Hoy tenemos el enorme placer de conversar con María de los Ángeles Fornero, escritora, psicóloga social y profesora de lengua. Su voz literaria, cargada de sensibilidad y profundidad, se ha hecho presente en obras como La mujer que no está, Viaje entre dos orillas y poemarios como Úlcera, sal, papel y carbón (Editorial El Mensú, Córdoba, 2021) y La devolución de las texturas.
María de los Ángeles eres escritora, psicóloga social
y profesora de lengua: ¿qué papel ha jugado tu formación profesional en tu
narrativa?
Mucha, claramente. En la Psicología Social reconozco
un abrevadero fundamental a la hora de elaborar personajes y ponerlos a
accionar en una obra. Trabajar la relación mundo interno-contexto-histórico-social
concreto de un personaje es una tarea en la que la tarea de escribir opera con
las herramientas de la psicología social, sin dudas. Mi militancia en el
movimiento de mujeres de Argentina y en la lucha política y social de mi país
son verdaderas ventanas para la ficción.
Aunque yo siempre cuento que la literatura, los relatos ficcionales me
son heredados desde la oralidad campesina en la que me crie.
Además de escritora de prosa, eres poeta, me gustaría
que me describieras, ¿qué es para ti la poesía y qué papel juega en tu vida?
En general, la gente que ha leído mis trabajos
coincide en que se trata de una prosa poética. Lo lírico recorre el relato. Yo
también siento que es así. Si bien hay un trabajo en el que me detengo mucho
que es en el uso del lenguaje, desde ya, también es cierto que hay como un
natural fluir poético, de imágenes en lo que se va contando. Además, creo que
me viene de esa historia personal en donde mi padre, bajo la galería de la casa
del campo, en noches de tormenta o de estrellas, lo misma daba, podía contarnos
a sus hijos una historia de indios tehuelches o entonar la zamba de “Mi
Esperanza” con ese coro de niños (éramos varios hermanos)
La semilla es la desaparición de una mujer de 38 años
en el año 2005 que ya no volvió a aparecer en la ciudad de Villa María. Se
sospecha del ex marido, pero nunca en Córdoba se llevó a juicio el hecho y fue
como quedando en el “olvido”. Luego la trama eslabona otros hechos, también
reales, de principio del siglo XXI, el despojo de tierras ancestrales a los
campesinos pobres del norte de la provincia en beneficio de viejos y nuevos
terratenientes que dominaron el agro-negocio de la soja. Luego, la ficción, que
tiene de gótico y fantástico dentro de lo que sería un policial negro, hace
todo lo demás. La novela está ganando lectores lenta pero permanentemente, lo que
me llena de alegría.
Viaje entre
dos orillas (Mesa Redonda, Lima, 2022) y (Alción
Editora, Córdoba, 2019) es otra de tus obras más laureadas. ¿Qué historia nos
cuentas en esta obra?
Este es mi primer libro publicado, aunque escribí
desde adolescente y tuve algún que otro premio o menciones que fueron a parar a
publicaciones colectivas o antologías de editoriales, folletos, revistas
unders, blogs, etc. Viajes entre dos
orillas se enmarca en lo que llamaríamos una auto-ficción con cierto estilo
de crónicas de viaje. Cuenta un último diálogo entre una hija que acaba de
llegar de un viaje por el Perú andino, profundo y un padre, ya moribundo en su
última inspiración. Es un diálogo ficcional en donde los recuerdos, los debates,
los enojos, los sueños de cada uno y de ambos se entrelazan con los debates
políticos, los sueños no cumplidos, las historias pendientes de una América
Latina que sigue buscándose.
La mujer que no está es una historia trágica y lírica,
enmarcada en una Córdoba que conoces muy bien. En ella, narras a los lectores
una historia de ficción basada en hechos reales. ¿Qué te llevó a querer contar
esta historia al mundo?
Es una historia que se repite de nuevas formas. La
invasión de los territorios ancestrales por los poderosos de afuera o de
adentro, la apropiación de los cuerpos de las mujeres y de las niñas, la
negación de las lenguas originarias y la imposición de lenguas ajenas y como
contracara las formas de resistencia desde los sincretismos culturales y
religiosos, la entronización de los mitos como modo de sobrevivencia y en
última instancia, las luchas guerrilleras, clandestinas o la movilización
callejera pese a quién le pese.
También has publicado varios poemarios, entre los que se encuentran Úlcera, sal, papel y carbón (Editorial El Mensú, Córdoba, 2021) y La devolución de las texturas (Tinta Libre Editores, Córdoba. 2020). ¿Qué temas tratas en dichas obras?
Siempre escribo poesías, tengo dos trabajos de poesía
que ya podrían ser libro. Pero los dos poemarios publicados son de los tiempos
del Covid-19. Contiene mucho de esos perros de la calle que éramos, aislados,
ajenos, sarnosos para el otro y a la vez el amor y lo solidario en
contraposición. Hay mucho de identitario en los dos poemarios también. Un
volver a preguntarse el “de dónde vengo” el “quién soy” el “cuál es mi función
por estos valles” Y una cierta convicción de que “no salimos mejores de la
pandemia” sino con un mundo mucho más desigual y más cruel. Con tantas
aberraciones como las que vemos en la argentina, hoy.
Una pregunta que suelo hacer a los y las poetas con
las que me encuentro en el camino de la escritura, ¿cómo sabes si un poema está
“terminado”?
Nunca lo sé. Solo digo “hasta acá”. Un poema es un
lugar donde se vuelve a demostrar que la completud no existe. Solo terminará de
escribirse con el final de la vida del yo-lírico que lo engendró. Puedo decir
“ya está, no lo toco más”. Es una obligación dejar de corregir y de retocar en
algún momento. Pero un poema está vivo como el poeta que necesitó escribirlo.
Eres autora
integrante de la Antología de cuentos Historial
de la Cuerda Floja, 10 cuentos de 10 escritoras argentinas. (Ed. Lago. Córdoba,
2022) y Ventura Ccalamaqui y Manuela
Gandarillas, dirigentas de un colectivo social. (Ed. Qellqa. Lima 2024).
También has colaborado en numerosos blogs, revistas y periódicos digitales en
Argentina, Estados Unidos, Perú y España y asistido a una variedad de
presentaciones en Ferias Internacionales del Libro en Argentina y en el
extranjero. ¿Cuán de importante es que una autora esté presente en eventos
colectivos para su carrera profesional?
Fundamental,
me parece a mí. Aquella idea de los “escritores de puertas adentro” recibiendo
la “inspiración divina” es pura fabulación idealista, perimida. La literatura
es la vida misma dando tumbos. La vida cotidiana, lo social, lo político, los
conflictos, la interacción, la alteridad es lo único que alimenta la mismidad.
El acopio de belleza del lenguaje es solo producto de ese “meterse en el
barro”. Las más diversas ferias de libros, grandes o pequeñas, de aquí a la
vuelta o de los grandes centros literarios, los debates, las diferencias son
verdaderos documentales que me nutren y me afinan.
¿Qué desafíos representan para ti publicar un nuevo libro? ¿Sigues sintiendo el gusanillo de la primera vez?
Sí, cada libro es un nido de gusanillos bullendo. Me
refrenda y me asusta esa forma de corazón bombeando sangre.
¿Sientes que tu estilo ha evolucionado a lo largo de tu carrera?
Sí, claro. Después, un libro puede lograr una mayor
solidez que otro, seguramente, pero tiene que haber una evolución en la obra
que es la evolución del escritor en su propio movimiento vital. Bienvenidas las
influencias, todas, las críticas, todas.
Como lectora, ¿qué autoras o autores te marcaron y se
reflejan de algún modo en tu escritura?
Difícil respuesta. Me marcó José María Arguedas, en
primer lugar. Su reconocimiento de sí mismo, eso me obligó al mío. El realismo
mágico y lo real maravilloso. Todos. García Márquez, Rulfo, Alejo Carpentier,
Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar y el gótico sureño norteamericano, Faulkner,
Flannery O´Connor y los poetas españoles Antonio Machado, Federico, Miguel
Hernández, Pablo Neruda, César Vallejo. Bueno: Margaret Mitchell, Jorge Amado, Carson
McCuller, Saramago, Clarice Lispector, Rodolfo Walsh, Marguerit Duras, el
“Martín Fierro”. Y en las últimas dos décadas las mujeres narradoras
latinoamericanas que han vuelto a impulsar la literatura en habla española a un
nuevo vuelo.
¿Qué lugar ocupa la memoria —personal o colectiva— en tu
literatura?
La memoria como concepto, a partir de lo que plantea Benjamín,
es siempre colectiva ¿no? En La mujer que
no está la memoria colectiva es
lo que le da voz a la mujer desaparecida. Todas las otras voces arrebatadas,
canceladas de los últimos siglos toman la palabra, cada una desde sus lenguas
ancestrales y salen en comunidad de la garganta de ese personaje. Y esa forma
colectiva es la única que puede tener fuerza frente al poder que la desaparece.
Desde tu perspectiva, ¿qué lugar ocupan hoy las
mujeres en la literatura argentina contemporánea?
Primerísima. Creo que la literatura argentina
actualmente goza de muy buena salud y uno de los motivos es la irrupción de una
cantidad de mujeres escritoras que crecieron en su escritura al calor de la
lucha democrática de los últimos cuarenta años, los juicios de lesa humanidad a
la dictadura y la condena a los genocidas, la fortaleza de las Madres y Abuelas
de Plaza de Mayo y un movimiento de mujeres insubordinable que logró la ley de
interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, el abrazo a
las diversidades, etc. No voy a nombrar a ninguna, porque por suerte son muchas
y de todas las regiones del país.
Si pudieras dialogar con un personaje de alguno de sus
libros, ¿a cuál elegirías y de qué hablarías?
Elegiría a María Muratore, de El río de las congojas, de Libertad Demitrópulos en primer lugar y me pasaría horas conversando con ella a orillas del Río Paraná tomando mates, sobre cómo fue ser la querida de Juan de Garay mientras moría con los suyos cuando el conquistador bajó de Asunción para la fundación de Buenos Aires. Y en segundo lugar me encantaría escuchar a Cometierra, de Dolores Reyes, una niña del conurbano bonaerense que seguramente repudiaría a Milei.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto literario?
¿Puede adelantarnos algo?
Sí. Editorial Altazor de Lima está maquetando un libro
que trabajamos con Ángel Mendoza, un ayacuchano, fotógrafo y docente de la
Universidad de Huamanga, sobre Ventura Ccalamaqui y los rastros que nos llevan
a ella a partir de la memoria reciente. Ese trabajo está esperando editorial
argentina, también. Y, estoy trabajando en una novela que ya está bastante
avanzada, pero le falta pulido, donde de nuevo hay mezcla de fantástico con un
policial sui-géneris.
Para alguien que quiera iniciarse en su obra, ¿por
cuál de sus libros recomendaría empezar y por qué?
Por La mujer que
no está.
Y antes de despedirnos, para quienes empiezan en el
arte de la escritura, ¿qué recomendaciones les darías para que no pierdan la
ilusión y continúen luchando por ese sueño que para muchos es la publicación?
Que escriban. Que escriban mucho, que se animen a
equivocarse mucho y a empezar de nuevo. La otra sugerencia es que lean. Leer
mucho, autores de los más diversos y meterse con la vida. Que de esa conjunción
va a salir el material para volver a sentarse en la computadora o frente al
papel.
María de los Ángeles Fornero nos has abierto la puerta
a tu mundo de palabras y emociones. Te agradezco desde aquí este ratito que nos
has dedicado y espero que tu obra siga inspirando, con la misma intensidad, a lectores
de todas las generaciones. Muchas gracias y mucha suerte.
Igualmente, Leo. Ha sido un placer estar aquí contigo conversando.
Mis felicitaciones a María, de una prosa comprometida y una poesía de registro. Una voz que considero debe tener más eco en América.
ResponderEliminarGracias por tu comentario :-)
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