mientras nos ocultábamos tras maceteros y
fuentes.
Qué de tardes jugando al coger,
Sin importarnos descansar o comer.
Rincones mágicos donde el trompo bailar,
cientos de cromos para intercambiar.
Lugares ocultos donde jugar a las canicas,
igual daba con chicos que con chicas.
Bancos en los que jugar a las chapas,
paredes que servían de porterías.
Papeleras que eran canastas,
la de bolas de papel que encestaría.
Una infancia en mi memoria entretejida,
de carreras en la plaza jugando al pilla-pilla.
Escenas de nostalgia, fragmentos de una vida,
amenizados por la melodía de las risas.
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