Autor: Mauro Barea
Editorial: Universidad Autónoma del Estado de
México
Año de edición: 2022
Número de páginas: 199
Premios: Mención Honorífica “Ignacio
Manuel Altamirano 2022”
Sinopsis:
Estamos en la Siberia profunda, en la sombría
carretera de Kolymá, vía famosa por su terrible pasado y que la convierte en
una kilométrica tumba de innumerables presos del Gulag soviético. Alan y Luis
intentan atravesar la conocida «carretera de los huesos» hasta que su vehículo
se detiene en medio de la nada.
Mi opinión:
Conocí al
autor Mauro Barea gracias al Festival Literario de Novela Negra Gaditanoir
2024, en el que estuvo presente en la Mesa Iberoamericana para dar una charla
sobre El humor negro de Jorge Ibargüengoitia en la Novela Negra Mexicana junto
a Willy del Pozo, que por su parte, habló de La Novela Negra Peruana. Aunque no
tuve el placer de asistir, sí que conseguí ponerme en contacto con él y
conseguir que aceptase una provechosa entrevista para mi blog, que podéis leer en
el siguiente enlace: Entrevista
a Mauro Barea.
Había
tenido la oportunidad de leer dos de los relatos de este escritor natural de
Cancún, y afincado en Cádiz. El primero de ellos fue publicado por la editorial
Zenda y cuyo título es Aquello que nos está reservado solo a nosotras. El
segundo de ellos por la revista Carátula. Su título: Los peces muertos sonlos únicos que siguen la corriente. Ambos me llevaron en volandas de la
primera a la última palabra del cuento por la emocionalidad que desprendían en un
espacio y un tiempo tan reducidos. Así que en cuanto tuve la oportunidad de echarle
el guante a su novela, eso hice.
Sin duda, ha sido un acierto. Kolymá ha sido toda una experiencia, un viaje desde mi pasado en la niñez, ya que aunque no compartimos zona geográfica, sí que compartimos una generación que creció en una cultura similar. Y cuando Alan, el protagonista del libro, hablaba en su infancia de las corcholatas, yo me imaginaba las que en Cádiz denominábamos como las latillas de las botellas de refrescos, para nosotros «cascos», y que también devolvíamos en las tiendas vacías para que nos hicieran un descuento a la hora de llevárnosla llenas a casa. Ese mismo lenguaje de la calle, se suma al extenso vocabulario del que hace gala a lo largo de la obra.
Me gusta la manera en la que Mauro controla el tempo de la historia, y sobre todo, el modo en el que la historia te va envolviendo gracias a unos personajes con aristas que demuestran ser de carne y hueso, con matices y claroscuros, grises, que te hacen partícipes de sus inquietudes, algo que a veces es tan difícil de encontrar en la literatura actual, y que ayuda a que te sientas un personaje más, testigo de la historia.
Para
ello, nos traslada, por un lado a Tamul, ciudad turística del caribe mexicano, cuyo
escenario sirve para adentrarnos en la mente de un Alan adolescente, y nos
cuenta su turbulenta infancia y adolescencia. Y por el otro, a la realidad
actual, el presente, que se desarrolla en «la carretera de los huesos», Kolymá,
una kilométrica tumba de innumerables presos del Gulag soviético, situada en la
Siberia profunda.
El
estilo de Barea me ha parecido sencillo, sin florituras, a la par que directo,
lo que ha hecho que pueda disfrutar de las escenas de cada una de las escenas,
palpar el sudor del protagonista, arrugar el gesto por el hedor que desprenden
ciertos lugares o personas, sentir el pulso del protagonista en todo momento,
lo que conseguido que estuviese a su lado en esa escena final, en la que se
desentrañan algunas de las incógnitas que plantea en la historia.
En ese
mismo desenlace, Mauro hace un despliegue de herramientas literarias y un
deleite sensorial gracias a un uso acertado de los sustantivos y unos adjetivos contundentes, que me han sumergido de manera brutal en el ambiente opresivo y aislado que presenta la obra y que me
ha recordado a un grande de la literatura como es H.P. Lovecraft.
Antes de
acabar la reseña, me gustaría mencionar la espléndida fotografía de portada de
la obra, con esos matices grises, blancos, que os dejo en la cabecera de la
reseña, y que da una idea del paraje frío e inhóspito en el que nos encontraremos
cuando nos adentremos en sus páginas.
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