Está aquí para darnos una buena noticia. Y es que Emilio presenta su segunda obra en solitario bajo el título de Habitación 216.
Buenas tardes, Emilio. Encantado de que nos acompañes.
Hola, Leo. Gracias por la invitación.
Cuéntame, ¿qué se oculta tras la puerta de esa Habitación 216 para que debamos abrirla y descubrirlo?
La habitación 216 trata de ser un espejo con forma de relato. Lo que se oculta tras su puerta no es un monstruo, sino mis sombras, miedos y dolores que finalmente son los de todos.
Es, pues, un canto a la resiliencia disfrazado de terror, porque a veces necesitamos una historia que nos asuste para enfrentarnos a lo que nos duele o paraliza.
¿Cuánto tiempo te ha llevado escribirla?
Escribirla fue rápido en mi mente, porque sabía lo que quería contar, pero de ejecución lenta, por mis limitaciones.
En la estructura de la historia, si no recuerdo mal, tardé dos o tres meses, pero entender cómo quería contarla me llevó más tiempo. Porque tratar de escribir sobre el dolor propio requiere una valentía y una honestidad que no siempre conseguí aunar.
¿Qué te atrae tanto del terror y el suspense?
El terror y el suspense son como la sal en la cocina: realza los sabores de la vida. Me atraen porque permiten explorar lo que nos asusta y, al hacerlo, nos libera. Además, son géneros que, bien manejados, pueden darte libertad para hablar de temas profundos sin que parezca que estás sermoneando a nadie.
¿Cómo ha sido el proceso de búsqueda de editorial?
No sé cómo definirlo, ¿una cita a ciegas con el destino? Hubo rechazos, silencios y alguna que otra puerta cerrada. Pero también encontré personas que creyeron en mi historia y me dieron la oportunidad de compartirla aunque no siempre del modo deseado.
Es un proceso que, aunque duro, te enseña a valorar cada paso del camino.
Un camino que te demuestra, a cada portazo que recibes, cuánto amas tu historia y lo que estás dispuesto a luchar por ella.
Demos un paso atrás y cuéntame cómo fue tu experiencia con tu ópera prima: Angustias y temores.
Fue mi primer grito al mundo, una forma de decir “aquí estoy” desde la investigación de mis propias inseguridades. Unas inseguridades que fui plasmando en papel desde hace mucho tiempo.
Escribir, para mí, siempre fue terapéutico y liberador. Me permitió conocerme y entender (aunque esto me costó bastante) que, aunque el miedo y la angustia formen parte de nosotros, también lo hacen la esperanza y la fuerza para seguir adelante.
Aprendí que ese es el mensaje que, aún con un cuchillo ensangrentado en mis manos, una mirada vacía y una sonrisa hueca, quiero contar al mundo.
¿Qué angustias y qué temores del Emilio Durán de carne y hueso están reflejadas en este volumen de relatos?
Esto daría para un culebrón. Te diré que todos y cada uno de ellos. Desde el miedo a no ser suficiente para las personas que amo y me aman y la angustia de no querer perdonar según qué cosas hasta la tristeza de vivir con dolor crónico.
Porque soy paciente de dolor crónico. Un pececillo más dentro de un océano de realidad que, solo en España, afecta a cerca de 9 millones de personas, que se dice pronto, pero no lo escucharás casi nunca.
Porque somos enfermos invisibles y, por tanto, inexistentes, pues nos tratan como a fantasmas que están flotando en un mundo de vivos a los que parece que no importamos en absoluto. Salvo nuestros seres queridos que lo viven de cerca, claro. Esto pudo, por tanto, hacerme escribir desde el desencanto y la rabia. Desde el odio. Algo que hice desde hace mucho. Pero, de un tiempo a esta parte, he descubierto que es más edificante y atractivo poner del lado de los que sufren.
Estos relatos son mi forma de dar voz a quienes, como yo, luchan cada día contra un enemigo invisible como es el dolor.
Escribir se convirtió en una necesidad cuando me di cuenta de que era mi forma de entender el mundo y de entenderme a mí mismo. De iniciar un diálogo sincero con mi propio yo. Fue el momento en que las palabras dejaron de ser un mero pasatiempo y se convirtieron en mi refugio clandestino frente a la incomprensión por mi situación y las palabras, desde entonces, fueron el arma elegida en este duelo a muerte a la caída del sol.
¿Cómo te enfrentas al proceso creativo? ¿Eres alguien metódico o prefieres lanzarte al vacío?
Soy un equilibrista entre el método y el caos. Necesito una estructura que me muestre el camino, pero también dejo espacio para la improvisación. El dolor te enseña a escribir sin red y a salto de mata.
Muchos escritores tienen manías o rituales antes de escribir. ¿Tienes alguno que puedas confesar?
Sí, tengo una taza de café que solo uso para escribir y un escritorio portátil. Así, escribo donde quiero.
¿Cómo construyes tus personajes? ¿Nacen de personas reales o de tu imaginación?
¿Necesitas silencio para crear o escribes con música o ruido?
Necesito un silencio relativo. Siempre suelo escribir con música de fondo, mientras no tenga letra, porque la letra me despista. El ruido excesivo me distrae, pero un ambiente tranquilo con una melodía suave me ayuda a concentrarme.
Vivimos en una época de inmediatez. ¿Cómo crees que afecta eso al acto de leer y escribir?
La inmediatez nos ha hecho impacientes, pero la lectura y la escritura requieren tiempo y atención. Son actos de resistencia en un mundo que va demasiado rápido. Por eso, escribir es también una forma de reivindicar la pausa y la profundidad con la que tengo amueblado el refugio clandestino del que te hablaba antes.
¿Cómo manejas la exposición pública como autor? ¿Te sientes cómodo hablando de tu obra o prefieres que hable por sí sola?
Siempre me he sentido cómodo entre gente. Hablando con gente. Socializar me encanta. Pero siempre he sido muy pudoroso con mis propias cosas, por lo que llevaba un caparazón enorme delante. Por lo que nunca hablaba de mis propias historias porque me mostraba muy vulnerable.
En cambio, ahora me siento cómodo hablando de mi obra porque creo que puede ayudar a otros y eso me hace sentir un plus de fuerza y motivación.
Hagamos una llamada a la ciencia ficción: si pudieras enviar una carta al Emilio que empezaba a escribir, ¿qué le dirías?
Le diría tantas cosas: “No te rindas. Persevera. Habrá días oscuros, pero cada palabra que escribas será una luz en tu camino. Confía siempre en ti y en tu voz.” Pero también le diría: “Abandona ese caparazón y muéstrate tal cómo eres. Si no gustas, fenomenal y, si gustas, fenomenal”.
¿Cómo vives la revisión de tus textos? ¿Eres obsesivo o sabes soltar?
No me gusta nada. Pero, una vez que me pongo soy perfeccionista hasta la obsesión. De tal modo que, a veces he abandonado proyectos porque de tanto pulirlos han perdido la esencia. Eso me ha hecho entender que nadie es perfecto y que la perfección es enemiga de lo bueno. Aprender a soltar creo que es parte del proceso creativo. Hay que saber cuándo una obra está lista para volar y ese aprendizaje cuesta mucho.
¿Qué lugar ocupa el humor en tu escritura? ¿Tiene cabida incluso en los textos más duros?
Necesito el humor para vivir. Un día sin reírme es un día perdido. Incluso en los peores días de dolor, trato de ver algo de humor que me haga esbozar una sonrisa. Así de esencial lo percibo. Incluso en los textos más oscuros suelo incluir bromas más o menos evidentes. Es una forma de establecer un juego con el lector y aliviar la tensión. Una sonrisa puede ser más sanadora y poderosa que una lágrima.
Por supuesto. El primero que leí, “20.000 leguas de viaje submarino” de Julio Verne del que aprendí la importancia de la historia. Como dice Stephen King todo gira en función de la acción que es la que crea la historia. Pero también te diría que “Los Sueños” de Quevedo, los ensayos de Montaigne, “cartas a Lucilio” de Séneca o “Las meditaciones” de Marco Aurelio.
Si pudieras conversar con un escritor o escritora del pasado, ¿a quién elegirías y de qué te gustaría hablar?
Me encantaría conversar con Francisco de Quevedo tomando unos vinos insultando gravemente al clero, al poder y a la madre que parió a todos, por ejemplo.
¿Qué proyectos literarios tienes ahora mismo o en mente?
Estoy trabajando en una nueva novela que explora el dolor. Quiero seguir dando voz a quienes sufren en silencio y mostrar que, a pesar de todo, hay esperanza. La próxima novela hablará de abusos sexuales en la infancia y lo pasaréis fenomenal porque yo lo estoy pasando horriblemente mal metiéndome en el papel de los personajes.
¿Qué consejos darías a quienes tienen el anhelo de publicar su primera obra?
Que hagan lo que hagan, sea siempre de verdad. Que toda historia merece ser contada y que cada voz merece ser escuchada. Que escriban con y desde el corazón, que no tengan miedo de mostrar lo que verdaderamente les gusta o les asusta y que nunca se rindan. Porque enfrentarte a tus propias vulnerabilidades te hace mucho más fuerte. El miedo a que se rían de ti empequeñece al hater, mientras que afrontar tus miedos, te hará crecer.
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