domingo, abril 27, 2025

10 PREGUNTAS a María de los Ángeles Fornero - Versión escrita

Hoy tenemos el enorme placer de conversar con María de los Ángeles Fornero, escritora, psicóloga social y profesora de lengua. Su voz literaria, cargada de sensibilidad y profundidad, se ha hecho presente en obras como La mujer que no está, Viaje entre dos orillas y poemarios como Úlcera, sal, papel y carbón (Editorial El Mensú, Córdoba, 2021) y La devolución de las texturas.

María de los Ángeles eres escritora, psicóloga social y profesora de lengua: ¿qué papel ha jugado tu formación profesional en tu narrativa?

Mucha, claramente. En la Psicología Social reconozco un abrevadero fundamental a la hora de elaborar personajes y ponerlos a accionar en una obra. Trabajar la relación mundo interno-contexto-histórico-social concreto de un personaje es una tarea en la que la tarea de escribir opera con las herramientas de la psicología social, sin dudas. Mi militancia en el movimiento de mujeres de Argentina y en la lucha política y social de mi país son verdaderas ventanas para la ficción.  Aunque yo siempre cuento que la literatura, los relatos ficcionales me son heredados desde la oralidad campesina en la que me crie.

Además de escritora de prosa, eres poeta, me gustaría que me describieras, ¿qué es para ti la poesía y qué papel juega en tu vida?

En general, la gente que ha leído mis trabajos coincide en que se trata de una prosa poética. Lo lírico recorre el relato. Yo también siento que es así. Si bien hay un trabajo en el que me detengo mucho que es en el uso del lenguaje, desde ya, también es cierto que hay como un natural fluir poético, de imágenes en lo que se va contando. Además, creo que me viene de esa historia personal en donde mi padre, bajo la galería de la casa del campo, en noches de tormenta o de estrellas, lo misma daba, podía contarnos a sus hijos una historia de indios tehuelches o entonar la zamba de “Mi Esperanza” con ese coro de niños (éramos varios hermanos)

Entre tus títulos publicados destacan algunas obras como La mujer que no está (Alción Editora, Córdoba, 2023 y Maquinaciones, Lima 2025). ¿Cuál fue la semilla para escribir este libro?

La semilla es la desaparición de una mujer de 38 años en el año 2005 que ya no volvió a aparecer en la ciudad de Villa María. Se sospecha del ex marido, pero nunca en Córdoba se llevó a juicio el hecho y fue como quedando en el “olvido”. Luego la trama eslabona otros hechos, también reales, de principio del siglo XXI, el despojo de tierras ancestrales a los campesinos pobres del norte de la provincia en beneficio de viejos y nuevos terratenientes que dominaron el agro-negocio de la soja. Luego, la ficción, que tiene de gótico y fantástico dentro de lo que sería un policial negro, hace todo lo demás. La novela está ganando lectores lenta pero permanentemente, lo que me llena de alegría.

Viaje entre dos orillas (Mesa Redonda, Lima, 2022) y (Alción Editora, Córdoba, 2019) es otra de tus obras más laureadas. ¿Qué historia nos cuentas en esta obra?

Este es mi primer libro publicado, aunque escribí desde adolescente y tuve algún que otro premio o menciones que fueron a parar a publicaciones colectivas o antologías de editoriales, folletos, revistas unders, blogs, etc. Viajes entre dos orillas se enmarca en lo que llamaríamos una auto-ficción con cierto estilo de crónicas de viaje. Cuenta un último diálogo entre una hija que acaba de llegar de un viaje por el Perú andino, profundo y un padre, ya moribundo en su última inspiración. Es un diálogo ficcional en donde los recuerdos, los debates, los enojos, los sueños de cada uno y de ambos se entrelazan con los debates políticos, los sueños no cumplidos, las historias pendientes de una América Latina que sigue buscándose. 

La mujer que no está es una historia trágica y lírica, enmarcada en una Córdoba que conoces muy bien. En ella, narras a los lectores una historia de ficción basada en hechos reales. ¿Qué te llevó a querer contar esta historia al mundo?

Es una historia que se repite de nuevas formas. La invasión de los territorios ancestrales por los poderosos de afuera o de adentro, la apropiación de los cuerpos de las mujeres y de las niñas, la negación de las lenguas originarias y la imposición de lenguas ajenas y como contracara las formas de resistencia desde los sincretismos culturales y religiosos, la entronización de los mitos como modo de sobrevivencia y en última instancia, las luchas guerrilleras, clandestinas o la movilización callejera pese a quién le pese.

También has publicado varios poemarios, entre los que se encuentran Úlcera, sal, papel y carbón (Editorial El Mensú, Córdoba, 2021) y La devolución de las texturas (Tinta Libre Editores, Córdoba. 2020). ¿Qué temas tratas en dichas obras?

Siempre escribo poesías, tengo dos trabajos de poesía que ya podrían ser libro. Pero los dos poemarios publicados son de los tiempos del Covid-19. Contiene mucho de esos perros de la calle que éramos, aislados, ajenos, sarnosos para el otro y a la vez el amor y lo solidario en contraposición. Hay mucho de identitario en los dos poemarios también. Un volver a preguntarse el “de dónde vengo” el “quién soy” el “cuál es mi función por estos valles” Y una cierta convicción de que “no salimos mejores de la pandemia” sino con un mundo mucho más desigual y más cruel. Con tantas aberraciones como las que vemos en la argentina, hoy.

Una pregunta que suelo hacer a los y las poetas con las que me encuentro en el camino de la escritura, ¿cómo sabes si un poema está “terminado”?

Nunca lo sé. Solo digo “hasta acá”. Un poema es un lugar donde se vuelve a demostrar que la completud no existe. Solo terminará de escribirse con el final de la vida del yo-lírico que lo engendró. Puedo decir “ya está, no lo toco más”. Es una obligación dejar de corregir y de retocar en algún momento. Pero un poema está vivo como el poeta que necesitó escribirlo.



Eres autora integrante de la Antología de cuentos Historial de la Cuerda Floja, 10 cuentos de 10 escritoras argentinas. (Ed. Lago. Córdoba, 2022) y Ventura Ccalamaqui y Manuela Gandarillas, dirigentas de un colectivo social. (Ed. Qellqa. Lima 2024). También has colaborado en numerosos blogs, revistas y periódicos digitales en Argentina, Estados Unidos, Perú y España y asistido a una variedad de presentaciones en Ferias Internacionales del Libro en Argentina y en el extranjero. ¿Cuán de importante es que una autora esté presente en eventos colectivos para su carrera profesional?

Fundamental, me parece a mí. Aquella idea de los “escritores de puertas adentro” recibiendo la “inspiración divina” es pura fabulación idealista, perimida. La literatura es la vida misma dando tumbos. La vida cotidiana, lo social, lo político, los conflictos, la interacción, la alteridad es lo único que alimenta la mismidad. El acopio de belleza del lenguaje es solo producto de ese “meterse en el barro”. Las más diversas ferias de libros, grandes o pequeñas, de aquí a la vuelta o de los grandes centros literarios, los debates, las diferencias son verdaderos documentales que me nutren y me afinan.

¿Qué desafíos representan para ti publicar un nuevo libro? ¿Sigues sintiendo el gusanillo de la primera vez?

Sí, cada libro es un nido de gusanillos bullendo. Me refrenda y me asusta esa forma de corazón bombeando sangre.

¿Sientes que tu estilo ha evolucionado a lo largo de tu carrera?

Sí, claro. Después, un libro puede lograr una mayor solidez que otro, seguramente, pero tiene que haber una evolución en la obra que es la evolución del escritor en su propio movimiento vital. Bienvenidas las influencias, todas, las críticas, todas.

Como lectora, ¿qué autoras o autores te marcaron y se reflejan de algún modo en tu escritura?

Difícil respuesta. Me marcó José María Arguedas, en primer lugar. Su reconocimiento de sí mismo, eso me obligó al mío. El realismo mágico y lo real maravilloso. Todos. García Márquez, Rulfo, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar y el gótico sureño norteamericano, Faulkner, Flannery O´Connor y los poetas españoles Antonio Machado, Federico, Miguel Hernández, Pablo Neruda, César Vallejo. Bueno: Margaret Mitchell, Jorge Amado, Carson McCuller, Saramago, Clarice Lispector, Rodolfo Walsh, Marguerit Duras, el “Martín Fierro”. Y en las últimas dos décadas las mujeres narradoras latinoamericanas que han vuelto a impulsar la literatura en habla española a un nuevo vuelo.

¿Qué lugar ocupa la memoria —personal o colectiva— en tu literatura?

La memoria como concepto, a partir de lo que plantea Benjamín, es siempre colectiva ¿no? En La mujer que no está la memoria colectiva es lo que le da voz a la mujer desaparecida. Todas las otras voces arrebatadas, canceladas de los últimos siglos toman la palabra, cada una desde sus lenguas ancestrales y salen en comunidad de la garganta de ese personaje. Y esa forma colectiva es la única que puede tener fuerza frente al poder que la desaparece.

Desde tu perspectiva, ¿qué lugar ocupan hoy las mujeres en la literatura argentina contemporánea?

Primerísima. Creo que la literatura argentina actualmente goza de muy buena salud y uno de los motivos es la irrupción de una cantidad de mujeres escritoras que crecieron en su escritura al calor de la lucha democrática de los últimos cuarenta años, los juicios de lesa humanidad a la dictadura y la condena a los genocidas, la fortaleza de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y un movimiento de mujeres insubordinable que logró la ley de interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, el abrazo a las diversidades, etc. No voy a nombrar a ninguna, porque por suerte son muchas y de todas las regiones del país.

Si pudieras dialogar con un personaje de alguno de sus libros, ¿a cuál elegirías y de qué hablarías?

Elegiría a María Muratore, de El río de las congojas, de Libertad Demitrópulos en primer lugar y me pasaría horas conversando con ella a orillas del Río Paraná tomando mates, sobre cómo fue ser la querida de Juan de Garay mientras moría con los suyos cuando el conquistador bajó de Asunción para la fundación de Buenos Aires. Y en segundo lugar me encantaría escuchar a Cometierra, de Dolores Reyes, una niña del conurbano bonaerense que seguramente repudiaría a Milei.

¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto literario? ¿Puede adelantarnos algo?

Sí. Editorial Altazor de Lima está maquetando un libro que trabajamos con Ángel Mendoza, un ayacuchano, fotógrafo y docente de la Universidad de Huamanga, sobre Ventura Ccalamaqui y los rastros que nos llevan a ella a partir de la memoria reciente. Ese trabajo está esperando editorial argentina, también. Y, estoy trabajando en una novela que ya está bastante avanzada, pero le falta pulido, donde de nuevo hay mezcla de fantástico con un policial sui-géneris. 

Para alguien que quiera iniciarse en su obra, ¿por cuál de sus libros recomendaría empezar y por qué?

Por La mujer que no está.

Y antes de despedirnos, para quienes empiezan en el arte de la escritura, ¿qué recomendaciones les darías para que no pierdan la ilusión y continúen luchando por ese sueño que para muchos es la publicación?

Que escriban. Que escriban mucho, que se animen a equivocarse mucho y a empezar de nuevo. La otra sugerencia es que lean. Leer mucho, autores de los más diversos y meterse con la vida. Que de esa conjunción va a salir el material para volver a sentarse en la computadora o frente al papel.

María de los Ángeles Fornero nos has abierto la puerta a tu mundo de palabras y emociones. Te agradezco desde aquí este ratito que nos has dedicado y espero que tu obra siga inspirando, con la misma intensidad, a lectores de todas las generaciones. Muchas gracias y mucha suerte.

Igualmente, Leo. Ha sido un placer estar aquí contigo conversando.

 

2 comentarios:

  1. Mis felicitaciones a María, de una prosa comprometida y una poesía de registro. Una voz que considero debe tener más eco en América.

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