Encantado de tenerte hoy en nuestro espacio después de tanto tiempo hablando a través de las redes.
El encantado soy yo, Leo. Desde que me contactaste por primera vez, me sentí halagado y deseoso de que llegara el momento de tu entrevista.
Vamos con la primera pregunta: ¿Quién es Juan Antonio Rodríguez Astorga?
Vaya, entras con munición de combate. Para mí, cómo para cualquier otra persona con un poco de rubor, es muy difícil definirme, sin que se pueda catalogar, esta definición, de falsa modestia.
Me limitaré a ofrecer algunos datos
biográficos para darme a conocer de forma aséptica.
Nací en Cádiz un 4 de noviembre de 1961, estoy
casado con mi único amor y compañera de vida: Oliva, con la que tengo dos
maravillosos hijos: Alberto de 36 años y Álvaro de 28.
Ejercí en la Armada Española durante 32 años,
de la que me retiré siendo Alférez de Navío —de ahí y de mi gaditanismo me
viene la pasión por el mar, que se refleja en muchas de mis composiciones
poéticas— he sido empresario del sector del frío industrial y actualmente soy
abogado de la Asesoría Jurídica Gadir Legal, que fundé junto con mi compañero
Diego Moisés Infante Ojeda.
¿A qué edad empezaste a escribir?
Si te digo la verdad, no tengo conciencia de cuando empecé a escribir, creo que desde que tengo uso de razón. La composición más antigua que recuerdo fue el siguiente poema premonitorio de mi vida de marino, que dice así:
Barquito que te alejas,
sobre la bahía, mar adentro.
Barquito que te dejas
un amor en cada puerto.
Barquito, tu sirena,
al viento haces sonar.
Barquito no te lleves
mi amor hacia la mar.
Tendría unos doce años cuando lo escribí. Ya
ves, parecía estar predestinado, je, je, je.
Qué maravilla. Cuéntame, ¿qué recuerdos tienes de esos primeros escritos?
¿Sabes lo que ocurre cuando ves dibujos y garabatos que hacías en edades tempranas?, pues lo mismo pasa con la poesía, denota la inmadurez, la inocencia y la mirada limpia del niño que fui. Resulta enternecedor remontarse a la infancia a través de estos poemas de niñez.
¿Qué es para ti la poesía?
A lo mejor me puedes tachar de pretencioso, pero aún así, me atrevo a decir que es mi forma de ver la vida, de trazar, en pocos versos, una pintura de la realidad que me rodea. Utilizo, como lo hace un pintor con los colores, la paleta de palabras que me ofrece el diccionario para plasmar, en el cuadro definitivo de un poema, mi personal y transferible verdad.
Tu obra poética ha sido reunida en tres libros: Del amor y otras desdichas (2019), Abordaje a la larga (2021) y La cosecha inesperada (2023), con lo que tienes una dilatada trayectoria en la lírica. Cuéntanos, ¿qué virtudes consideras que debe tener un buen poeta para cautivar al lector?
Es difícil saberlo, el lector de poesía es minoritario y exigente, debes saber llegar, en los primeros trazos de tus versos, para enganchar al lector. Con un poema la cuestión no es muy complicada, es como la copla española, tiene introducción, nudo y desenlace en pocos versos. Con un poemario completo es otra cosa, por ejemplo, en una novela, la trama se va desarrollando a lo largo de todo el libro y si esta trama atrapa al lector, este termina leyendo la novela completa. En el poemario tienes que llegar con cada poema que lo conforma, y eso es harto complicado.
Todos los fines de semanas, subo un videopoema, a mi
página de youtube: @jarastorga, compuesto para la ocasión. Empecé a hacerlo
cuando estuvimos confinados por la pandemia y continúo la labor. Pues bien, de
las 225 composiciones subidas hasta el día de hoy, tengo videopoemas con casi
60.000 visualizaciones y otros que no llegan a 100. ¿Cuál es la razón para tal
diferencia? Qui lo sa.
Lo mismo me pregunto yo, Juan Antonio, ¿qui lo sa? El misterio de las redes... Dime, ¿consideras que alguien puede llegar a convertirse en poeta o se nace siéndolo?
Como todo en esta vida, yo pienso que, si no tienes unas condiciones mínimas, es harto complicado. Es como el que no nace con una garganta preparada para el canto, puedes trabajar en ello, dedicar gran parte de tu vida a afinar tus cuerdas vocales. Llegarás a cantar bien, incluso muy bien, pero nunca llegarás a ser un Pavarotti.
Se dice que con trabajo y con práctica se llega a ser mejor escritor de prosa. ¿Pasa lo mismo con la poesía?
Creo que esta pregunta se responde, en parte, con lo expresado en la anterior. No obstante, decir que, si tienes cualidades innatas para la poesía, pero no las desarrollas, no te aplicas y trabajas —importante es leer mucha poesía, acudir a los clásicos para fomentar la base que te de las herramientas necesarias, y la riqueza de vocabulario, con las que poder crear tu propio estilo— es imposible avanzar y mejorar como poeta.
Como amante de la mitología greco-romana, ¿crees que las musas han de visitarnos para que nos llegue la inspiración? O como dijo el gran Pablo Picasso, ¿es mejor que cuando lleguen te cojan trabajando?
Yo soy más de Picasso, de hecho, lo expreso en un pequeño texto en prosa poética que tengo publicado en mi tercer poemario, se llama inspiración, y dice así:
No sé si usted construyó, alguna vez, una torre de marfil, si vistió la piel del pensador de Rodín o se infundió del colorido inconfundible de los oleos de Van Gogh en el “Retrato de Patience Escalier”.
No sé si a
usted le tocó esperar el transcurso de su historia para poder refrendar sobre
el papel cada coma, punto y seguido, aparte o final. Signos de puntuación que
delimiten las horas en versos y creen, de la planicie del folio, todo un
paisaje abrupto, salvaje, tridimensional, conformando su creación más absoluta.
Desconozco
el color de sus ojos, y mire usted que le he mirado veces a la cara en cada
rostro que me cruzo, y no es porque no me fije en ellos, es por su condición
tornasolada, por su caleidoscópica realidad y porque, alguna vez, le encontré
con los ojos cerrados.
Me pareció
verle en la herida de un nombre sobre la corteza rugosa del roble; en la huella
desdibujada de un pequeño pie, sobre la arena de la orilla, antes de ser
borrado por el juego repetitivo de la marea; en la mano que no te suelta, en la
palmada amiga; entre los surcos de las arrugas de la comisura de los labios de
mi madre; en noches de Reyes y de ratón Pérez; en las nuevas vidas de mi vida y
en las viejas muertes de mis recuerdos…
Y es que,
sin yo percatarme, siempre fue usted el anhelo, la esperanza y la
desesperación, la eterna espera y la alegría de cada encuentro.
Usted tiene nombre de mujer, no es que sea
algo significativo, aunque en estos tiempos que corren, bien me puede parecer
que alguien tan importante —tan vital— luzca el género femenino.
Cuando
llegue a mi casa, como lo ha hecho tantas otras veces, haga el favor de pasar
sin llamar, tiene las llaves de todas mis puertas, pero pido a las musas un
pequeño favor —tal y como pidió Picasso— cuando usted llegue, que me coja
trabajando…
Me encanta el modo en el que expresas en este escrito lo que es para ti la inspiración. Pasando por tu currículum literario, fuiste seleccionado en el año 2020 finalista en el Concurso internacional Constantí de relato corto por tu obra «La dama que costó un reino». ¿de qué trata?
Es la historia medieval de una violación que motivó, según la leyenda, la invasión de la península ibérica por las huestes de Al Tarik y la caída del último reino visigodo y de su último rey D. Rodrígo, encaprichado de la dama Florinda La Cava (La Cava significa prostituta en árabe).
También fuiste ganador de dicho certamen, en su edición de 2021, con tu obra «Fábula de una migración». ¿Cuál es el detonante de dicho relato en tu cabeza?
Cuando supe la temática a desarrollar en este certamen, se me ocurrió, como hacían los fabulistas clásicos, hacer una analogía entre la migración, que hacen las garzas desde el norte de Europa, hasta las lagunas de el Coto de Doñana, y los jubilados que, una vez conclusa su vida laboral en sus países de origen, se vienen a vivir, a bien vivir, al sur de España, a disfrutar de las condiciones climáticas y sociales de este paraíso.
Has sido finalista en dos ocasiones del concurso “Cartas de amor”. ¿Es Juan Antonio Rodríguez Astorga un romántico?
Finalista en dos ocasiones y, como a la tercera va la vencida, ganador este año en su cuarta edición, con la carta Amal y Noam, que habla del amor imposible, en estos tiempos de guerra, entre un judío y una musulmana. Y sí, claro, si digo lo contrario miento, siempre fui un apasionado romántico.
Te transcribo la carta ganadora:
AMAL Y NOAM
Queridísima Amal:
¿Recuerdas?, esa sensación de ir a
hurtadillas, observando, desde la ventanilla de tu Hyundai, la belleza natural
de la playa de Achziv, con su arena encubridora de nuestros primeros besos; el
deambular contigo por el mercado de Carmel, con la simple misión de comprar una
cena preparada a base de hummus, sabir y halvas y burekas rellenas de queso,
para endulzarnos lo que ya no podía ser más dulce: nuestra estancia furtiva en
el De Piccioto Suite, que, por cierto, se llevó todos mis ahorros, casi
dieciséis mil shekeles, aunque puedo decir que fue el mejor dinero nunca
empleado.
Disfrutábamos de un amor solapado,
adolescente, pero no imposible, no prohibido. Tan solo lo hacía complicado
nuestras diferencias sociales, yo, un chico de familia bien de judíos
ortodoxos, tú, la hija de nuestra querida Fátima, quien cuidaba de nuestra
familia desde que yo tenía uso de razón, mi Tata Fátima. Trabajaba en nuestra
casa desde antes de la primera intifada, que fue por el 87, vamos, que yo no
había nacido.
Aún me pregunto cómo nos safamos del estricto
control familiar, para lograr pasar una noche juntos y alcanzar el séptimo
cielo perdidos entre las sábanas satén de la cama Queen de la suite, con
nuestros cuerpos recién duchados y, aún así, con el aroma al Mediterráneo que
unas horas antes nos había rodeado, mientras nadábamos en sus aguas.
Hoy me pregunto si todo eso fue realidad o
tan solo un precioso sueño.
Hoy me enfundaron un uniforme caqui
acartonado y han puesto en mis manos un Fusil de asalto IMI Galil y, en mi
cintura, una pistola Desert Eagle.
Hoy no estoy en casa, sino en tierra asolada,
tampoco está en casa Fátima, ni tú, mi dulce Amal, no sé de vosotras, tan solo
sé que un sábado 7 de octubre la muerte se coló en nuestras vidas, volando en
parapente, y que hoy me ordenan disparar —para dar cobertura a mis compañeros
de armas— contra unas viviendas que no sé quién las habita.
Rezó a mi Dios para que no seáis vosotras…
Tuyo,
—Noam—
¿Podrías recomendarnos alguno de los títulos que más te han cautivado a lo largo de tu vida como lector?
“Todo es para siempre” una antología de Pedro Sevilla
“Los amores sucios” de Juanjo Téllez
“Las mil noches de Hortensia Romero” de
Fernando Quiñones
Las obras de Julio Mariscal Montes, de Josefa
Parra, de Pilar Paz Pasamar.
Por citar algunos de los poetas gaditanos
actuales y pretéritos que me han influenciado.
Lecturas de mi primera juventud como:
“El principito” de Antoine de Saint-Exupéry
“Cyrano de Bergerac” de Edmond Rostand
“El viejo y el Mar” de Ernest Hemingway
Cualquiera de las obras de los poetas románticos, modernistas, o novecentistas, de los de la generación del 27, del 98, o del Siglo de Oro Español, del que soy un ferviente enamorado.
No sabría con cual obra o autor quedarme, en
serio. Todos me han aportado algo, para bien o para mal.
Y para despedirnos, ¿qué consejo/s les darías a quienes empiezan en el noble arte de la escritura?
Que lean, que no se cansen de leer, la lectura abre mentes, te enseña mundos imaginarios o reales que, de otra manera, no podríamos conocer, te da vocabulario y técnicas para desarrollar tu arte y luego, que no se corten un pelo, que escriban sus sentimientos directos desde el corazón al papel. Ya después la mente y su herramienta: la razón, nos servirá para dar estructura y forma al poema definitivo.
Juan Antonio, enhorabuena por tus éxitos. Un honor poder contar contigo entre los componentes de este rinconcito literario virtual.
Aunque suene retórico, decirte, querido Leo, que el honor es mío. Aquí, en este lugar al sur del sur, al que Antonio Machado llamó “Salada claridad”, o el denostado Pemán “Señorita del mar” y por todos conocida como “La Tacita de Plata”, tendrás siempre un amigo, para lo que quieras.
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