sábado, marzo 05, 2022

MICRORRELATO: Distrito 76

Esperanza se sentó sobre los muslos de su abuelo y señaló un punto azul en el firmamento:

—¿Entonces ese planeta de allí es La Tierra?

—Sí, cariño — le respondió él sin dejar de observar el diminuto círculo que había sido su hogar en un pasado no tan lejano.

—¿Y el pequeñito brillante que está a su lado es La Luna?

—Exacto. Es su único satélite natural.

—La profe dice que allí también se establecieron colonias y que ellos serán los primeros en repoblar La Tierra cuando esté recuperada de su enfermedad.

—Así es. Veo que atiendes mucho en clase.

—¿Te imaginas que después nos tocase a nosotros? Nos montaríamos juntos en una nave espacial y nos quedaríamos allí para siempre. Sería alucinante, ¿verdad?

—Claro que sí —respondió su abuelo con una tibia sonrisa en los labios.

—¿Y por qué tuvimos que marcharnos los humanos de allí?

—Será mejor que nos vayamos a la cama, cielo. Se ha hecho tarde. Mañana tendremos tiempo para seguir hablando de lo que te apetezca  —le dijo Juan según la levantaba en peso y la colocaba sobre la cama—. Hay que ver cómo pesas ya…

—Buenas noches, abuelo

—Buenas noches, cielo. Que descanses —dijo antes de darle un beso en la frente.

Salió de la habitación y se dirigió a las cristaleras del salón. Se quedó allí, en pie, con la vista posada sobre el vasto desierto de roca que dominaba el paisaje. Dunas de arena rojiza que se extendían más allá de un horizonte que se antojaba tan distante como sus recuerdos. Un escenario desabrido y estéril que lejos quedaba de aquel que anhelaba en su memoria y en el que predominaba el aroma de las flores, el tacto del trigo y el piar de los pájaros. Pero eso fue antes de que se produjera el éxodo forzoso de la humanidad en busca de nuevos mundos que conquistar. Las consecuencias de la guerra por los recursos naturales fueron tan devastadoras que los pocos supervivientes que quedaron se vieron obligados a vivir en refugios bajo tierra. Todo aquello, unido a los efectos del cambio climático, producido por el propio ser humano, llevó a las personas más poderosas del planeta a crear una confederación para abandonar el planeta y establecerse en las bases extraterrestres que habían ido construyendo a lo largo de los siglos para asegurar la conservación de la especie.

El anuncio del cierre de persianas por la aproximación de una tormenta de polvo a través de los altavoces de la base situada en el distrito 76 del planeta hizo que saliera de su ensimismamiento.

Se llevó las manos al rostro y contuvo el llanto, consciente de que él había formado parte activa de todo aquel desastre. Y lo que más le dolía es que no había hecho nada para evitarlo cuando aún estuvo a tiempo.

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