Hay autores que no escriben, sino que abren una herida. Ilustradores que no dibujan, sino que proyectan visiones. Bruno Bermell es ambas cosas: autor e ilustrador, mexicano, sensible e inclasificable. Su obra navega entre el horror más íntimo y la belleza más cruda. Ha formado parte de antologías inquietantes, publicado novelas que huelen a pólvora y carne, y su escritura corta como filo punzante.
Hoy nos adentramos en su universo para hablar de
literatura, de arte, del miedo y del deseo. De lo que se ve… y también de lo
que se intuye.
¿Cuál es el primer texto que recuerdas haber escrito y
de qué trataba?
Era sobre un robot que viajaba por el universo. Tenía
cinco o seis años. Me gustaba mucho la ciencia ficción, y creo que la propia
idea de un robot que viaja en busca de conocimiento describe bien el cómo me
siento en la propia existencia.
Además eres ilustrador, ¿recuerdas el primer dibujo o primer
cómic con el que sentiste que algo dentro de ti había cambiado para siempre?
Gracias a mi perro Elvis empecé una serie de cómics,
“Superdog”, sí, era un niño sin preocupaciones por los derechos de autor. Pero
ese cómic lo empecé a mis ocho años, hice más de quinientos números dedicados a
Elvis que era mi super héroe.
Tu estilo, tanto pictórico como literario, es
profundamente visceral, transgresor, simbólico. ¿Qué buscas provocar en quien
te lee o te observa?
Creo que siempre busco causar dudas y, por ende, la
reflexión.
Has formado parte de varias antologías, ¿qué tiene el
relato breve que te resulta tan atractivo como formato narrativo?
Anteriormente el cuento me resultaba muy interesante,
como historias en burbujas. Momentos encapsulados que estallan dentro.
En tus obras, el cuerpo suele estar en el centro:
cuerpos que sangran, que arden, que sufren. ¿Qué lugar ocupa lo corporal en tu
narrativa y en tu arte?
Creo que lo tangible es interesante. Hay un pasaje en
mi nueva novela que menciona que lo único que nos dice que, como especie,
tuvimos un lugar en el mundo es el dolor. Creo que el dolor está ligado a
nosotros de formas irrefutables, tangibles e intangibles, pero ciertamente, me
resulta más lógico el corpóreo.
Es un antes y después. Primero inicio como un
poemario, después se transformó en una especie de diario, en donde rayaba,
tachaba y reescribía ideas. Creo que este libro, junto a Funky Gun son lo más
próximo a lo autobiográfico.
Funky Gun tiene un pulso distinto, un tono western,
sucio y existencialista. ¿Qué te atrae del western como género narrativo?
Funky Gun es más bien una historia sobre la existencia
en la ciudad, la idea de la autodestrucción, la búsqueda de madurez, de amor,
de autocomprensión, de furia, creo que haber iniciado con esa historia fue un
buen arranque puesto que permitió abrir el abanico en la literatura.
En cuanto al western, siempre me ha llamado la
atención esa época, la poca legislación, la vida en el desierto, las
posibilidades humanas de aproximarse a la violencia. Creo que en Como Muere el
Sol queda mucho de lo que pienso de esa época.
Velo de carne, Como muere el sol… títulos que sugieren
fragilidad, ocaso, deseo y dolor. ¿Qué temas dirías que son tus obsesiones como
autor?
Creo que ciertamente el tema de la existencia, el
dolor, la condición humana, la violencia. En particular, el tema de la
violencia me incomoda y trato de entenderlo, entonces he explorado en ello
últimamente.
Tu obra no le teme a lo incómodo, ni a lo sucio, ni a
lo erótico. ¿Sientes que el arte debe incomodar para ser honesto?
No creo que todas las expresiones artísticas deban
incomodar, pero ciertamente lo incómodo es muy honesto. Creo que como artistas
que viven en el siglo XXI, el arte ha perdido un tanto de la búsqueda de la
belleza.
¿Alguna vez te ha dado miedo lo que escribes?
En ocasiones, sí…
El terror, como género, ha sido muchas cosas: metáfora
social, catarsis, laberinto. ¿Qué significa para ti escribir terror? ¿Qué lugar
tiene el miedo en tu proceso creativo?
Creo que nunca pensé en que escribía terror, pero
tiene sentido pensar en esta nueva novela como terror, creo que está más
próxima a la tragedia. Pero pienso que el miedo si está presente en el momento
de la escritura, escribo sobre lo que me da miedo, sobre lo que me espanta de
la conducta humana.
¿Cómo dialogan tus ilustraciones con tus textos?
Las ilustraciones que he realizado nacieron como
bocetos de lo que escribo, palabras que me gustan, que utilizo después en
historias, pienso que están estrechamente relacionadas, conviven en el mismo
escenario cuando escribo.
¿Qué opinión te sugiere la literatura independiente?
Me encanta. Lo independiente me parece indispensable
para estos tiempos. Artistas que se autogestionan en todo sentido, sé que es
una senda tormentosa, a veces -muchas- muy complicado, pues el artista no debe
sólo de crear, sino de diseñar, publicitar, ofertar, etc. su obra, pero al
final, creo que vale completamente la pena.
En tu literatura hay una presencia femenina poderosa, compleja, dolorida muchas veces. ¿Qué lugar ocupan las mujeres en tu escritura?
Son el punto de partida de mis historias. Creo que la
posición femenina en nuestro contexto social debe de ser analizado siempre. Me
parece preciso mencionar que estoy preparando una novela continuación de
“Después del daño” en la que contaré lo ocurrido con Andrea.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Dibujo y escribo. Mucha música. Escribo lo que venga
(y esto casi siempre es un proceso rápido ya que tengo las ideas más o menos
organizadas), después pulo. Trabajo mucho en las correcciones. Eso sí, me
obligo a escribir mínimo diez minutos al día, hay que ejercitar.
¿Eres metódico o te dejas llevar por las musas?
Depende. En la creación me dejo llevar, en la
corrección soy metódico.
La poesía en tu obra no es solo un género, es una
forma de observar. ¿Qué significa para ti escribir poesía?
La poesía me parece tan complicada por las libertades
que tiene en esta época. Pero me gusta.
Tus cuentos son crudos e irreverentes, con finales que dejan un sabor amargo en el lector, ¿crees en los finales felices?
Creo en los finales. No quisiera catalogarlos en
felices o tristes. Como la vida misma, tiene todas las aristas.
Has hablado del dolor como motor creativo. ¿Escribir e
ilustrar te ha salvado en algún momento?
Sí. La creación siempre ha sido la luz que me guía en
este mundo.
México está muy presente en tu estética, aunque a
veces en sus sombras. ¿Cómo dialogas con tu identidad y tu tierra en tu arte?
Me gusta escribir sobre lo que conozco, me gusta la
mezcla que formó la identidad mexicana. Somos huérfanos y tenemos un trauma
colonial. Me agrada escribir y analizar desde ese punto.
Esta pregunta me parece muy profunda. La belleza que
duele es quizá la más honesta porque revela nuestras grietas. Lo encuentro en
la honestidad emocional. Pienso que si lo estético, en mi caso, está al
servicio de las máscaras, se vuelve un ornamento vacío y, a pesar de que me
gusta el barroco, no me identifico con esta expresión. Soy más bien un
brutalista.
Imagino una flor aplastada entre el asfalto. Me parece
una imagen bella, pero también cruel. No hace falta que exageremos nada, ni que
escondamos, creo que basta con mostrar el momento exacto antes o después de
romperse, no durante. Allí encuentro equilibrio.
Pienso que la estética sin sazón de dolor es meramente
frívola, y el dolor sin forma es caos.
¿Qué poso te gustaría que quedara en quien se acerca a
tu obra?
Pienso que con formar dudas es más que suficiente. Soy
un agnóstico en potencia que camina de la mano con lo cínico. Si genero dudas
sobre la condición humana, me doy por bien.
No lo sé. Probablemente el primer cómic de Superdog
por los buenos recuerdos.
Háblame de tus próximos proyectos literarios, ¿qué
está por venir?
Las dos siguientes novelas que conforman la Trilogía
de la Violencia que inauguro con “Después del daño”. Una está ambientada en
1979 y 1999 y la otra en años recientes.
Y para cerrar:
¿Qué recomendaciones les darías a quienes comienzan en el camino de las artes?
Que continúen.
Es necesario escuchar las variantes del pensar humano. El sistema ama la
abulia. Lo más rebelde que podemos hacer es crear.
Gracias, Bruno, por abrirnos las puertas de tus
abismos y tus pasiones.
Tu obra, hecha de tinta, carne y sombra, nos recuerda que el arte no siempre
consuela, pero siempre revela. Que mirar lo oscuro también es un acto de amor.
Muy interesante. No conocía este autor, voy a buscarlo.
ResponderEliminarSAludos.
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