Se puso el casco de oso panda y se abrillantó la nariz ante
los ojos atónitos de la niña que aguardaba turno junto a su madre en la sala de
espera. Frotó con la palma de su mano la flor que llevaba cosida al pecho y extrajo
de su interior un globo blanco. Lo llenó ante la mirada risueña de la pequeña,
lo retorció varias veces mientras imitaba el piar de un pájaro con el silbato
que llevaba oculto entre los dientes, y se giró. Mientras bailaba de manera
cómica, sacó con disimulo un rotulador del bolsillo y le pintó unos ojos y una
boca sonriente a la paloma que le entregó a su espectadora.
Le lanzó un beso de despedida y se montó en el pequeño
triciclo que había dejado aparcado en la esquina. Pedaleó hasta la planta
infantil del hospital y continuó repartiendo sonrisas junto a su compañero
Agustín “Botiquín” como había hecho durante los últimos cinco años.
Gracias
ResponderEliminarA ti por apreciar el relato.
Eliminar