Los personajes son uno de los pilares básicos de la novela junto a la trama y la estructura. No son los únicos, obviamente, pero sí uno de los más importantes. Partiendo de que sin personajes difícilmente pueda existir una historia que se precie, debemos tratar de que estén lo mejor construidos posible para que sean verosímiles.
Para poder hacer que el lector empatice con ellos, necesita conocerlos, y para ello, es imprescindible que el autor realice una buena descripción de estos.
La mejor manera de crear unos personajes con éxito es hacerse una ficha previa de cada uno de ellos en la que se reflejen sus atributos, tantos físicos como psicológicos, sus virtudes, defectos, metas y un trasfondo, es decir, su pasado y qué es lo que los mueve además de cuánto de implicados están en la historia. Porque siempre hay un motivo por el que un personaje aparece en un relato. ¿Por qué es necesario todo esto? Porque una vez que lo conozcamos a fondo y veamos cómo se comporta, seremos capaces de apreciar su evolución a lo largo de la obra.
Una vez los tengamos bien definidos y sintamos que los conozcamos y somos capaces de identificarnos con ellos, comenzaremos a escribir nuestro relato e iremos introduciendo a cada uno de ellos cuando llegue su momento. A mí me gusta hacerlo de manera indirecta y a través de pequeñas pinceladas que voy repartiendo a lo largo de la obra, en lugar de dar un grueso brochazo que valga para describir todos sus rasgos físicos en una primera aparición.
Os coloco a continuación un ejemplo de a lo que me refiero a través de un extracto de “Proyecto Unicornia”, la primera de mis obras, en el que Boundar entra en la habitación de Erin:
Cuando llegó al arco de entrada, la encontró enfundando
sus armas en el cinto. Contempló en silencio los marcados músculos de sus
hombros y brazos. Aunque las canas afloraban en sus sienes, su cuerpo seguía
manteniéndose joven gracias al trabajo diario. Siempre la había admirado por su
fortaleza y valentía, pero aún más por su capacidad de liderazgo. Le habría
gustado ser como ella, pero justamente él era la cruz de la moneda; un hombre
débil y con pocas dotes de mando que destacaba por su inteligencia más que por
su fuerza.
O
en este otro de “Somos Nosotros”, mi segunda novela, en la que Travis sale de
la ducha y se dispone a vestirse. Algo que nos da una idea de su imagen
desenfadada:
Tal como acabó de secarse, fue hacia el armario, lo
abrió y se enfundó unos vaqueros azules rotos, una camiseta desgastada y una
sudadera de su grupo de música favorito. Se estaba atando los cordones de las
zapatillas cuando…
En
el plano psicológico, me valgo más de sus reacciones, introspecciones y el comportamiento
que tienen hacia los demás que diciendo cómo son o lo que piensan. Para ello,
me valgo de la técnica comúnmente conocido como “mostrar y no contar”.
Otro punto a tener en cuenta es el modo en el que hablan, ya que la forma en la que se expresan debe casar con otros factores como su educación, su poder adquisitivo o su estatus social. Un buen escritor se vale de los diálogos para dar a conocer aspectos de la personalidad de sus personajes como pueden ser sus manías y gustos, del mismo modo que aquello que detestan o temen.
Y por último, intenta no caer en estereotipos, ojo que sin ser defensor a ultranza de estos, tampoco es que esté en contra de ellos. Los clichés, como suelen conocerse, son personajes manidos, y que cansan al lector nada más verlos. Algunos ejemplos son: el detective capaz, pero destruido por el alcohol, un protagonista amnésico o un villano invencible. Claro que pueden usarse, pero la historia debe ser original y respaldar todo aquello que presentas en ella.
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