Como muchos ya sabéis, hay juegos de rol
basados obras literarias como “El señor de los anillos” o “La llamada de
Cthulhu”, basado en la obra de H.P. Lovecraft. Del mismo modo, otros han sido
llevados a la literatura en novelas cortas, como es el caso de “Vampiro” u
“Hombre Lobo”, por ejemplo. De ahí que la mayoría de aficionados al rol sean
apasionados lectores y compartan ciertas inquietudes relacionadas con la
historia, la ciencia ficción o la fantasía, por mencionar algunas.
La mayoría de jugadores de rol se ven obligados a leer bastante si quieren saber cómo funcionan los juegos y poder confeccionar las hojas de personaje de la mejor manera posible de cara a las partidas: las secciones de
atributos, habilidades, hechizos, ventajas, defectos,... son algunas
de las que hay que leer para poder hacerse una buena ficha. De hecho, existen
libros dedicados especialmente para los jugadores y en los que se puede
encontrar información jugosa de cómo aprovechar al máximo las posibilidades que
ofrece un juego en cuestión. Todo esto lleva a leer, y más tarde a interpretar
un personaje con virtudes y desventajas (como cualquier otra persona) en algo
así como una “obra de teatro” en la que los dados determinarán de acuerdo con
nuestras características lo que somos capaces de hacer en el juego dependiendo
de la dificultad de la partida. De ahí que considere que los juegos de rol
además de tener un elevado componente lúdico y ayudar al desarrollo de la
sociabilidad y la empatía, también poseen un alto contenido cultural. Los
profanos en la materia desconocerán este dato, pero jugando al rol se aprenden
una gran cantidad de palabras “raras”. Menciono algunas para dejar claro este
dato: ofuscación, entropía, irascible,
voluble, vicisitud, celeridad, taumaturgia, conjuro, mandrágora, nigromante, gnosis,
pericia, y un largo etcétera. Pero
quienes más deben leer son los directores de juego, que son los que preparan
las aventuras o campañas (consecución de aventuras) tras leerse los manuales
del narrador y la dinámica de juego para poder describir los escenarios y dar
vida a los personajes no jugadores que acompañan a los personajes con mayor
credibilidad. Del mismo modo, presentan a los villanos llegado el momento en el
que se encuentren con los personajes.
El hecho de que acabase mis estudios, me
incorporase al mercado laboral y tuviera que emigrar por una oferta de trabajo,
me hizo alejarme de mi afición y me volcase en escribir esas mismas ideas que
me inquietaban en forma de relatos sobre un papel en blanco. O más bien sobre
la pantalla del ordenador. Lo hice en una página llamada “El Abismo” enfocada a
los juegos del rol, la literatura y el cine. Pero me vi obligado a dejarlo
durante unos años para dedicarle mi tiempo a otros compromisos más importante
en ese momento como eran el trabajo, una mayor formación. Ya años más tarde,
allá por el 2010, volví a retomar la afición de la escritura y a escribir
relatos breves.
Fue entonces cuando me di cuenta de que mi
experiencia como director de rol hizo que todo fuese mucho más rodado. También
los centenares de partidas de las que formé parte como jugador me ayudaron a
crear a los protagonistas de mis historias de un modo más perfilado, cuidando
sus virtudes y defectos para que fueran lo más verosímiles posible. Obviamente,
eso también me ayudó a construir antagonistas y villanos más redondos, que
aunque teniendo motivaciones muy diferentes a la del protagonista de la
historia, resultasen igual de creíbles.
Obviamente, haber sido director de juego
ofrece un plus a la hora de desarrollar las historias tanto en tu cabeza como a
la hora de trasladarlas al papel. Aunque después venga el jarro de agua fría y
te des cuenta a base de tropezones literarios que no es lo mismo narrar una
aventura de manera oral a tus amigos, en la que todos os conocéis y puedes usar
un lenguaje coloquial, mapas, mímica, la ambientación que necesites e incluso
música de fondo para conseguir introducir a los jugadores en tu historia, que
contar una historia con palabras a tus lectores.
Así que si quería reciclarme y convertirme
en escritor, no tenía más remedio que trabajar. Y no poco. Porque además de
aprender las técnicas de la escritura, debía depurar mi estilo. Al principio
costó, pero poco a poco encontré las estrategias necesarias para transformar
mis virtudes como narrador de historias en las de un artesano de la palabra.
Eso sumado a algún curso de escritura creativa que asistí y los libros sobre la
materia que me leí, aunque también ayudó el hecho de que me licenciase como
filólogo.
Con el paso de los años, gané confianza y
me enfrasqué en mi primera novela: “Proyecto Unicornia”, que justamente
provenía de una idea seminal para una partida; un guion y unos personajes que
se me ocurrieron para una campaña de rol. Algunos de mis jugadores fueron los
que me insistieron en que la adaptase y la publicase. Y yo me puse manos a la
obra. Me costó mucho trabajo, mucho sudor, incluso alguna lágrima. No fue ni
muchos menos un camino de rosas, ya que tuve que enmendar gran parte de la
trama, crear nuevos escenarios y personajes, de un modo bastante más profundo,
y además aprender a fondo las artes de la narrativa: descripciones, diálogos,
cómo realizar las acotaciones, las transiciones entre escenas, etcétera. Justamente
lo que más complicado me resultó fue encadenar los hechos para eslabonar los
capítulos de la historia, algo que ya es complicado de por sí cuando diriges
una partida, pero que al ser una tarea que tienes que afrontar en solitario se
torna aún más compleja.
La segunda novela que escribí, y cuyo
título es “Somos Nosotros”, también tiene un inconfundible toque rolero, de
hecho empieza con cuatro chavales jugando una partida de rol. Y de eso va la
historia, de un grupo de adolescentes (dos chicos y dos chicas) que viajan a
otra realidad y tienen que solucionar el conflicto que se les presenta.
De ahí que cuando hablo de los relatos y novelas que he escrito, no puede evitar pensar en mi pasado rolero. Y siempre que hay otro escritor que comparte esos mismos antecedentes, mi cara esboza una sonrisa cómplice y me entren ganas de leer su obra, es decir, ser testigo de sus partidas.
Me encanta tu historia, tu experiencia, como la narras y haber sido parte de esas aventuras.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Un enorme placer tenerte por aquí, Billijou. Qué bien lo pasamos. Un abrazo también para ti, compañaero!
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