Hoy nos acompaña en el blog Jesús Relinque, gaditano de la cosecha del 80, ingeniero técnico informático, escritor de varios ensayos acerca de la historia del videojuego y aprendiz de novelista.
Bienvenido Jesús, un placer tenerte hoy por aquí.
Una feliz coincidencia el haber conversado por Messenger; ha sido curioso, ya que tenemos amigos en común y hemos coincidido más de una vez en diversas ocasiones, aunque sin llegar a conversar; eso sí, los gaditanos, como los magos, no llegan pronto ni tarde; llegan exactamente cuando se lo proponen.
Vamos con la primera pregunta: ¿Quién es Jesús Relinque?
Comenzamos con preguntas complicadas del tirón; oye, es verdad, porque aquí podría decir muchas cosas, porque, de hecho, es así: no paro de hacer cosas. Trabajo para una empresa tecnológica sevillana como arquitecto software, colaboro en un programa de Canal Sur Radio, publico artículos de videojuegos en una revista trimestral, por no hablar de mi faceta como novelista o divulgador de la historia del videojuego. Pero como todo esto iba a quedar larguísimo, voy a abreviar y me quedo con que soy un tío gaditano y cadista.
¿Qué es para ti la escritura?
Fíjate que, acerca de esta cuestión, estoy cansado de escuchar a menudo respuestas que hablan de inspiración, de sacar lo que llevas en tu interior, de derramar la tinta de tu alma sobre el papel y mil romanticismos más propios de letraheridos pasados de moda. Para mí la escritura es algo que hay que tomarse tan en serio como cualquier otro curro, porque es eso, un auténtico vórtice de horas que exige práctica, aprendizaje y más práctica para lograr algo medianamente defendible ante los lectores.
¿Qué recuerdo tienes de tus primeros escritos?
El recuerdo que conservo se encuentra abismalmente alejado de la realidad; cuando atravesé esa crisis existencial clásica de los veinte años y me puse a componer rimas y narraciones cortas creía firmemente que se me estaba poniendo cara de Poe. Y podría ser que tuviera esa mala cara, sobre todo después de terminar uno de esos botellones en Plaza Mina, pero en lo que se refiere a calidad mis creaciones eran terribles. Es normal. Todo el mundo comenzó por algo. Y aunque hoy día esos escritos no sean aprovechables, simbolizaron las semillas de lo que germinarían muchos años más tarde.
Varios de tus relatos han sido seleccionados para formar parte de diversas antologías. Entre ellas “Interius”, “Microcuentos 451” o “Pulp Stories”. ¿Qué proceso sigues a la hora de escribir una historia?
Resulta curioso que, cuando participas en este tipo de entrevistas, te sirve un poco de introspectiva; intento recordar cómo pergeñé los relatos a los que te refieres -estamos hablando de cinco años atrás- y no acierto a obtener una imagen nítida, pero de lo que estoy completamente seguro es que los pasos que seguí en aquel tiempo fueron muy diferentes de los que seguiría hoy a la hora de afrontar la creación de un relato. Esto también es normal; de hecho, es necesario. Como escritores tenemos que evolucionar con cada ejercicio que hacemos, ir esculpiendo el método que mejor nos convenga, hacer, en fin, y vuelvo a utilizar la misma palabra que antes, una introspección para deducir qué es lo que nos funciona y qué no.
Hoy día, por ser más concreto, si quiero escribir
un relato corto, diría que paso mucho, pero mucho más tiempo pensando,
investigando, leyendo referentes y dándole vueltas al chícharo que escribiendo
el propio relato en sí, algo que normalmente hago de un solo tirón.
Génesis fue nuestro primer ensayo, como comentas; el proceso de documentación llevó poco más de un año, aunque su temática es un campo de estudio que tanto José Manuel como yo llevábamos analizando muchos años: la Edad de Oro del software español, esa explosión de ingenio y creatividad que se dio en nuestro país en los años ochenta con el advenimiento de los ordenadores personales de 8 bits: Spectrum, Amstrad, Commodore y MSX
Y una vez escogida dicha temática, nos liamos la manta a la cabeza para seleccionar y reseñar la amplia mayoría de juegos que se hicieron en España para dichos ordenadores. No fueron pocos: el libro tenía más de trescientas páginas; y es cierto que había muchísima mediocridad, pero también había auténticas joyas que convenía recordar. Una época irrepetible.
Durante los años siguientes publicaste tres ensayos más relacionados con esta misma materia junto a otros autores. ¿Cómo es escribir a cuatro manos?
Ciertamente es un ejercicio con dos p’s: paciencia y persistencia. No creo que sea algo que pueda hacerse con cualquiera; no me refiero a que tengáis que tener un estilo y un método idénticos, pero sí, al menos, que vayan en una sintonía similar, sino se nota demasiado. Además, como cualquier trabajo en equipo, es algo a lo que todos aportan, a veces tú más que la otra persona, a veces todo lo contrario. En general resultaron aventuras satisfactorias en las que se aprende mucho.
En 2018 publicaste “La llave de los misterios”, tu primera novela. ¿Cómo fue tu debut?
Hace unos días vi un Tweet que invitaba al público de la red social a nombrar el libro que te cambió la vida. Yo respondí que ese libro era el primero que escribías. La llave de los misterios lo consiguió. Fue una especie de carrera de fondo en la que poco a poco trataba de alcanzar metas, hitos. Primero escogí un tema principal, que era la misteriosa leyenda de la gaditana casa de los espejos. Luego di forma a un bosquejo del guion. Poco a poco incorporé personajes, creando conflictos y agregando elementos a la historia. Capítulo a capítulo conseguí terminar mi primer borrador. Las revisiones fueron duras; nadie quiere toparse con sus propios errores. Después, la búsqueda de editorial, los rechazos, las revisiones editoriales, la portada, la publicación, la primera presentación, las primeras críticas… Tu primera novela no es otra cosa que engullir la pastilla roja y conectar con esa otra realidad de la que ya nunca podrás desengancharte.
Sobre su rendimiento, pocas quejas puedo tener; publicada con una humilde editorial gaditana, Cazador, ha logrado llegar a la octava edición, recibido numerosas críticas -bastante positivas en general- y me ha permitido, dada su naturaleza de novela juvenil, acercarme a clubes de lectura en colegios. Muchas satisfacciones. Y que sigan.
En 2019 haces doblete y publicas tu segunda novela “La ciudad oscura”. ¿De qué trata?
Al culminar La llave de los misterios, cierta información que se mostraba al final hablaba de dos personajes a los que les cogí mucho cariño y que, por diversos motivos, tenían mucha tela que cortar todavía. Así que ese fue el punto de partida para La ciudad oscura: narrar ese encuentro entre dichos personajes en 1947, cincuenta años antes de los hechos que transcurren en La llave de los misterios.
Naturalmente, la fecha no la escogí al azar: como sabes, en 1947 ocurrió ese terrible suceso que fue la gran explosión del 18 de agosto. Como en toda mi obra, siempre trato de encauzar mi ficción urbana en un escenario en el que lo sobrenatural y lo fantástico aparecen con cierto protagonismo; así, quise darle esa vuelta de tuerca a un evento tan desastroso para la ciudad de Cádiz. También es mi novela más adulta y oscura, y quise utilizar una prosa muy recargada, a veces en demasía -no duelen prendas en reconocerlo-. Una vez más, las leyendas y las historias misteriosas de nuestra ciudad fueron mis aliadas para componer La ciudad oscura.
Tras participar en las antologías “Orgullo Zombi 2” y “La hermandad de la noche” en 2021, vuelves a repetir doblete en 2022 con “Expediente V: Misterios y Videojuegos” y “Los jinetes del sueño”, continuación de la aventura que daba comienzo con “La llave de los misterios”. ¿Te resultó más fácil escribir su secuela?Distinto. Más fácil en algunos aspectos, más difícil en otros. Ten en cuenta que cuando empecé a escribir La llave de los misterios nunca tuve en la cabeza el que se convirtiera en una saga. Escribir esta secuela exigía que hubiera sincronía entre lo ocurrido en la primera entrega y Los jinetes, e incluso teniendo en cuenta ciertos elementos aparecidos en la precuela La ciudad oscura.
Era un puzle al fin y al cabo, un puzle que resultó satisfactorio al comprobar que las piezas se engranaban de forma adecuada, que se palpaba la evolución de los chavales protagonistas -ubicada en 1992, Juan y sus amigos ya tenían aquí 14 años- y que la trama podía tener esa continuidad que, algún día, se verá plasmada en una futura tercera entrega.
Y para despedirnos, ¿algún consejo para aquellos que empiezan en la escritura?
No soy nadie para dar consejos, pero sí que puedo ejemplificar con lo que a mí me ha funcionado, y es que, como hay que empezar por algún sitio, empieza por esa historia que lleva desde siempre dándote puñetazos desde el interior del estómago, golpeando tus sienes, luchando para escapar de ahí dentro. Todos tenemos una -o más de una-, y seguro que es esa con la que más nos sentimos cercanos, familiares. La mía fue La llave de los misterios y la explicación es muy sencilla: tiene tintes autobiográficos, se desarrolla en mi ciudad, Cádiz, en la época en la que yo crecí y con todos los elementos que me interesan. Podría haber comenzado con una novela ambientada en Detroit y sus misterios, seguro, pero es muy improbable que me hubiera salido algo como La llave.
Ha sido un placer tenerte en el blog, Jesús. Enhorabuena por tus recientes publicaciones. Espero que te apetezca pasarte por aquí de nuevo en el futuro.
Gracias a ti, Leo. Mucha suerte en tus proyectos y continuamos la charla con café + pelotazo en Cádiz.
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