lunes, enero 24, 2022

ARTÍCULO: ¿Por qué escribo?

Supongo que esa es la pregunta que todos nos hacemos cuando empezamos en este noble arte que es la escritura. Hay muchos motivos por los que escribir, pero de seguro en el que todos coincidiremos será en porque nos gusta. Porque no nos olvidemos de que la escritura debe ser siempre un placer para que siga manteniendo su esencia, esa llama que arde en nuestro interior y que nos proporciona la luz que hace que nuestros textos brillen.

La imaginación es una de las facultadas ligadas a la escritura. ¿Quién no ha creado historias cuando era un niño? Todos hemos jugado a ser protagonistas de cómics, series o películas inventados por otros. Hasta nos hemos inventado nuestras propias identidades para disfrutar teatralizando o jugando al rol. ¿Qué pasaría entonces si no creciésemos? ¿Si fuéramos siempre niños? Pues posiblemente que seríamos siempre narradores de historias, y que estas serían tan fascinantes como las que imaginábamos cuando éramos unos niños haciendo uso de muñecos o nuestros propios dedos.

Dejando a un lado mis divagaciones personales y centrándome en el tema que quiero tratar hoy, escribo porque es la manera que tengo de transmitir mis pensamientos y emociones a los demás, sobre todo a aquellos que me rodean. Yo al menos, cuando comencé a escribir solo le mostré mis escritos a las personas más allegadas, quizá por eso de que me conocieran un poquito mejor. Aunque después, perdí la vergüenza y aquí estoy, con dos novelas autopublicadas, un volumen de relatos en proceso de edición, presencia en tres redes sociales, y trabajándome a diario este blog en el que os expreso mis inquietudes y os cuento mi experiencia como escritor para que aquellos a los que pueda servirles, se valgan de ella. Es curioso, porque todo ha sido gracias a que perdí esa vergüenza inicial, ese miedo atroz que me paralizaba y que no me dejaba expresarme como quería, contar aquellas ideas que me hervían en la mente, que burbujeaba en mis entrañas, y atreverme a mostrarles mis escritos al resto del mundo. Así que gracias a ellos, a mis primeros lectores por empujarme a ampliar ese espectro de lectores y vencer a mi yo impostor.

La escritura es sinónimo de evolución. Gracias a ella, la humanidad ha podido transmitir los conocimientos durante generaciones de manera que estos pudiesen perdurar en el tiempo. Y ya no hablo solo de cuestiones técnicas, porque escribir también significa pasión. Muchos autores y anónimos han escrito porque necesitaban expresar su amor hacia la persona que amaban, otros sus inquietudes, sus miedos,… porque al fin y al cabo la escritura no deja de ser eso, un modo de expresión. ¿Quién no se ha sentido a gusto escribiendo una carta o una postal? ¿O mientras lacraba un sobre que contenía una declaración de amor o de amistad? Escribir nos permite revelar ciertas cosas que no nos atreveríamos a decir a la cara, ya sea por vergüenza, pudor o miedo. El miedo… ese poderoso enemigo que todos llevamos dentro en ocasiones tan difícil de vencer. Y es que algo tan necesario como abrir el corazón a una persona, desnudarse ante ella o pedirle perdón cuando nos hemos equivocados, que necesitamos hacerlo a través de la escritura para sentirnos menos vulnerables.

De algún modo, todos llevamos un libro dentro. ¿Cuántas historias se habrán perdido porque nadie las ha contado? Unas más trágicas, otras más hermosas, más románticas, menos alegres o más divertidas, dependerá de quién te las cuente, pero todas igual de interesantes, y por ese mismo motivo, ninguna de ellas debería perderse.

Otro de los motivos por los que escribo es porque me libera. Me ayuda a deshacerme de parte de esa carga que todos llevamos dentro, a mantener una conversación conmigo mismo sin que me importe el tiempo. Más si cabe, en el mundo actual, en el que vivimos tan rápido que a veces incluso nos da vértigo. Escribir me permite pulsar el botón de Pause durante un par de horas y poder disfrutar de un momento en el que solo importamos yo y los personajes que tengo entre manos; esos mismos que de algún modo, forman parte de mi ser, y que utilizo como catalizador para reflejar las experiencias que he presenciado, vivido y que me han marcado.

La escritura me permite disfrutar de la soledad, esa ausencia de compañía a veces tan necesaria que te ayuda a ordenar los pensamientos. Y digo esto, porque soy de esas personas a las que no les gustaba estar solo nunca, pero medida que fui creciendo, aprendí a sacarle provecho. Unas veces gracias a la lectura, otra a la escritura, o simplemente disfrutando de una caminata mientras reflexionaba sobre mi presente. Porque de algún modo, todos necesitamos de esa soledad sana en algún momento de nuestras vidas para mirar atrás y evaluar quiénes somos y de qué nos ha servido el camino recorrido, para aprender de nuestros errores y para crecer como personas gracias a nuestros aciertos. ¿Y de qué nos vale eso a los escritores? Pues para poder proyectar sobre un papel en blanco y dándole voz a los personajes que componen la historia ficticia que queremos contar al mundo. Porque probablemente sin esa experiencia, TU experiencia, no tendrías nada interesante que narrar.

Y volviendo al tema que tratamos hoy, escribir me sirve para dejar a un lado mis preocupaciones durante un rato, para transformarme en aquellas personas que jamás pude ser, para contemplar la vida desde otra perspectiva, para sentir empatía hacia los demás, para conectar con otras personas y formar parte de otros mundos. De hecho, quizá sea eso sea lo que más me satisfaga, que mis historias calen en el corazón de aquellos que me leen, remover algo en su interior, en sus conciencias, compartir con ellos mis pensamientos y emociones, porque ¿qué es narrar sino eso? Compartir un instante, una situación, una imagen, un olor, un sentimiento… durante el tiempo que se tarda en leer una frase, un párrafo, una página o incluso un libro.

Podría decirse que la lectura y la escritura son hermanas gemelas. Van unidas, la primera no podría existir sin la segunda. Ambas son mágicas. Porque gracias a la escritura podemos crear mundos y transportar a los lectores a lugares lejanos y desconocidos para que se conviertan en príncipes, gladiadores, valientes guerreras y enfrentarse al peor de los villanos. Y lo más importante es que no necesitarán salir de casa, ni correr ningún riesgo real, tan solo deberán valerse de tu imaginación, dejarse llevar, sumergirse en las páginas del libro como tú lo has hecho en tus escritos mientras tejías tu historia. Otra de las virtudes de la escritura es que te permite proyectar la historia que tienes en la cabeza para que sean otros los que la vivan.

Como os comentaba al principio de esta entrada, cada uno tiene sus motivos, todos ellos igual de válidos, pero lo que está claro es que los que escribimos lo hacemos por placer, y en mi caso, me atrevería a afirmar que también por necesidad. Y seguramente por eso me resulte tan difícil dejarlo ahora que forma parte de mí.

¿Y tú  por qué escribes?

4 comentarios:

  1. Como siempre... Interesantísimo... Y un tema como éste que nos incumbe a todos los que nos gusta escribir.

    ResponderEliminar
  2. Leonardo Jiménezmartes, 01 febrero, 2022

    Muchas gracias a ambos por vuestros comentarios. Un saludo y un placer ;-)

    ResponderEliminar