Miguel, gracias por
acompañarnos. ¿Qué te parece si vamos con la primera pregunta?
Vamos allá. Si hay que
empezar por algo, que sea por el principio.
¿Cómo nace Para Lucía?
Para Lucía nace de la idea de soledad
y pérdida, pero sobre todo de soledad. La soledad es algo que yo personalmente
siempre he valorado mucho, sobre todo en determinados momentos del día. Creo
que siempre la he percibido como un regalo. Sin embargo, en mi trabajo escucho
casi a diario historias de personas que no tienen tan buena relación con su soledad,
tal vez porque, en la mayoría de esos casos, les ha sido impuesta.
Una tarde en mi
trabajo, veíamos una película; en inglés se llama Hobson’s Choice. Una película
de 1954. En ella hay una escena donde el protagonista se queda pasmado mirando
a la luna reflejada en un charco del suelo. Pero, sin más, esa interacción
entre el protagonista y la luna quedó ahí. Y yo, no sé explicarte el motivo,
pues me quedé con ganas de un poco más de esa interacción. Una interacción que,
en mi cabeza, debía ser mágica, única y muy íntima del protagonista.
¿Recuerdas el momento
en que supiste que esa historia debía ser escrita?
Desde hace unos tres o
cuatro años que empecé a escribir, digamos que de una forma más seria, cada vez
que se me ocurre una idea o cada vez que sueño algo determinado, suelo tomar
apuntes rápidamente. Anoto ciertos puntos clave que me ayudarán a recordar la
idea y escribirla. Con Para Lucía, creo que apenas me hizo falta apuntar
nada. En cuanto llegué a casa me puse a escribirla, y casi que me salía sola.
Tal vez fue eso lo que me dijo que la historia debía ser escrita.
¿Qué lugar ocupa la luna en tu imaginario literario? ¿Es símbolo, promesa o destino?
Por alguna razón, la
luna siempre me ha inspirado mucho respeto. Y, por el contrario, siempre me he
sentido atraído por ella. En todas sus formas: nueva, creciente, menguante… Y
ni qué hablar de su cara oculta. ¿Cuántas cosas puede inspirar su cara oculta?
Como quien siempre tiene algo que esconder. Tal vez esté todo tan oscuro en ese
lado, que ni ella misma sepa lo que oculta. Pero sin duda, lo que más me
fascina de ella es su luz, luz que ni siquiera es suya. Y en un momento la ves
plateada, como limpia, y en otro dorada, como melancólica; o anaranjada y
enfurecida. Luego, hay otros momentos en los que le da por no aparecer, y ya
está.
Sin duda la luna es
símbolo. Símbolo de luz y oscuridad, de contradicciones. Y es símbolo de esa
soledad que antes hablaba. Y también es la promesa eternamente mantenida. Pero
no destino. Nunca he visto a la luna como destino. No tiene que hacer frio allí
arriba… Para eso se la dejo a los americanos. Yo, como destino, me quedo con cualquier
rincón de Cádiz.
Tu novela se percibe un
estilo ya marcado, que ayuda a acercarse con su autor. ¿Cómo encontraste tu voz
como escritor en este primer libro?
Creo que escribo como
me sale; quizá como me gustaría hablar. No destaco precisamente por mi
elocuencia verbal. Es más, me considero una persona de argumento torpe. Tal vez,
sea eso fruto de una personalidad algo introvertida. No lo sé. Respecto a cómo
encontré mi voz como escritor en mi primer libro, imagino que será el resultado
de las lecturas que he hecho, y que hago, y de haber escrito un poco antes de
publicar nada. Antes de publicar Para Lucía, escribí otras dos novelas
que nunca llegaron a publicarse. Una de ellas recibió ofertas de al menos tres
editoriales distintas, pero creo que nunca estuve seguro ni me sentí
identificado con la forma en la que estaba escrita.
En tu perfil de IG
dejas pequeños relatos y frases con una gran carga poética, ¿Qué te inspira tanto
para poder escribir casi a diario?
Pues creo que lo que me
inspira realmente es salir, leer, ver, escuchar. Casi cualquier anécdota o
situación que ocurra alrededor puede ser un relato, una frase o una historia;
la diferencia está en la forma de capturarla.
Vives en Colchester,
pero naciste en Cádiz. ¿Cómo dialogan tus raíces gaditanas con tu vida actual
en Reino Unido?
Pues la verdad es que
de forma fluida. Se entienden muy bien. A veces discuten, como buenas hermanas,
pero al final del día siempre se reconcilian.
¿Crees que la distancia de tu tierra ha influido en la sensibilidad o nostalgia que destila tu obra?
Sin duda. Por el
momento, aquí, en Reino Unido, es donde tengo mi vida. Aquí me he casado, y
aquí, al igual que mi primer libro, va a nacer también mi hijo. Estoy muy
feliz. Aunque soy consciente de que, en mi obra, por lo general, hay un notable
peso nostálgico, y, en determinado momento, hasta pesimista. A menudo hablo de
la pérdida, de la muerte, de la ansiedad, del resentimiento, … Y son temas que
no fuerzo. No me levanto un día y pienso “hoy voy a escribir sobre mi muerte”.
Me salen, sin más. Y estoy convencido que es un síntoma de esa distancia, de
esa separación de mis raíces y de mi familia.
Soy muy de por la
mañana. Me gusta levantarme temprano y escribir si tengo alguna idea entre
manos. Si no la tengo, pues escribo mis propios pensamientos. Y también leo. Me
gusta dejar unos minutos largos para leer en la mañana antes de ir a trabajar. Y
no me considero metódico. Paro cuando estoy cansado, escribo cuando sé que me
voy a divertir o cuando lo necesito; que es prácticamente cada día. Tal vez
sería metódico si me dedicase profesionalmente a esto. Pero no es el caso.
¿Tienes algún refugio a
la hora de escribir?
Sinceramente, creo que
el refugio está tan solo en mi cabeza. Siempre llevo conmigo una libreta, un
bolígrafo, y, por supuesto, mi teléfono móvil. Tengo mi correo electrónico
lleno de borradores con historias, frases, relatos... Escribir realmente me gusta
hacerlo casi en cualquier parte. Por decir algún lugar, me gusta mucho escribir
en un pub o una cafetería, donde hay gente alrededor. Puede sonar raro,
pero soy mucho de mirar las expresiones de la gente, sus movimientos, sus
formas de sentarse; de oír sus tonos de voz. Luego, es cierto que, para darle
forma, para corregir y pulir, prefiero lugares tranquilos y en silencio.
¿Un rincón especial,
una música, una hora del día?
Un rincón especial
siempre es Cádiz. Una música: para escribir prefiero el silencio o bandas
sonoras solo instrumentales de fondo; para escuchar así diariamente, sin duda
me quedo con el Carnaval de Cádiz. Para una hora del día, me quedo o con la
mañana o la hora a la que salgo del trabajo…
¿Qué papel ha jugado la
memoria personal en la construcción de los personajes de Para Lucía?
Bueno, tengo que decir
que los personajes de Para Lucía, los poquitos que salen, son todos ficticios,
claro está, pero todos han sido modelados por mi propia experiencia personal. Y
creo, o espero, que si se les presta la atención que requieren, se puede ver en
ellos plasmada a gran parte de nuestra sociedad. A nivel personal, Fernando, por
ejemplo, ha sido bautizado así en honor a mi padre. Cuando imaginé físicamente
al personaje (su cara, sus expresiones, sus movimientos, e incluso su
carácter), claramente estaba pensando en mi padre. Por suerte para él, solo se
parecen en eso.
¿Qué autor o autora podría
decirse que ha marcado tu vida?
Más que los propios
autores o autoras, lo que ha marcado mi vida han sido sus obras. Y es que como un
autor que me acompañó en mi juventud, podría decirte Tolkien. Pero realmente
considero que fueron sus obras las que fueron conmigo, El Hobbit y El
Señor de los Anillos.
Cada vez que leo un
buen libro, o una buena historia, un trocito de ella queda en mi corazón, si no
para siempre, al menos sí por mucho tiempo. Por el impacto que sus obras han
tenido en mí, también destacaría sin duda a autores como Pérez-Reverte, Carmen
Laforet, Dante, García Márquez, Tolstoi, Antonio Gala, Neruda… Y, por supuesto,
Cervantes.
¿Cómo fue el camino
desde terminar el manuscrito hasta verlo publicado? ¿Te encontraste con muchas
puertas cerradas?
La verdad es que no. Tal vez tuve buena
suerte y lo envié a la editorial adecuada. Cierto es que el manuscrito de Para Lucía lo envié a tres
editoriales, y de las tres solo me respondió la editorial Exlibric. Y ellos
desde el principio me lo pusieron muy fácil. Entiendo que publicar un libro
cuando no te conocen ni en la librería del barrio puede ser una tarea difícil, frustrante
y desesperante. Después de terminar tu obra, una obra en la que has invertido
meses y meses de esfuerzo, tener que ponerte a seleccionar la editorial
adecuada y redactar una especie de currículo literario, es, cuanto menos,
pesado. Especialmente cuando las probabilidades de que, ya no que no te den una
respuesta, sino que ni siquiera abran tu propuesta son muy elevadas. Es la
época que nos está tocando vivir.
¿Qué opinas del
panorama editorial actual? ¿Crees que las editoriales están abiertas a voces
nuevas o prima la rentabilidad?
Tan solo puedo hablar
desde mi experiencia y humilde opinión personal, y personalmente creo que hoy
en día hay muchísima oferta para tan poca demanda. Se escriben y publican miles
de libros a la semana, y la mayoría de ellos acaban en poco tiempo almacenados
en la estantería, en la sección de “sueños que se cumplieron a medias”. Con
tanta cantidad, creo que es imposible por parte de una editorial el prestarles
el tiempo y esfuerzo de promoción que un libro requiere. Una editorial, al fin
y al cabo, es una empresa, un negocio, y es comprensible que no quiera perder
dinero. Invertir en el libro de un autor o autora que recién empieza, es un
reto, pero también un riesgo. Y en muy contadas veces sale rentable. En la
mayoría de los casos, salimos autores cuyas obras apenas sobreviven al tiempo.
Por lo general, las editoriales que apuestan por nuevas voces son editoriales aquellas
que trabajan la coedición, o la edición bajo demanda. Y gracias a ellas, muchas
personas con almas de autoras podemos intentar hacernos un huequito.
¿Tuviste alguna experiencia frustrante o reveladora con editoriales que puedas compartir?
Sí, alguna que otra.
Aunque no fueron a la hora de publicar Para Lucía.
La primera novela que
intenté publicar era una novela de genero fantástico. La historia, cuando la
recuerdo me sigue gustando mucho hoy día. Pero, incluso entonces, que era ella
la primera y yo iba todo ilusionado e ingenuo, era consciente de mis
limitaciones, y de sus carencias. La valoración que recibí por parte de esa
editorial me encantó, me hizo sentir el futuro premio nobel de literatura. Ponía
al manuscrito por las nubes, nunca mejor dicho (es que la historia sucedía en
las nubes, ja ja). Y aunque la valoración me subió la moral en un principio, siempre
tuve la mosca detrás de la oreja, porque yo mismo veía que la estructura de mi obra
no era consistente, que tenía demasiados errores de principiante. Veía que le
faltaban varios meses o años de cocción.
Me mandaron el contrato
y me dijeron de presentar el libro en el plazo de un mes, sin siquiera haberse
realizado las correcciones mínimas de estilo y ortotipográficas. Además, el
contrato mencionaba varias veces la posibilidad de llevar la historia al mundo
cinematográfico. O sea, todo una maravilla. Sonaba todo demasiado bien, y
fácil. Entonces me puse a rebuscar por internet, y, efectivamente, encontré, a
tiempo por suerte, muchísimos comentarios negativos sobre esa editorial.
Así tengo al menos un
par de ellas.
No creo que sea
indispensable. Lo hace más cómodo para el escritor, quizá. Aunque, incluso
publicando con editoriales, hoy en día el autor o autora debe hacer un esfuerzo
más allá de escribir la obra, y trabajar codo con codo con la editorial en la
edición y promoción del libro. Y es que, como hemos mencionado antes, las
editoriales actualmente publican decenas de libros cada semana. Si no quieres
que el tuyo caiga rápidamente en el olvido, más te vale moverte. Así que, sí,
de alguna forma lo hace más cómodo, pero no es indispensable. Y tampoco creo
que publicar a través de una editorial deba ser sinónimo de calidad, ni mucho
menos. No al menos hoy en día. Yo la verdad es que nunca me lo he planteado,
porque no creo que lleve en esto tanto como para sopesar otras alternativas, y
estoy contento con el trato recibido por parte de la editorial Exlibric.
En este proceso, ¿qué
has aprendido sobre ti mismo como escritor y como persona?
Como escritor diría que
lo que he aprendido en el proceso de escribir es que aún me queda muchísimo por
aprender. Que con una formación no basta, que con leer un libro no basta, que
con saberse las reglas ortográficas y gramáticas no basta; que escribir puede
ser un don para aquellos que lo tengan, y un juego complejo, pero enriquecedor,
para aquellos interesados en contar algo. He aprendido que dar en la tecla con
la expresión deseada, con esa palabra buscada, con esa descripción ansiada,
tira por tierra el dicho “una imagen vale más que mil palabras”. Que maravilla
cuando das con ella.
Y como persona, el
proceso me ha enseñado que yo tal vez no tenga ese don de la palabra que tienen
los grandes, pero sí que tengo las ganas de mejorarme a mí mismo cada día. Que
tengo una cierta sensibilidad, especial a mi entender, y que siempre estuvo
latente, para ver y escribir sobre cosas. Desde que empecé a escribir hace
algunos años casi a diario, desconozco el aburrimiento. Y me ha permitido
conocerme más y mejor a mí mismo. Digamos que escribir me permite amueblar y
ordenar los pensamientos en mi cabeza.
¿Qué te ha enseñado Para Lucía sobre el
silencio, la espera o el tiempo?
¡Vaya! Me encanta la
pregunta. Sobre el silencio, Para Lucía me ha enseñado que, si no
lo desea, puede llegar a enloquecer a una persona hasta el punto de creer
hablar con un cuervo o con la luna. Sobre el tiempo, me ha enseñado que eso de que
“todo lo cura” es una de las mayores mentiras que jamás nos han contado. Que
para quien espera algo que nunca sucede el tiempo casi no pasa, manteniendo el
dolor tan vivo como el primer día.
Escribir Para Lucía me
ha ayudado a entender de otra forma lo frágil y lo perseverante, lo
contradictorio, que puede llegar a ser el ser humano.
¿Cómo reaccionó tu entorno más cercano al leer tu obra por primera vez?
Pues, aunque, como ya
he dicho, ya había escrito otras historias o novelas antes de Para Lucía,
nunca había mostrado nada a nadie. Para Lucía, es la primera obra que
publico, pero también la primera obra mía que mi entorno más cercano ha leído.
Antes de convertirla en libro, antes de hacerla novela corta, era un relato
largo, de unas seis páginas. Me gustaba jugar con ella, e ir cambiándole y
añadiéndole cosas nuevas. Un día, porque sí, decidí enviárselo a un amigo, se
lo enseñé a mi mujer y se lo envié también a mi madre (los tres con criterio.
Sabía que no me dirían un simple “que bonito”). Y les gustó a los tres. Y como
a mí también me gustaba, y no sentía el mismo miedo por mostrarla al mundo como
había sentido con otras historias, me animé a publicarla. Pero era consciente
de que un libro de seis páginas es imposible. Así que me puse a engordar la
historia, sabiendo que no quería añadir cosas de relleno y porque sí. Entonces,
cambié al narrador, despedí al que tenía antes, que era uno de esos que todo lo
saben, y que hablan hasta de la ropa interior de los personajes, por un cuervo
que narrara la historia desde su punto de vista, y que interviniese en algunos momentos
clave. Y añadí también el personaje de Lucía, para así darle más emotividad a
la obra. Y tal fue la relevancia que fue adquiriendo Lucía en el desarrollo de
la obra, que entendí que debía ser su nombre lo que predominase en el título de
la misma.
Ya una vez publicada lo
leyeron el resto de mis familiares, y algunos amigos. Y sus reacciones
sobrepasaron cualquier expectativa que pudiera haber tenido. Y, sinceramente,
con eso ya está más que pagado todo mi esfuerzo.
¿Tiene la nostalgia de tu tierra un papel fundamental en tu obra?
Sí. Cádiz está latente en
cada capítulo. Aunque no se la menciona, yo puedo sentirla. Y la visualizaba a
medida que describía los pasos de Fernando. Su humedad y su olor a mar
sobresale en cada línea.
¿Qué proyectos tienes
en mente ahora que has dado este primer paso? ¿Habrá una segunda novela?
Mis proyectos actuales
relacionados con la literatura son varios. Por un lado, como ya hemos hablado,
me puse el reto de escribir y publicar cada semana en mi cuenta de Instagram
relatos cortos, frases, poemas o reflexiones. Y de momento no he faltado a mi
palabra. Por otro lado, acabo de finalizar mi formación en corrección
profesional y ortotipográfica. Me gustaría así dedicarme de otra manera al
mundo de los libros. Además, esta formación me esta ayudando mucho a mejorar mi
propia forma de escribir. Y, por último, sí, estoy inmerso en una segunda
novela. Una historia distinta a Para Lucía. La empecé hace ya varios
meses, parece que es de cocción más lenta que Para Lucía, pero ahí va.
Me tiene muy motivado.
¿Qué consejo le darías
a un escritor que mantiene su primer manuscrito en un cajón por miedo al juicio
ajeno?
Le diría que lo
entiendo perfectamente, que a mí también me sigue envolviendo a veces ese
sentimiento, ese vértigo a exponerse desnudo ante los demás. También le diría
que piense en qué le motivó a escribir. Si su motivación desde un principio fue
solamente la de crear, que no es poco, y nunca tuvo la necesidad de publicar,
pues que continúe escribiendo. Pero si siempre tuvo las ganas de escribir para
ser leído, pues que se atreva, que salte a la piscina. Siempre puede ayudar,
antes de publicar, enseñarlo a personas de confianza, o incluso a desconocidos.
Estos podrían de alguna forma asesorarle, darle su opinión y ver qué mejorar y
qué pulir de la obra. Ya será cuestión suya escuchar o atender a las opiniones
que quiera escuchar o atender.
Y para terminar, si Para Lucía pudiera
convertirse en otra cosa —una canción, una película, una serie—, ¿qué te
gustaría que fuera?
Bueno ya verla
publicada en un libro no es poco, pero si me permites soñar, pues siempre,
desde el momento en que empecé a crearla, me la he imaginado como un
cortometraje, tal vez de animación. No sé por qué, pero siempre me ha parecido
que tiene la atmósfera oscura de esos cortometrajes emotivos en los que los
personajes casi no hablan y siempre hay una musiquita sonando de fondo (un
violín o un piano) La verdad, es que sería muy entrañable ver Para Lucía de
esa forma.
Gracias, Miguel, por compartir con nosotros este ratito. Desde este espacio seguiremos con atención esa senda literaria que estás construyendo y celebramos que Cádiz siga pariendo lunas (y escritores) que sepan iluminar nuestro camino con palabras.
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