Hoy tenemos el placer de conversar con Jorge R. Del Río, escritor argentino, cuya trayectoria abarca el pulp, la fantasía épica, el folk horror, la ciencia ficción y el terror más visceral. Ha publicado en revistas, antologías y colecciones de género como Pulpture, Ánima Barda o Vuelo de Cuervos.
Ganador del certamen Amanecer Pulp 2015 con Cranston y Lussac, es autor de obras como La sombra del
escorpión en la tormenta, El doctor Omega y las joyas de la Eternidad, y El cerro de las luces, una inquietante novela de folk horror
ambientada en la Patagonia.
Jorge
R. Del Río no solo narra historias, sino que construye universos donde conviven
mitologías precolombinas, futuros distópicos, criaturas de la noche y ecos de
lo ancestral.
Hoy
nos adentramos con él en esas latitudes que solo puede trazar alguien que
escribe desde el vértigo y la acción.
¿Cómo
surge El cerro de las luces, tu última obra?
Llevaba
tiempo queriendo adentrarme en el terreno del folk horror, pero alejándome
deliberadamente de los arquetipos europeos y anglosajones, como The Wicker Man,
The Ritual o la más reciente Midsommar, y me orienté hacia mi tierra, rica en
mitos de los pueblos originarios y en la mixtura derivada de estos y aquellos
traídos por los conquistadores españoles, junto con la religión cristiana,
dando como resultado cultos sincréticos o figuras que son mitad santos, mitad
deidades paganas.
Folk
horror y Patagonia Argentina. Háblanos un poco de este género y qué te atrajo
de esta original combinación para contar esta historia?
Conozco
la Patagonia, la he recorrido prácticamente hasta el final del mapa: Río Negro,
Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego; posee paisajes de una belleza
que corta el aliento, y también páramos desolados que se vuelven interminables,
es un lugar, como todas las tierras de frontera, con una historia fascinante.
Siempre digo que es el equivalente del Lejano Oeste estadounidense, la tierra
que, hasta fines del siglo XIX, era una extensión inhóspita en disputa
permanente con sus pobladores originales, las tribus aborígenes contra los que
se cometieron auténticas tropelías en aras de la “civilización”.
Tus
lectores destacan la atmósfera intensa y la conexión con lo mitológico. ¿Cómo
trabajas la construcción del ambiente en tus novelas?
En
este caso en particular, el de la Patagonia argentina, porque es un ambiente
que conozco y que he recorrido: he sentido sus vientos helados, que te cortan
sin importar la ropa que lleves, sus soles, he recorrido sus rutas que se
pierden en el horizonte y me he detenido en más de uno de esos pueblecitos a la
sombra de la cordillera, como el que presento en mi última novela.
En
realidad me gusta tocar distintos géneros; últimamente me estoy sintiendo muy
cómodo con el terror, pero por ejemplo tengo un par de novelas históricas, otro
género que me encanta, y que de momento se encuentran inéditas.
Cuando
gestas una historia, ¿partes de una imagen, de un personaje, de una inquietud,
de una frase o depende de lo que quieras contar?
Depende
de lo que quiera contar. En “El Cerro de las Luces” partí de la imagen de un
pueblecito perdido en medio de la Patagonia, en las inmediaciones de un cerro,
y a partir de ese escenario, una especie de “Twin Peaks” patagónico, fui
desarrollando el resto. Pero en “El Doctor Omega y las joyas de la eternidad”,
la novela Pulp de aventuras que publiqué allá por el 2016 con Pulpture, partí
de la idea de un personaje, un aventurero científico émulo de Doc Davage, o del
más moderno Tom Strong, de Alan Moore.
En
Sangre y Jade
y Nido Primordial tomas como base los mitos
precolombinos. ¿Qué te interesa de esa cosmogonía?
Me
encanta salirme de los convencionalismos; la fantasía heroica en su gran
mayoría está construida en torno a las mitologías europeas, nórdicas o sajonas,
o en sociedades que reproducen, en mayor o menor manera, el medioevo. Con mis
dos compañeros en esa aventura, Paulo César Ramírez de México y Guillermo
Moreno, de Venezuela, quisimos salirnos de ese molde y basarnos en otras
cosmogonías igual de ricas como son la azteca, maya, inca, chibcha o guaraní,
por nombrar algunas.
¿Qué
diferencia encuentras entre escribir en solitario y hacerlo en colaboración con
otros autores como Paulo César Ramírez o Guillermo Moreno?
Hace
falta una buena coordinación, y tener presente que lo que uno escribe tiene que
encajar con el trabajo de tus compañeros. En nuestro caso, no tuvimos ningún
inconveniente y todo fluyó de forma natural.
¿Cómo
describirías la conexión que deben tener dos autores para escribir a cuatro
manos?
Tiene
que estar todo más o menos planeado de antemano, pero con la flexibilidad
suficiente para no encorsetarse, ya que la escritura, como cualquier proceso
creativo, necesita de libertad y de capacidad de improvisación. Creo que la
sinergia con Paulo y Guillermo fue excelente, y nos complementamos muy bien en
ambas novelas. Aclaro que el mundo en el que están ambientadas fue desarrollado
por Paulo, que me permitió jugar en él y fue una experiencia maravillosa.
El
pulp atraviesa buena parte en tu trayectoria literaria. ¿Qué posibilidades
narrativas te ofrece para que sea tan recurrente en tu obra?
El Pulp no lo veo como un género, de hecho no lo es, es más bien un estilo, una manera de hacer las cosas, de narrar una historia: con ritmo ágil, sin perderse en descripciones, en reflexiones muy profundas o en infodumping, lo cual no quiere decir que las tramas sean malas. Pero lo que no pueden permitirse es ser aburridas; es literatura de evasión, y su principal función (que no es poca cosa) es entretener al lector.
Tienes varias obras en las que la acción es importante, ¿qué recomendaciones darías a quienes quieran desarrollar una escena de acción en condiciones?Leer.
Leer mucho, leer a Robert E. Howard, a Robert Louis Stevenson, a Emilio
Salgari, a Alexandre Dumas… y también a los autores más modernos, claro. Y a
mí, por lo menos, el cine me ayuda mucho también. Desde clásicos como John
Ford, Howard Hawks, Alfred Hitchcock, al cine de videoclub de la Canon Films, a
las explotaciones italianas de serie B. Todo eso, al menos en mi caso, siempre
me fue de gran ayuda a la hora de visualizar las secuencias de acción antes de
plasmarlas en la letra escrita.
En
tu novela Alucina nos encontramos ante una historia oscura, en la que su
protagonista Jennifer Santini, una chica de 15 años, que ha estado en
tratamiento psiquiátrico, es internada por su padre en colegio exclusivo para
señoritas. ¿Cómo fue el proceso de escritura de ese libro?
Para
esa novela quise escribir una mezcla de giallo con elementos sobrenaturales, al
estilo de Suspiria o Phenomena de Dario Argento, y de hecho, la protagonista,
Jennifer, en mi mente es Jennifer Connelly a los 15/16 años. Es el único libro
para el que desarrollé una escaleta, algo que no suelo hacer nunca.
¿Tienes
algún ritual de escritura?
Sentarme
frente al ordenador con una taza de café y la cabeza llena de ideas que, de
alguna manera, les voy dando forma.
¿Cuál
es el personaje más difícil que te ha tocado construir y por qué?
En
“El cerro de las luces” hay un niño pequeño, Mateo, y fue difícil meterme en su
cabeza. Traté de apelar a lo que recordaba de mi propia infancia y la de mi
hijo cuando tenía esa edad. También me sirvió de inspiración Danny Torrance, el
niño de El Resplandor, de Stephen King, con la diferencia de que Mateo, si bien
es bastante maduro para su edad, no tiene ningún poder especial.
Si
pudieras mantener una tertulia con uno de tus personajes, ¿cuál sería y por
qué?
Tengo
varios personajes interesantes, creo que gustaría dejarme caer por el bar “El
nido de las águilas”, en el centro del Londres del principio de los 90, para
tomarme un trago con los mercenarios de “Rapaces, la plegaria del pecador”, la
novela de acción que publiqué con Applehead Team allá por 2019.
¿Hay
alguna de tus obras a la que le tengas un cariño especial, más allá de la
recepción del público?
Mis
libros son como mis hijos, pero hay dos novelas que me gustaría mencionar,
ambas del año pasado: “Águilas de la Costa Berberisca”, que publiqué con la
editorial La Magnífica, es una novela de piratas en el Mediterráneo del siglo
XVI, y una aventura que tenía en mi cabeza desde que era un niño de 10 u 11
años y leía a Emilio Salgari. “Los muertos no reclaman”, que publiqué con
editorial Cetus, es un chanbara, un drama samurái violento, oscuro, que
desmitifica bastante la figura idealizada (y occidentalizada) que tenemos de
esos guerreros.
¿Te
ha pasado que algún personaje se te haya rebelado y haya seguido un camino que
no tenías previsto?
Más
de una vez, es lo divertido de este trabajo. Para mí, es lo más parecido a la
magia.
¿Cómo
ves el panorama actual de la literatura de género en Argentina?
Complicado,
y no por falta de talento precisamente. Pero son muy pocos los que llegan a
darse a conocer en el mercado; supongo que debe tener que ver también con los
niveles de exposición y los contactos que tenga cada uno.
Recientemente
terminé “El Ritual” de Adam Nevill, una novela de terror del subgénero del folk
horror, justamente. Ahora estoy alternando entre “Sin querer queriendo”, una
autobiografía de Chespirito, seudónimo del comediante mexicano Roberto Gómez
Bolaños, cuyos programas fueron de mucha popularidad en la Argentina de mi
infancia (entre los 70 y 80), y alterno con relatos de la excelente antología
“Indian Country”, de la autora Dorothy M. Johnson, que escribió joyas del
western como “Un hombre llamado caballo” y “El hombre que mató a Liberty
Valance”. Como verás, tengo gustos muy amplios.
¿Algún
proyecto literario entre manos?
Varios.
Por un lado, otra novela de terror que está al caer con la editorial “Esqueleto
Negro”, en la que regreso a la Patagonia argentina, aunque con un registro
diferente. Y próximamente, mi participación en el número siete de la colección
Bolsilibros de Editorial Yeray, que recomiendo a todos los aficionados de la
literatura de género, y de la que ya he participado en el número uno, dedicado
al Weird Western (western con elementos sobrenaturales) y en el número cuatro,
dedicado al policial. En el número siete publicaré una novela corta de género
ciencia ficción post apocalíptica, junto con otra del autor Alejandro Riera y,
en este caso, también un relato del autor Cameron Crane. Aprovecho para enviar
un gran saludo a todo el equipo editorial y compañeros de Yeray: Encarni,
Carlos, Xavier, Eneele, grandísimos creadores y mejores personas.
Y
para concluir, ¿alguna recomendación para quienes comienzan en el apasionante
mundo de la escritura y tienen la ilusión de publicar por primera vez?
Nunca
me creí en posición de dar consejos a nadie, pero si te gustan las historias,
lee. Y crea. En los tiempos que corren, en los que ciertas ideologías que se
creían sepultadas vuelven a asomar las cabezas del barro como en las peores
distopías de Orwell, Huxley y Bradbury, en los que la cultura y el saber
amenazan con ser pisoteados por la ignorancia (y por el orgullo de ser
ignorante, lo que es todavía peor), la lectura, la escritura, la creación, son
un acto de resistencia. Y hay que resistir.
Gracias, Jorge, por este ratito. Ha sido un placer compartirlo contigo. Hasta pronto.
El placer ha sido todo mío.
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