Supongo
que ya sabrás oído hablar de la importancia de unos diálogos naturales para
darle empaque y realismo a cualquier relato o novela que se precie. Y es que si
te das cuenta, se trata de uno de los pilares fundamentales para que la
historia se sostenga.
Los
diálogos sirven para conocer un poco más en profundidad a los personajes, ya
que a través de ellos se sabe cómo se comportan ante los demás, lo que obliga
al autor a mantener una congruencia con la manera en las que los ha presentado
ante el lector anteriormente.
Existen
dos maneras de expresar lo que hacen los personajes en un manuscrito. A través
del estilo indirecto (narración) y el estilo directo (diálogos).
Estilo indirecto:
Sebastián le dijo a Leo que apagara el fuego.
Estilo directo:
-
Apaga
el fuego, Leo –dijo Sebastián.
En esta
entrada nos centraremos en el estilo directo, ya que es el que atañe a los
diálogos.
Es
sabido que las conversaciones aportan movimiento a las escenas que narramos,
aunque tampoco es bueno abusar de ellas. Para asegurarme de que existe un
equilibrio, yo lo que hago es intercalarlas con descripciones o introspecciones
cuando veo que es necesario introducir alguna información al lector que no
tendría el mismo calado si la presentase de otro modo.
Os dejo
a continuación algunos de los detalles que tengo en cuenta a la hora de
componer mis diálogos y que quizá puedan ayudaros a vosotros también:
Prestar atención a la
voz de los personajes y que la forma en la que hablan se corresponda con su
edad, educación y estrato social, además de que sea coherente a lo largo de la
historia. No se expresa igual un abogado que se mueve entre las altas esferas
que un chaval que va al instituto y que se ha criado en los suburbios. Un buen
diálogo debe tener en cuenta tanto el orden de intervención como el modo en el
que lo hacen los personajes. Ironía, intriga, tensión, complicidad son algunas
de las características que debe tener un buen discurso para que sea creíble. Si
un diálogo está bien construido, el lector debería ser capaz de distinguir el
personaje que interviene en cada momento sin necesidad de perderse.
Una conversación realista conseguirá imprimir fuerza y dinamismo a la escena que
estés narrando. Si no te ves capaz de conseguirlo, la mejor recomendación que
puedo darte es que leas, que leas mucho, y cuando lo hagas, prestes especial
atención a la manera en la que se comunican los personajes. Te aconsejo que te
fijes en la manera en el modo en el que construyen sus protagonistas los
autores veteranos, ya que la personalidad de estos es una de las bases de los
diálogos. A fin de cuentas, esta debe quedar reflejada en la manera en la que estos hablan y se
comportan. El cine y la televisión también pueden ser una buena referencia a la hora de construir buenos diálogos.
Muchas películas y series contienen escenas memorables que podrían ayudarte a
construir los tuyas si las sabes plasmar de un modo literario sobre el papel.
Trato de no abusar de
las acotaciones.
Úsalas cuando necesites darle información de lo que está ocurriendo al lector.
Ten en cuenta que utilizar demasiadas podría restar fluidez a la lectura y
hacerla tediosa la lectura de manera innecesaria, y con el uso de los diálogos
buscas justamente el efecto contrario.
Imagino cómo
reaccionarían mis personajes y lo llevo a la práctica. Los personajes deben
comportarse según la situación que se les presente. Podrían enfadarse, gritar,
balbucir, farfullar, quedarse en silencio, llorar de alegría o de dolor, dar un
golpe en la mesa... De esa manera, consigo que el lector empatice más con ellos
y la escena sea más verosímil.
Procuro que las intervenciones de los personajes no
sean demasiado largas. Cuando mantenemos conversaciones, decimos cuatro o cinco
frases para que la otra persona intervenga y conocer su punto de vista, se
producen interrupciones, hay preguntas, incisos,... es decir, que es cosa de
dos o más personas, no de una sola. Del mismo modo, no es necesario que el
diálogo sea demasiado extenso, más bien que tenga una buena estructura y
coherencia. Los diálogos suelen durar unas páginas, pero no demasiadas como
para que el lector acabe agotado de tanta conversación.
Para concluir, recomendarte que leas tus diálogos en voz alta una vez acabados para ver si son veraces y orgánicos. En el caso de que no te convenzan, ya sabes que te tocará revisarlos y corregirlos hasta que queden bien pulidos.
Y ahora dime, ¿tú cómo construyes tus diálogos?
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