Si hay una cosa que me han enseñado los juegos de rol es a crear personajes. No sé si lo haré bien o mal, o existirá una regla para hacerlo, pero la que os describiré a continuación es la que a mí me funciona. Y supongo que coincidirá con la de muchos que hayan jugado a este tipo de juego y que también escriban.
Crear una hoja de personaje me ayuda a conocerlo más a fondo y entender mejor cuáles son sus motivaciones, conflictos y objetivos. De ese modo, consigo que los protagonistas y villanos de mi relato sean redondos, o como se suele decir, tengan más aristas.
Una vez que tengo esbozada la historia en mi cabeza, y antes de sentarme a escribir, hago una ficha para cada personaje. Un detalle importante, ya que es uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene cualquier historia que se precie. No es la primera vez que me pasa que una historia no me encandila tanto como su protagonista, pero no he podido parar de leerla para descubrir cuál era su destino.
En la cabecera, escribo el nombre del personaje y si es principal o secundario.
A continuación, una descripción física. No pueden faltar detalles como la edad, color de pelo y ojos, complexión, altura, vestuario y rasgos distintivos (cabello largo, tupé, tatuajes, cicatrices…). Se trata de tener plasmado por escrito los detalles que otro personaje pueda percibir para que cuando aparezca a lo largo de la novela, no confundamos sus características con las de otro. Puede parecer una tontería, pero cuando llevas escritas sesenta mil palabras, es de agradecer tener todos estos detalles por escrito en nuestro cuaderno.
La descripción psicológica debe incluir la naturaleza del personaje: valiente, audaz, temeraria, lanzada, curiosa, desconfiada… Puede ser más de una siempre que se compenetren. Su estado de ánimo habitual. ¿Es una persona feliz? ¿Está triste o deprimida por alguna razón? ¿Cómo se comporta ante los demás? ¿Qué percepción tiene el resto de él?, etc.
Una vez conozcamos a nuestro personaje en cuerpo y mente, nos centraremos en su trasfondo (o backstory). Y con trasfondo me refiero a su pasado (antes de que comience el relato). Para poder dotarlos de credibilidad (y no se sostenga con pinzas) es conveniente realizar un breve historial que nos indique cómo ha llegado a su situación actual. Eso nos ayudará a encontrar respuestas a algunas preguntas que no nos habíamos hecho hasta ese momento como: ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Qué le mueve a comportarse del modo que lo hace? ¿A qué tiene miedo? ¿Cuáles son sus anhelos y ambiciones? ¿Está enamorado? ¿De quién? ¿Por qué no se atreve a declararse a esa persona? ¿Oculta algún secreto?
Su profesión también importante, ya que es lo que marcará cuáles serán sus habilidades, o al menos, le dará una idea al lector de lo que es capaz de hacer. Si el protagonista es un escritor, nos lo imaginaremos como un hombre culto y versado, si es una bibliotecaria, nos vendrá a la menta una persona meticulosa y ordenada. Al igual que un guerrero se supone valeroso y fuerte, un agente de homicidios, debería ser alguien analítico e intuitivo.
El arquetipo es un detalle que tampoco debemos pasar por alto. Marca el cometido del personaje en la historia, su conducta ante el conflicto. Entre ellos están: la heroína (Erin en “Proyecto Unicornia”), el compañero (Sancho Panza en “El Quijote”), el traidor (Saruman en “El señor de los anillos”), el amado (Westley en “La princesa prometida”), el pícaro (El lazarillo de Tormes), el aliado (Bronn en “Juego de Tronos”, el sabio (Gandalf en “El señor de los anillos”, el mentor , el villano, el rebelde, y cualquier otro rol que pueda encajar dentro de tu historia.
Para afinar un poco más, siempre puedes incluir unas notas con detalles: como si le gustan las mascotas, o hablar de aquello que le vincula con este o aquel personaje, si mantuvo una relación con la protagonista, o si tiene alguna conexión directa o indirecta con el villano o antagonista.
Y por último, sus objetivos. Todo personaje tiene uno: en el caso de una pandilla de niños puede ser encontrar un tesoro; un justiciero querrá castigar al villano; un detective, dar con el asesino. Podríamos poner cientos de ejemplos, pero lo importante es que tengas claro cuáles son los de tus personajes, porque eso determinará cómo se comportarán a lo largo de la obra.
En mi caso, el argumento suele venir antes que los personajes, y de acuerdo con cómo se articula la trama en mi cabeza, van apareciendo. De hecho, los patrones que siga a la hora de crear los personajes pueden variar sensiblemente, moldeándolos de ese modo a los acontecimientos.
Si bien es cierto, que, en ocasiones, la chispa que pone la maquinaria de la creación en marcha se produce gracias a la creación de un personaje en torno al cual se dan los acontecimientos. Me viene a la cabeza uno de los relatos de mi volumen “La caja oculta” en el que toda la historia gira en torno a un joven abogado, que justamente se convirtió en el detonante del relato.
Otros consejos:
Seguro que has escuchado decir que hay que huir de los clichés. No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación, ya que a veces es necesario que un personaje siga un estereotipo para que funcione dentro de tu historia. Por lo tanto, no considero que eso sea malo usarlos, simplemente no hay que abusar de ellos, y si decides usar alguno, añádeles siempre alguna característica que los haga diferentes a los demás.
El carácter de los personajes de tu historia se irá forjando a lo largo del relato, y los acontecimientos que les toque vivir son los que provocarán que esa transformación se lleve a cabo y sea creíble cuando llegue a su punto y final.
Y no te olvides de que los personajes deben afrontar los hechos de una manera natural, no fuerces las reacciones que puedan tener ante las adversidades. Son humanos. Sienten, padecen, y la única manera de que el lector empatice con ellos es reflejar esas emociones a lo largo de las páginas.
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