—¿Entonces ese planeta de allí es La Tierra?
—Sí, cariño — le respondió él sin dejar de observar el diminuto círculo que
había sido su hogar en un pasado no tan lejano.
—¿Y el pequeñito brillante que está a su lado es La Luna?
—Exacto. Es su único satélite natural.
—La profe dice que allí también se establecieron colonias y que ellos
serán los primeros en repoblar La Tierra cuando esté recuperada de su
enfermedad.
—Así es. Veo que atiendes mucho en clase.
—¿Te imaginas que después nos tocase a nosotros? Nos montaríamos juntos en
una nave espacial y nos quedaríamos allí para siempre. Sería alucinante,
¿verdad?
—Claro que sí —respondió su abuelo con una tibia sonrisa en los labios.
—¿Y por qué tuvimos que marcharnos los humanos de allí?
—Será mejor
que nos vayamos a la cama, cielo. Se ha hecho tarde. Mañana tendremos tiempo
para seguir hablando de lo que te apetezca
—le dijo Juan según la levantaba en peso y la colocaba sobre la cama—. Hay
que ver cómo pesas ya…
—Buenas
noches, abuelo
—Buenas
noches, cielo. Que descanses —dijo antes de darle un beso en la frente.
Salió de la habitación y se dirigió a las cristaleras del salón. Se quedó
allí, en pie, con la vista posada sobre el vasto desierto de roca que dominaba
el paisaje. Dunas de arena rojiza que se extendían más allá de un horizonte que
se antojaba tan distante como sus recuerdos. Un escenario desabrido y estéril que
lejos quedaba de aquel que anhelaba en su memoria y en el que predominaba el
aroma de las flores, el tacto del trigo y el piar de los pájaros. Pero eso fue
antes de que se produjera el éxodo forzoso de la humanidad en busca de nuevos
mundos que conquistar. Las consecuencias de la guerra por los recursos
naturales fueron tan devastadoras que los pocos supervivientes que quedaron se
vieron obligados a vivir en refugios bajo tierra. Todo aquello, unido a los
efectos del cambio climático, producido por el propio ser humano, llevó a las
personas más poderosas del planeta a crear una confederación para abandonar el
planeta y establecerse en las bases extraterrestres que habían ido construyendo
a lo largo de los siglos para asegurar la conservación de la especie.
El anuncio del cierre de persianas por la aproximación de una tormenta
de polvo a través de los altavoces de la base situada en el distrito 76 del
planeta hizo que saliera de su ensimismamiento.
Se llevó las manos al rostro y contuvo el llanto, consciente de que él
había formado parte activa de todo aquel desastre. Y lo que más le dolía es que
no había hecho nada para evitarlo cuando aún estuvo a tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario