y vulnerables.  Ese equilibrio entre verdad y ficción fue un desafío constante, pero también una experiencia muy enriquecedora.

Has ganado varios premios en certámenes de relatos. ¿Recomiendas a otros escritores este tipo de entrenamiento para entintar la pluma?

Los certámenes literarios son una buena manera de entrenar y de valorar lo escrito. El problema es saber a qué certámenes concurrir para no caer en el desánimo, ya que muchos de ellos están dados de antemano. A pesar de eso, creo que son un buen sistema porque permite recibir retroalimentación, conocer otras voces y confrontar tu propia escritura con la de otros autores. Comparar trabajos puede ser un aprendizaje intenso y enriquecedor que, más allá de los premios, ayuda a mejorar la forma de narrar y pulir la pluma.

Como docente, ¿sientes que tus alumnos han influido en tu forma de escribir, especialmente cuando abordas personajes jóvenes?

Sin ninguna duda. El contacto diario con los estudiantes me ha proporcionado un conocimiento sobre sus historias; me ha enseñado a reconocer sus voces; y me ha ayudado a entender cómo perciben el mundo. Todo esto me ha dotado de una atención al detalle, a la complejidad de la adolescencia y la juventud, a fijarme en que cada ser es único y que, incluso dentro de situaciones comunes, hay matices infinitos. Escucharlos y acompañarlos en su aprendizaje me ha ayudado a construir personajes que se sienten reales.

A lo largo de tu obra hay una constante: personajes, especialmente mujeres, que enfrentan situaciones límite. ¿Qué te interesa explorar sobre la condición femenina en contextos de presión?

Me interesa explorar cómo reaccionamos cuando la vida se quiebra, cuando las reglas que creemos inamovibles se desmoronan. En mis historias, las mujeres no son heroínas, son personas reales, con miedo, con dudas, enfrentadas a situaciones que las obligan a tomar decisiones que revelan su carácter y su resiliencia.

En mis obras intento mostrar la complejidad de la condición humana en general (y femenina en particular), de cómo la presión y la adversidad sacan a la luz aspectos de nosotros mismos que a menudo permanecen invisibles. Me atrae esa tensión entre vulnerabilidad y fortaleza, entre lo que se espera y lo que se es capaz de hacer, y cómo, a través de esas experiencias límite, los personajes encuentran su voz y su identidad.

¿Proyectos literarios a la vista de los que puedas hablarnos?

Siempre hay proyectos que me acompañan en la vida diaria. Ahora estoy inmersa en una novela de la que no puedo desvelar todavía demasiado, pero versará sobre el poder de los celos y la avaricia. 

Me atrae la idea de seguir jugando con los géneros, de encontrar voces que aún no he explorado. Cada proyecto lo siento como un desafío distinto y eso es lo que lo hace emocionante: escribir es, para mí, un proceso de descubrimiento constante, tanto del mundo como de mí misma.

¿Qué le dirías a esa pepa que se enfrentaba a su primer manuscrito si tuvieras la oportunidad de hablar con ella?

Le diría que disfrute de la escritura, que escriba lo que a ella le hace feliz, que no intente pensar en lo que está de moda y vende más, que no desespere en el proceso de publicar y, sobre todo, que no se olvide de leer mucho.

Gracias, Pepa. Un placer y un honor poder haber mantenido esta charla contigo. Te deseo lo mejor.

El placer ha sido mío, Leonardo.

Te doy las gracias por la labor tan magnífica que haces dándonos visibilidad a los autores y por esta conversación tan cuidada y profunda.

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