Mis pensamientos
naufragan en un mar de dudas mientras escuchan las palabras que brotan de tu
boca. Mis pupilas se desvían hacia la arena y recorren el camino que nos trajo
hasta la playa, un sendero cargado de recuerdos que anidan en mi corazón como
el primer día. Por momentos, quiero arrancar ese pasado de mi memoria, olvidar
este presente, desear que un futuro a tu lado jamás se cumpla. Pero no es más
que un engaño orquestado por un corazón roto.
Doy un paso atrás sintiendo
el roce de tus dedos por última vez. Camino en dirección al paseo marítimo a
paso ligero, abrumado, confundido. Los graznidos de las gaviotas retumban en mis
sienes impidiéndome pensar con claridad mientras mi orgullo herido se deshace
en pedazos entre lágrimas.
Deseo que corras tras
de mí, que me abraces, que devores mis labios como esa primera vez en el Boulevard
de los deseos incumplidos. Bailar abrazado a ti hasta el amanecer dejándonos llevar
por la melodía compuesta por las olas rompiendo contra el dique, mientras el
faro bendice con su luz cada uno de nuestros pasos. Adentrarnos desnudos en el
mar y hacer el amor como otras tantas veces, que los latidos de nuestros
corazones se fundan en uno y el sonido de nuestros besos se ahogue entre gemidos hasta obligarnos a caer
rendidos en la orilla.
Pero todo eso no es más que un espejismo, porque tú ya no estás, y yo he de encontrarme a mí mismo.
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