Hoy tenemos en “Mi experiencia como escritor” a Mauro Barea, narrador y ensayista, coordinador de talleres de escritura creativa presenciales en Cádiz, y en línea en México con Archipiélago.
Hola, Mauro. Bienvenido a este rincón en la red dedicado a las letras.
Muchas gracias por tu amable invitación, Leo. Un placer poder platicar contigo un rato.
Primera pregunta: ¿Quién es Mauro Barea?
Un narrador mexicano afincado felizmente en Gades. Comienzo así no por retórica ni nada por estilo; sucede que en mis primeros años tuve una modesta columna de opinión en un periódico local de San Fernando llamada Mexicano en Gades donde expresaba mis puntos de vista personales desde la óptica de un migrante, mientras seguía adaptándome al sentir gaditano, a su gente y a su geografía, que sí, comparte cosas muy buenas con mi tierra (Cancún) y otras que me han mostrado un contraste que termina reflejado en la lejanía de mi familia, comida, la gente con la que conviví treinta y cinco años; en esa columna iban nostalgia y curiosidad mezcladas de esos primeros años en Cádiz. Gracias a la gente de aquí me voy sintiendo cada vez más gaditano, y, como dice el peruano Fernando Iwasaki (otro afincado en Andalucía), ampliando mi diccionario personal.
¿Desde cuándo escribes?
La lectura invariablemente nos acerca a escribir, y desde chiquillo tenía la inclinación a llevar esa imaginación para crear historias propias a partir de los cómics y novelas gráficas que compraban mis papás. Allí empezó a germinar la idea de convertirlas en algo más sólido, pero esto no cuajó hasta mucho después. Mi primer borrador de novela, un intento burdo y lleno de errores pero también mucha ilusión lo terminé en 1999, a los diecisiete años, y trataba sobre una vivencia personal: sobrevivir a uno de los peores huracanes de la historia —Gilberto, 1988— cuando tenía unos siete años. Entrevisté a mis papás, a familiares para llenar huecos de memoria, y terminé ese borrador, que transcribí a computadora, pero nunca pudo publicarse (ni espero publicarlo).
Me parece muy hermoso y emotivo el modo en el que lo narras. Dime, Mauro, ¿qué aporta la escritura a tu vida?
Escribo narrativa, género en el que decidí especializarme, primero, para mejorar como escritor, y pulir mis historias de acuerdo a lo que quiero contar. Es un continuo aprendizaje que me ha dejado experiencias de vida increíbles con maestros, colegas escritores y ahora, alumnos que puedo apoyar con sus textos en los talleres. Sin la Literatura no estoy completo, sin leer o escribir siento que no contribuyo con casi nada, ni a mí mismo ni a los demás. Con la escritura también convivo con Virginia, mi novia, tallereándonos mutuamente los textos. Forma parte de nuestra vida cotidiana.
Como me comentabas antes en una de tus respuestas, actualmente resides en Cádiz. Pero naciste en Cancún (México). Presumo que debe haber alguna historia interesante para que hayas acabado tan lejos de tu lugar natal. ¿Te apetecería contárnosla?
Si lo cuento como realmente pasó podría sonar hasta cursi y romántico, pero fue el amor a una gaditana que conocí a través de un foro de internet y el interés que de entrada compartimos por las letras lo que me hizo dar el paso de dejar mi ciudad, mi familia, mi país, por una vida aquí en España. Llegué hace unos ocho años y representó un cambio inmenso para mi forma de entender el mundo, en la realidad y en la narrativa, que fue donde volqué todo ese sentir, sueños, nostalgia, choques culturales que se dieron en mi adaptación, una adaptación que Virginia y su familia han hecho que sea muy buena; y los gaditanos que he podido conocer bien son gente majísima, muy cercanos al mexicano en ciertos aspectos, jamás me he sentido solo y agradezco haber caído de pie en este lugar. Esa lejanía de mi tierra, como le ha sucedido a otros escritores migrantes, ha hecho que mi visión sea muy específica cuando hablo del Caribe mexicano donde viví y del Cádiz que veo: ya es muy visible en ciertos relatos y en mis últimas novelas.
Temía formularte la anterior pregunta por cierto pudor a que no nos conocemos demasiado, pero ahora me alegro mucho de haberlo hecho. Sé que fuiste ponente en la última edición de Gaditanoir (2024). Háblanos un poquito de tu experiencia en este Festival Literario dedicado a la Novela Negra.
No tengo más que palabras de agradecimiento a los organizadores: Kaizen, Daniel Lanza, Javi Fornell, Luis Rodríguez Guerrero, mi estimado Alberto Puyana como anfritión, que hicieron del evento algo inolvidable y que me ofrecieron un espacio para hablar de la novela negra mexicana que representa Jorge Ibargüengoitia en Las muertas y Dos crímenes, novelas recién reeditadas en España por editorial Machado (léanlas, no se arrepentirán). La mesa la compartí con Willy del Pozo, encargado de ediciones Altazor en Perú, y que hizo un momento de hermanamiento entre Cádiz y América, muy fiel a esa gran historia de ultramar que une nuestros pueblos.
¡Gracias por las flores a esos dos cuentos, significa mucho para un servidor! Creo que, por el valor que les han dado los concursos donde han sido tanto finalista como ganador (Universidad de Cádiz —con más de 1000 participantes— y Ayuntamiento de Ávila respectivamente) son probablemente mis mejores relatos cortos hasta ahora. Está también El silencio en el fin del mundo, que en la Asociación de Navegantes Españoles (AGNYEE) consideraron finalista y me mandaron una maravillosa metopa por ese cuento sobre Magallanes y la vuelta al mundo. Hay otros como Verás volar las piedras (en revista La Colmena de México) del que también he recibido muy buenos comentarios.
El gato sobre el féretro conforma historias que he ido publicando en revistas de diferentes países, otras que han sido finalistas de concursos; realmente no tienen un hilo conductor como suelen tenerlo la mayoría de las antologías de cuento al uso. Pero, si te soy sincero, suelo sentirme más cómodo en la novela que en el cuento o relato corto; mi historial es un cementerio de cuentos fallidos y destrozados por ojos competentes o por mí mismo. A pesar de esto, la escritura de cada relato ha sido una experiencia invaluable que me ha acercado a experimentar a fondo con mi narrativa. Aún tengo cuentos en el cajón que espero revivan algún día, y por ejemplo, en breve saldrá publicado uno largo que escribí en 2007 —ya con muchas capas posteriores—, Vuelo 81, donde también me divierto muchísimo con la típica historia del aviador perdido en medio de la nada, en este caso, las selvas de Yucatán.
Hablando de novelas. ¿De qué trata tu ópera prima titulada “El colapso del tiempo”?
Esta es de esas preguntas incómodas (risas). Es una novela sobre el supuesto apocalipsis maya que se vaticinó en 2012 como cambio de era, etc. Hice un batiburrillo de historias que iban paralelas a leyendas mayas, con personajes que en ese año fatídico tenían que sobrevivir a la extinción de la humanidad. La menciono porque acepto que es parte del proceso, de una época que me acercó a Virginia y a España (la publicaron en Madrid en 2012 y fueron momentos inolvidables mientras conocía este país). Hoy la veo como algo lejano, pero que, cumpliendo con la norma no escrita, los lectores la siguen apreciando mucho más que yo y recordando bastante; caló bien entre el público joven por toda la carga de aventura y fantasía de la que me empaché escribiendo en su momento.
¿Ha sido fácil para ti hilvanar esta historia teniendo en cuenta que se desarrolla en tu tierra?
Las obras suelen estar formadas de experiencias de vida y anécdotas que se transforman en el papel, y El colapso no fue la excepción: la península de Yucatán fue la gran protagonista, sus pueblos, leyendas que se conservan hasta la fecha como la Xtabay y los aluxes, Cancún mi ciudad como urbe arrasada por el Armagedón… Fue fácil en el sentido de que era un escritor mucho más pavillo, descuidado y que no me importaban mucho las consecuencias de lo que plasmara en el papel, y claro que fue divertidísimo, algunos buenos amigos escritores incluso me reclaman que regrese a esas épocas de narrador hiperdesenfadado. ¡Hasta le hicieron soundtrack a la novela! (más risas). Ya en serio, fue una bonita experiencia por todo lo que me trajo, por todo lo que aprendí conociendo maestros muy generosos que la presentaron sin pensarlo, como Hernán Lara Zavala (Premio RAE 2010).
Terra Incognita, tu segunda novela, fue finalista del I Premio Hispania de novela histórica (2013). Entiendo que tuviste que documentarte a la hora de escribirla, ¿qué consejos darías a quienes quieren escribir una obra basada en algún momento histórico?
Tras el fallido intento con la historia del huracán Gilberto me interesé por un personaje que apenas se conoce históricamente, tanto por el olvido de los siglos, como por la escasa documentación que existe sobre él. El onubense Gonzalo Guerrero —conquistador que se rebeló a sus compatriotas incluyendo a Hernán Cortés, se casó con una mujer maya y formó una familia en tierras mayas— se convirtió en una obsesión que duró veinte años, desde el primer borrador hasta su publicación en 2019, alentado por el máximo teórico del personaje, el Dr. Salvador Campos Jara, que amablemente prologó la novela. De otra forma, creo que no me hubiese atrevido, fue uno de los proyectos más ambiciosos por todo lo que significaba trasladarse a una época muchas veces tratada por cronistas y novelistas (siglo XVI, la conquista de México), y Guerrero también había tenido sus versiones «canónicas» en esas novelas anteriormente. Era un reto en el que, como en El Colapso, era poco consciente de la terrible dificultad que entrañaba clavar esa historia. Aquí parto del consejo que me pides: investigar, y, como dice mi mamá, buscar hasta por debajo de las piedras. Y siempre con la idea que Google e internet no valen para todo. Hay que meterse a las bibliotecas, aspirar el polvo del abandono, conocer a los que han tratado la época o el personaje. En mi caso tuve la inmensa suerte de conversar en vivo y seguir siendo amigo de los teóricos de Gonzalo Guerrero, y cuando residí en Huelva conocí a más entusiastas, formamos un grupo «gonzalista» que nos unió como colegas y como amigos. Y todo en parte por azares del destino: tuvimos que mudarnos a Huelva, cuna del personaje, destinada Virginia por ser profesora de instituto. Esto también terminó por decidirme a publicar y presentar la novela en la tierra de Gonzalo Guerrero.
Vamos con tu última obra, Kolymá (Novela mención honorífica en el 19 Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano. ¿Qué se oculta tras este enigmático título?
La Kolymá es una de las carreteras más peligrosas del mundo hoy en día y le suelen llamar La carretera de los huesos (esta particularidad la trato a fondo en la historia). Y la novela tiene su inicio en esta vía, ubicada en la Rusia siberiana, en medio de la nada. El coche donde van dos mejores amigos se detiene, y uno encañona a otro con una pistola. ¿Por qué lo encañona si es su mejor amigo? ¿Por qué falló el coche? ¿Por qué si son de una ciudad como Tamul (mi Cancún literaria) se encuentran en las antípodas? Esas preguntas son las que animan al lector a seguir la historia en el pasado del protagonista, que precisamente se desarrolla en esa ciudad con cincuenta años de edad, que sufre los males de una ciudad vieja y degradada, y eso lo dejo claro desde el principio. El género, es curioso, mis presentadores, lectores especializados y que se han acercado a comentarme, no les es fácil ponerse de acuerdo. ¿Es un thriller, una novela negra, realista, en partes imbuida con Realismo Mágico y hasta de lo Real Maravilloso y fantástico, una road novel? Puede ser. Lo importante es que estos lectores tan exigentes se creen la historia, y es lo que a final de cuentas deja satisfecho a uno que escribe o que lo intenta. La novela no la vendo, porque está disponible para descarga gratis en pdf en la web de la Universidad que otorgó el premio. En papel, una edición chulísima, solo está disponible en México.
¿Te consideras escritor de brújula, mapa o híbrido?
Digamos que sí tiendo más a lo híbrido, pero no es algo definitivo. Depende más bien del tipo de proyecto, de su complejidad; si tengo que apoyarme en mapas lo hago, y una vez teniendo nociones del terreno que pisaré, me llevo mi brújula y me adentro (consultando el mapa de tanto en tanto, a veces mucho, poco o nada). Eso sí, las escaletas no creo llegar a usarlas, por ejemplo.
¿Eres un escritor metódico o escribes a rachas?
Tampoco es algo definitivo y puedo ser híbrido en ese aspecto. Aunque trato de llevar un ritmo impuesto de escritura, sobre todo de una primera versión, las múltiples ocupaciones diarias hacen que ese ritmo sea desigual y accidentado. Ahora, por ejemplo, estoy con un primer borrador de novela que no puedo terminar por problemas externos, cotidianos, llámese cuidar a nuestras gatas Shiva y Kali, problemas con la casa, los múltiples talleres y cursos que imparto… hace ya tiempo que me impuse escribir por las mañanas y lo llevaba bastante bien con Kolymá y La noche de los aprendices, pero esto ya no va siendo posible y tendré que regresar a las noches/madrugadas cuando todo está en absoluta calma, aunque me frena el no ser un tipo nocturno y las desveladas ya van calando con la edad.
Además de escritor, eres tutor de talleres literarios desde el 2023. Si no te importa, me interesa conocer sobre tu experiencia en los mismos.
Casualidad fue que comenzara a la vez en los dos talleres que imparto hasta la fecha: un buen amigo, Antonio Díaz, me ofreció hacerme cargo del Taller de Letras y escritura creativa del Centro para mayores La Paz II en Cádiz, y David Anuar me invitó a formar parte (tras varios intentos infructuosos) de Archipiélago, una comunidad de talleres literarios en línea. Entré a dar novela y cuento con algunas dudas, preguntándome si era capaz de contribuir con mis conocimientos y experiencia a proyectos de gente realmente interesada en mejorar su escritura. Y pues el año y meses que llevo en ambos y que continúa sin tropiezos (y con reconocimiento expreso de la mayoría de los alumnos que han pasado por los talleres) me demuestra que algo estaré haciendo bien. Ambas me han dado y siguen dando aprendizajes valiosos. Ricardo Guerra, un colega de Archipiélago, acuñó la frase de «tallerear con ternura», y eso hacemos: refuerzos positivos, conocernos a nosotros mismos mientras mejoramos nuestra escritura, y el objetivo en ambos talleres es hacer de ellos espacios seguros para expresarse libremente, siendo respetuosos con los compañeros en cada momento, sin dejar de lado la crítica y el análisis meticuloso a los textos. He tratado de llevar esa metodología allá donde voy, porque el respeto al trabajo de cada autor es vital para darle confianza a mejorar, en vez de solo destrozarle el texto.
Por supuesto. Es algo que me quedó claro precisamente después de ser premiado, y de lo que aprendí en su momento. Hubo un tiempo en que me obsesionaba mandar escritos para ganar, para llegar a donde pocos han tenido la oportunidad: del mero gusto de alzarse con un premio, obtener una publicación en una editorial importante, que se hablara de mí antes que de mi obra… me di cuenta de que empezaba a descuidar mi propia narrativa y desenfocar el rumbo, mis textos empezaban a caerse, y decidí que mi máxima prioridad tenía que ser la de leer mucho más, mejorar constantemente, volcarme en la autocrítica hacia mi obra, buscar ojos competentes que me dijeran lo que podría mejorar y sin tomármelo a la tremenda, en fin, autoconocerme: qué estaba haciendo bien y mal, y así buscar la excelencia en lo que escribía. Que mi obra hable por mí, en resumen.
Y sí, no está mal participar en certámenes (a veces mucho), buscar colocar la obra contra todo, siempre y cuando estemos conscientes de que el texto tiene que llevar una calidad mínima de forma y de fondo. Muchos de los autores que veo pululando por ahí se olvidan de convenciones mínimas y de formato; falta de revisiones que se notan desde la primera línea con gazapos infernales, y suelen ser precisamente esos autores los que se quejan en las redes sociales, preguntándose por qué no los leen o por qué fracasan, o por qué sus ventas de Amazon suelen ser muy pocas. Y sin importar si son autopublicados o apoyados por x editorial, el panorama suele ser el mismo con este tipo de obras. Si publicas un trabajo que no ha sido mínimamente pulido o trabajado (o editado por alguien que sepa el oficio) te enfrentas a una consecuencia inamovible: no te leerán, o te evidenciarás de fea forma. Ya entrar a la industria editorial por otros medios tales o cuales, enchufado, amparado por modas o tendencias o seguidores de Tiktok, es otra historia.
Excelente reflexión, Mauro, que me guardo para mí mismo. Cuéntame ahora que no nos lee nadie, ¿algún proyecto literario del que puedas hablarnos?
Sí, proyectos que ya vienen: Vuelo 81, un relato largo que comenté antes, seleccionado en una convocatoria anual de Ediciones Arboreto en México, y una novela que resultó finalista en el I Certamen de novela negra Alexis Ravelo, La noche de los aprendices, donde Tamul (mi Cancún literaria) vuelve a ser escenario, esta vez de una historia sobre adolescentes secuestradores, una promesa del Real Madrid y un poeta de pueblo próximo a ganar el Nobel. No quiero desvelar más porque seguro hablaremos de ella en su momento, o eso espero, en tu blog. Editorial Alrevés me está tratando muy bien como autor, ha sido una pasada llegar a formar parte de su catálogo en palabras de los propios editores, por méritos literarios, cosa que busco, como dije, que la obra hable por mí, y así fue: yo era un completo desconocido para ellos. Esto también da cuenta del gran trabajo que realiza Alrevés en este panorama editorial tan complicado que vivimos actualmente.
Seguro que sí, de hecho, te invito a hacerlo cuando vea la luz, por favor. Sé que además de escritor, eres un gran lector. De hecho, en tu blog escribes reseñas de los libros que lees, ¿algún autor/a que haya resultado para ti un descubrimiento entre tus últimas lecturas que crea que merezca ser mencionado?
Empiezo por los que me han ampliado los horizontes de la lectura y que se reflejan en lo que escribo: Antonio Tocornal (reciente Premio Setenil de cuento y Premio Andalucía de la crítica 2024). Su novela Bajamares fue un parteaguas: en medio de la pandemia, sin poder presentarla, llegó y caló profundamente entre los pocos afortunados que pudimos leerla cuando se publicó entre la sombra que generó el covid19, pero el boca a boca impulsó increíblemente su viaje, un viaje que no ha parado, en gran parte por la historia y por la calidad narrativa que nos propone Antonio: cada lector que ha pasado por Bajamares o por sus otros libros sale cambiado de alguna forma, y no lo digo como una salida fácil, se tienen que experimentar. Ahí tenemos Pájaros en un cielo de estaño, Malasanta, Cadillac Ranch, y su más reciente Árida, todos ganadores de premios importantes.
Recomiendo leer a Cristina Sánchez Andrade con sus intensos cuentos de El niño que comía lana; tienen que leer a Cristina Fernández Cubas con El columpio que fue reeditado recientemente, las nuevas generaciones están revalorizando esa historia; a Agota Kristof con Claus y Lucas, y Ayer. Otro descubrimiento demoledor fue la prosa de Benjamín Labatut en Maniac, un híbrido interesante de novela y ensayo con divulgación científica. Y en poesía, tenemos a Francisco José Márquez, un gaditano que ganó en la edición del Certamen Literario este año en la Universidad de Cádiz, y con el que comparto podio en el Libro de Bienvenida. Todos los que he mencionado no solo nos ofrecen momentos de buena lectura, se quedan con uno de alguna forma.
Antes de despedirnos, me gustaría pedirte algún consejo para aquellos que empiezan en la escritura.
Claro. Lo que les comento a mis muchachos en los talleres:
primero, leer. Es algo obvio, pero sin lecturas no podemos avanzar, y eso
significa leer de todo. Si quieres escribir tienes que leer poesía,
ensayos, narrativa, teatro, clásicos, modernos, posmodernos… y no solo con ojos
de un lector, tiene que ser con el objetivo de saberse escritor: ¿por qué nos
gusta —o no— tal escena, o personaje, o final, o conversación?, por ejemplo;
ahí, nuestro sentido crítico también se activa y se va formando, y descubrimos
por qué ciertos libros no funcionan con nosotros, y cuyo estilo jamás
utilizaríamos en nuestra propia obra. Y ser curiosos, muy curiosos: con lo que nos
rodea, con la forma en que la luz del sol se cuela por la ventana a cierta hora
del día, con la gente que nos encontramos mientras caminamos por la calle.
Muchas gracias, Mauro. Ha sido un placer y un honor tenerte hoy aquí. Espero que tengas mucho éxito en tus proyectos futuros.
Muchas gracias a ti, Leo, por el trabajo que realizas con los autores, espero seguir en contacto. Mucho éxito igualmente en tus proyectos.