Hola José Antonio, un placer tenerte en nuestro blog para responder a nuestras 10 preguntas.
El placer es mío. En este mundo en el que vivimos poder hablar un rato de libros, y saber que todavía hay gente interesada en ellos, es una gran alegría para mí. Me indica que aún hay esperanza.
Vamos con la primera pregunta: ¿Quién es José Antonio Fideu?
Pues José Antonio Fideu es un hombre de cincuenta años, nacido en la tierra llana de Albacete, que desde muy pequeño se ha sentido atraído por el arte de contar historias. Esa vocación me llevó a estudiar magisterio (al fin y al cabo, para enseñar, y hacerlo bien, hay que ser un buen cuentacuentos) y a encontrar una de mis dos vocaciones. A la segunda, la de escritor, llegué a través de las historias que me contaba mi padre de niño (otro gran narrador), de los libros de fantasía y ciencia ficción que leía de joven y, sobre todo, a través de infinidad de cómics maravillosos que todavía leo y colecciono. Porque sí, mi primera vocación fueron los comics. Durante años, escribí guiones para mis propias historias (que también dibujaba), y eso me llevó a ir mejorando poco a poco mi técnica narrativa.
Sin embargo, había perdido casi la esperanza
de publicar un cómic en una editorial profesional cuando un buen amigo (Vicente
Cifuentes, que hoy dibuja para DC comics), me pidió un guion para un proyecto
que tenía en mente. Así adapté Núbilus, una historia que había pensado tiempo
atrás, y publiqué mi primer trabajo serio (en Dolmen). Luego, esa experiencia
me llevó a plantearme la posibilidad de publicar la novela entera. A esa novela
siguieron más guiones, otros cómics, antologías de relatos, y entre todo eso,
algún premio… y hasta hoy.
En definitiva, creo que José Antonio Fideu es
un niño soñador, atrapado en un cuerpo casi viejo, que no ha perdido la ilusión
por contar historias. Ya sea en un aula o en una hoja de papel impreso,
disfruto haciéndolo. Y por eso sigo en esto.
¿Qué aporta la literatura a tu vida?
La literatura ha sido siempre un refugio para mí.
Ya desde niño, me refugiaba en las páginas de
cómics y libros para huir de la oscuridad del mundo, y hoy sigue siendo así,
aunque haya dado un paso más y haya evolucionado, de vivir en los mundos de
otros a crear los míos propios.
Además, y aunque resulte obvio, la literatura
me permite la posibilidad de crear. Soy un simple mortal, un ser insignificante
que habita un pequeño mundo perdido en los arrabales de su galaxia y, sin
embargo, cuando escribo me igualo con los dioses. Tengo la posibilidad de crear
cualquier cosa que imagine, y ese poder es indescriptible. Y por si esto fuera
poco, la literatura me permite entrar en la mente de miles de personas,
influyéndolos en cierta manera, estableciendo una suerte de contacto único.
Para mí no hay alegría mayor que la de escuchar a un lector reconstruyendo tu
obra en su mente. Me siento hermanado con ellos, ligado a cada uno de una
manera muy especial, sabiendo que mis palabras permanecerán en su memoria para
siempre…
La literatura es casi una forma de magia, y
ejerciéndola me siento especial. Sé que no lo soy, la vida no tarda en
recordármelo, pero por momentos llego casi a creerlo…
Así que podríamos decir que la literatura es
mi propio reino mágico.
Tras escribir “Núbilus”, tu primer guion para cómics en el año 2009, publicas la novela “Núbilus”. ¿Te costó mucho recrearla?
Bueno, como he señalado más arriba, La historia de Núbilus estaba abocetada antes de escribir el guion, incluso tenía partes escritas (que luego no usé en la versión final, esa es la verdad). Podíamos decir que había escrito una base de la que surgieron el cómic y la novela definitiva, aunque esta última tiene personajes y detalles que en el tebeo no aparecían. Y la verdad es que no me costó nada recrearla. Lo hice por las noches, en un intenso verano, unos cuatro meses de trabajo que recordaré siempre, durante los cuales no creía ni que llegara a publicarla. Sin embargo, tenía todas esas hojas desordenadas de las que hablaba antes y la mejor base para escribir una novela, que es un guion casi cinematográfico, así que todo fue muy fluido. Recuerdo que disfruté mucho haciéndolo. Cada día le leía a mi mujer lo que iba creando y al ver su cara me sentía feliz. Sabía que algo nuevo estaba naciendo…
En los años siguientes, publicas otros dos guiones para historias de cómics con la editorial Planeta de Agostini: “Alma” y “Las increíbles aventuras del Duque Dementira”. ¿Qué dirías que debería tener un buen guion de cómics para atrapar al lector?
Vida y sentimientos. Cualquier historia del género que sea, por muy fantástico que sea el planteamiento en que se basa, debe tener estos dos ingredientes.
La verdad es que tanto Alma como Las increíbles aventuras del duque
Dementira fueron dos grandes alegrías para mí, pero también dos grandes
fracasos vitales. Ambas estaban planteadas como series de tres o cuatro
volúmenes, pero debido a diferentes circunstancias (Planeta canceló la línea en
la que se editaban), no se publicó de cada una de ellas más que el primer
volumen. De manera que apenas se puede ver, leyendo esos cómics, lo que era la
historia al completo. Sería como ver el piloto de una serie y pretender juzgar
la serie entera.
Sin embargo, las críticas, que en general fueron buenas, supieron entender
que lo que yo pretendía en ambos casos era crear una historia de personajes
vivos, que sufrieran, que amaran... Mi intención era la de crear mundos
maravillosos, que asombraran, que invitaran a ser visitados, pero poblarlos
luego de seres reales, que se comportaran como lo habría hecho yo en
situaciones parecidas.
Tras la publicación del cómic “La logia de los soñadores”, en el año 2010, ve la luz el serial “Los archivos del Capitán Meteoro”, una novela por entregas, ¿cómo fue esa experiencia?
Capitán Meteoro fue una experiencia maravillosa, sobre todo porque al escribir la serie me sentí totalmente libre y muy apoyado por los responsables y lectores de la página. Creo que puedo decir que fue un éxito en todos los sentidos. Durante dos años, creé una serie de historias de superhéroes, que se animó a ilustrar maravillosamente Vicente Cifuentes, y en cada capítulo pude explorar diferentes ideas, a cada cual más estimulante.
Capitán Meteoro es uno de los personajes de la novela Núbilus, un
superhombre de la Edad de Oro de los cómics, que los niños protagonistas leían
de pequeños y cuya historia termina entretejiéndose con la de los adultos en
los que se convierten. Así que cuando me planteé escribir sobre él, decidí
tratarlo como si realmente hubiera sido publicado en los años cuarenta y
hubiera llegado a tener hasta su propio serial de radio. Cada dos o tres
capítulos iniciaba un nuevo arco argumental en el que hablaba de amor, amistad,
de la vejez, de los recuerdos de infancia, de la guerra, de sexo… de todo lo
que me apetecía. Todo con un regusto muy Pulp. Y la verdad es que los lectores
supieron conectar muy bien con mi idea y aceptaron encantados el guiño.
Años después, con ese material y un segundo arco argumental que añadí
yo, creé una novela completa, de ciencia ficción, que poco después fue publicada
en un maravilloso audiolibro, con efectos de sonido e incluso música de fondo,
que captaba muy bien el espíritu de mi obra.
Sin embargo, de todo esto, lo mejor fue sin duda, la posibilidad de
encontrarme semanalmente con los lectores y comentar con ellos el progreso de
la historia. Capitán Meteoro fue un club de lectura experimental del que
disfruté durante dos maravillosos años.
Recibes el Premio Minotauro en el año 2016 por la obra “Los últimos años de la Magia”, ¿qué recuerdos tienes de ese momento?
Ese premio me llegó de la manera más inesperada cuando ya casi había tirado la toalla en esto de la literatura. Alguien me sugirió presentar mi novela al premio (que en aquel momento se titulaba El cazador de Hadas) y lo hice. Fui un poco inconsciente, pero como lo tenía todo perdido, me dejé llevar. En el último día de plazo mi mujer la entregó en correos. Y luego me olvidé de aquello. Jamás pensé que ganaría un premio de tal prestigio, considerado uno de los más importantes de la literatura fantástica en castellano.
Luego, un día, me llamaron de Minotauro y me
dieron la noticia. Más de seiscientas obras presentadas (si no recuerdo mal),
de muchas nacionalidades, y por algún motivo, Javier Sierra y compañía (los
miembros del jurado) consideraron que la ganadora fuera mi novela. Fue como ver
un sueño cumplido. El protagonista de Los últimos años de la magia es un niño
que durante años sueña con ser mago, y que un día descubre la magia verdadera
existe. De alguna forma eso fue lo que me pasó a mí. Me entregaron el premio en
el festival de cine fantástico de Sitges (al que había querido ir siempre), y
todo fue muy especial. Estuvo allí mi familia… Fui muy feliz durante aquellos
días y cada vez que lo recuerdo todavía se me pone la piel de gallina.
Los dioses muertos es una de las obras de las que más orgulloso me siento. Es una novela que al principio parece un cuento fantástico ambientado en la Grecia clásica, pero que, poco a poco, va evolucionando hasta que a la mitad justa de la obra (está dividida en dos libros, Mythos y Logos), todo da un vuelco y el lector descubre que se trata de pura ciencia-ficción.
En un principio la historia nos muestra una
Grecia idílica, aislada del mundo exterior, que ha logrado un estado de
hegemonía total sobre un planeta Tierra devastado por causas desconocidas. La
enorme muralla que rodea a las polis mantiene a sus habitantes a salvo de los
rigores y las penalidades que quedan del otro lado. Allí, los griegos viven en
un edén, en un estado de perpetua edad clásica que, sin embargo, goza de
prodigios propios de las civilizaciones más tecnológicas. Y este nivel de
desarrollo se ha logrado por la intercesión de los dioses, que son reales, el
centro de la vida griega.
En mi novela, los hombres de Grecia viven para adorar a los dioses
olímpicos. Se crían teniendo en cuenta que son observados y evaluados de
continuo y, sobre todo, se preparan para luchar por ellos. Porque la guerra
(entre polis o contra panteones de dioses que habitan otros planetas), es
constante en Grecia. Los griegos disfrutan de prolongados periodos de paz en
los que las cosechas son abundantes y todo es dicha, pero también han de luchar
de manera casi ininterrumpida para demostrar su fe y valía. Y los que más
destacan por su valentía y virtudes guerreras acaban consiguiendo dones
(fuerza, resistencia aumentada, más años de vida y salud…) que al final los
distinguen de los humanos comunes. Son la casta de héroes, cúmulo de virtudes y
espejo en el que se mira todo buen ciudadano.
Toda la historia es contada por Cleón amigo
de infancia del protagonista y fiel compañero suyo en mil aventuras. Cleón,
exsoldado que sirvió a las órdenes de Prometeo (ese protagonista del que hablo),
ama y admira a su señor con un fervor inquebrantable, y será protector de su
familia cuando él se ausente.
Por otro lado, Prometeo, protegido de
Atenea, es el mayor héroe de Grecia. Al inicio de la novela somos testigos de
su ascenso. Participando en varias batallas, el joven va ganado renombre hasta
convertirse en el héroe griego más admirado.
Envidiado por todos, sus hazañas son compartidas por sus paisanos que,
gracias al poder de los dioses, pueden llegar a sentir sus victorias en carne
propia: ven por sus ojos, escuchan lo que dice, viven las batallas desde la
lejanía… Incluso son capaces de disfrutar de los besos de sus amantes.
Pero gracias a la aparición de otro personaje,
Pandora, maestra del templo de Atenea (una especie de Hipatia de Alejandría
ficticia), el joven guerrero comenzará a hacerse preguntas y a dudar de la
bondad de los dioses. Comenzará así un largo viaje, plagado de aventuras y cuyo
motor será el amor (hacia su familia, sobre todo), en el que Prometeo se
propondrá descubrir la auténtica verdad escondida tras la tiranía del Olimpo, y
luchar por la liberación del hombre.
En definitiva, Los dioses muertos es una
novela de aventuras, con un trasfondo mitológico clásico, que me sirvió para
hablar de los falsos dioses que nos rodean en el mundo actual, me ayudó a
criticar la sociedad en que vivimos de una manera indirecta, y en la que se
mezclan muchas de mis filias con algunas de mis fobias. Aunque era una novela
arriesgada (por temática, tono narrativo y estructura) estoy muy contento con
ella. Ediciones El transbordador hizo una gran edición que ha sido muy
elogiada. Ha sido muy bien recibida por el público y llegó a estar nominada como
finalista a los premios Kelvin del festival Celsius, lo cual es un gran orgullo
para mí.
Mi vida ha estado ligada al mundo del rol desde la adolescencia, lo cual me ha ayudado a desarrollar mi imaginación. Sé que entre tus aficiones también están los juegos de rol, ¿ha influido de algún modo tu afición a los juegos de rol en tu faceta literaria?
Por supuesto. Amo los juegos de rol. He jugado durante años (en aquel tiempo en el que mucha gente los consideraba algo satánico) y creo que son el culmen del entretenimiento y la creatividad lúdica. Mis años más felices de vida están ligados a los juegos de rol, pero, además, considero que me enseñaron a narrar. Fueron el taller privado en el que experimenté mis primeras historias. Durante casi veinte a años fui máster de varios juegos y jamás jugué una aventura comprada. Todas fueron creadas por mí…
Ahora que soy docente estoy experimentando con
ellos en la escuela y me parecen una herramienta pedagógica estupenda que
debería explotarse mucho más. No tienen más que aspectos positivos y con ellos,
no solo se puede aprender a narrar, sino que se puede trabajar todo tipo de
contenidos. Tanto es así, que estoy realizando un ensayo sobre el tema.
En realidad, me dejo llevar por las historias.
Lo que más me interesa es eso: que haya una historia potente que me apetezca
contar, y luego me lanzo a ello sin pensar en el género. Eso es todo.
Además de cómics y novelas, también tienes en tu haber varios relatos, de hecho, algunos de ellos han formado parte de antologías, ¿te sientes más cómodo contando historias breves o prefieres poder desarrollarlas de manera más extensa? (o los dos por igual)
Me encanta escribir relatos. Si la literatura es un arte como la alta cocina, los relatos son la realización de postres. Un relato es una región desconocida en la que puedes adentrarte durante un corto periodo de tiempo, para dar un agradable paseo. A mí personalmente, el relato me sirve para desconectar en los largos periodos de creación de una novela, que requieren que tu atención esté centrada durante meses en un universo cerrado muy concreto, con unos personajes muy concretos. En este sentido son como unas vacaciones.
Además, el relato se presta más a la experimentación, a la poesía, que
la novela. En ellos puedo probar cosas que luego quizás se conviertan en
semilla de algo más extenso.
Por otro lado, el participar en antologías me sirve para conocer el
trabajo de otros compañeros y me permite aprender y estar al día de las
tendencias y el rumbo del mercado (al menos en lo que a género fantástico se
refiere).
Antes de despedirnos, como este es un blog de escritura, no puedo desaprovechar la oportunidad de pedirte algún consejo para aquellos que empiezan en esta pasión.
Me cuesta dar consejos. No sé si mi experiencia puede trasladarse a la de los demás, pero ya que me lo pides, y por si pudiera servir de algo, lo haré.
En primer lugar, si quieres ser escritor, has
de leer mucho y escribir mucho. Parece algo obvio, pero es la verdad. En el
estudio de las palabras ajenas, de la forma de contar de otros, está la clave,
pero para concretar lo que se aprende escuchando la voz de otros escritores,
hay que cimentar el propio estilo con horas y horas de trabajo. Lo uno sin lo otro,
no sirve de nada.
En segundo lugar, advertiría al joven escritor
de que escribir en España (imagino que otras partes del mundo es parecido)
supone sufrir mucho. Este trabajo te va a dar muchas alegrías, pero también te
va traer muchos sinsabores. Prepárate para sufrir si quieres ser escritor, y
blinda tu alma antes de hacerlo, o la escritura acabará contigo…
Por último, debes saber que, en España, solo
un porcentaje mínimo de los escritores viven de escribir. La mayoría tiene que
dar cursos o buscarse la vida de otra forma. Así que, si quieres ser escritor,
y por duro que pueda parecer, búscate primero otro trabajo, medianamente
tranquilo y bien remunerado, que te permita tener tiempo libre… Es triste, pero
es la verdad. No puedo ser más sincero.
Muchas gracias, José Antonio. Ha sido un enorme placer tenerte hoy aquí entre nosotros. Espero que tengas mucho éxito en el futuro.
El placer ha sido mío. Estoy a vuestra disposición para cualquier cosa
que necesitéis… Y espero haber sido de ayuda a alguien con mis palabras.
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