Autora: Ángela Tirado
Editorial: Palabras de Agua
Año de edición: 2024
Número de páginas: 132
Sinopsis:
Recibir un mensaje a medianoche de alguien que creías fuera de
tu vida, es un jarro de agua fría.
Te paras a pensar antes de responder, porque te cuesta
encontrar las palabras.
A la mañana siguiente, las cosas se ven de otra manera. Sin
querer surgen preguntas. Sin pensarlo más, encuentras el modo de dar respuesta
a todo lo leído la noche anterior, evitando inquinas y sinsabores. Porque en el
fondo, no quieres volver a mencionar su nombre.
Mi opinión:
Tras el evocador prólogo de Claudio M. López, nos adentramos en los emotivos versos de Ángela. Unas estrofas que podrían resumirse en la espléndida imagen de la página 48 (obra de Rafael Ruíz Pérez) que da inicio al capítulo 2 de su libro y en la que una mujer vestida de manera elegante deja atrás la mochila y los zapatos y se decide caminar por una de las vías de un tren sobre sus tacones para enfrentarse a un mundo por descubrir. Escena potente, visual y muy gráfica sobre lo que puede suponer enfrentarse a nuevos riesgos convencido de que ese es camino a seguir, el que uno mismo elige. Dejar la mochila con la que todos cargamos atrás, olvidar esos zapatos de otros en los que te pusiste durante tantos años para atender a los demás y que tantas llagas te acarrearon. Ha llegado la hora de emprender el camino en la búsqueda de ti mismo y abrazarte porque te lo mereces y siempre fue así. «Sin ti, sin mochilas… Sin juicios ni ayeres…». Tu pasado pide un descanso, dáselo y dile adiós por fin.
Un libro nada pretencioso, que brilla por su sencillez
y minimalismo. Una declaración de intenciones, una oda elemental, donde se
celebran cosas simples, un homenaje poético que invita a celebrar la vida repleto
de aforismos que te llevan en volandas a un lugar en el que solo existes tú y
tu otro yo; aquel con el que compartes lo más íntimo, con el que brindas los
mejores momentos y al que te unes para resistir las peores tempestades.
Un poemario en el que está presente el silencio desde la
primera página, ese que nos acompaña a todos lados y que le da
sentido a nuestros pensamientos más íntimos. Y en el que se cultiva la soledad
como retiro buscado que te lleva a la paz mental, al sosiego, al autoconocimiento.
Una obra que pivota entre tres ejes fundamentales: el
amor propio, la reconstrucción y la escucha activa.
El amor propio
Amar la vida empieza por amarse sobre todas las cosas.
Y no es un acto de egoísmo, sino de respeto profundo por quienes somos y lo que
representamos para nosotros y para los demás.
El amor propio no significa creerse perfecto ni estar
siempre satisfecho con lo que se ve en el espejo, sino invitar a ese otro yo a
que se una a ti para conformar una misma pieza. Como recoge Ángela en sus páginas:
«Intenta esto frente al espejo y dile: “Soy sumamente importante para mí, pero
sin ti me falta mi mitad”».
Significa aceptar nuestras luces y nuestras sombras, nuestros
blanco y nuestros negros, porque somos seres grises, repletos de matices, de
ahí que debamos aprender a tratarnos con la misma ternura con la que
cuidaríamos a quienes amamos profundamente.
Porque «me dormí sin ti, y desperté a tu lado. Y cerré
los ojos, para seguir durmiendo».
La reconstrucción
Contundente la cita de la autora: «Aparentas estar
bien, pero no lo estás, ¿verdad?». Hay almas que han sido rotas por la vida y que
se recomponen a medida que avanzan para sanar esas grietas abiertas por el
dolor. Heridas que parecían irreparables, como si lo que un día fue entero y hermoso
hubiera quedado reducido a fragmentos.
Nos recomponemos, pero no para volver a ser quienes éramos,
sino para transformarnos en alguien más fuerte, más hermoso, por dentro y por
fuera. Como esos jarrones chinos que, al quebrarse, no se desechan, sino que se
reparan con paciencia y amor, utilizando hilos de oro que no ocultan la herida,
sino que la celebran. Porque mostrar las cicatrices que te deja la vida con sus
golpes no es algo que debe ocultarse. Las grietas no son motivo de vergüenza,
sino de orgullo: prueba de que hubo fractura, sí, pero también resiliencia.
Porque la belleza de un alma recompuesta está en su
historia, en su coraje, en la luz que ahora emana de sus grietas y que es capaz
de inundarlo todo, hasta el más íntimo rincón, ese en el que guardamos nuestros
más profundos secretos.
Porque «la fortaleza de tu espíritu es la salud de tu
cuerpo».
La escucha
activa
Atenderse con delicadeza a uno mismo y a quienes nos
rodean implica mirar a los ojos y escuchar las respuestas que necesitamos oír.
Recuerda: «Que el perdón no sea lo último que
compartes con aquel a quien siempre quisiste».
En definitiva,
hay libros que se respiran, que se saborean con la
calma de quien no tiene prisa por llegar al final, que deseas releer con tranquilidad
cuando un tiempo ha pasado, obras en las que cada página guarda palabras que no
se limitan a contar, sino que conmueven, iluminan e invitan a la introspección.
hay párrafos que no necesitan estar compuestas de
versos para ser poesía. Obras en las que habita el ritmo y esa emoción contenida
que nos invita a tomar a ese alguien que está a nuestro lado y bailar pegados
al son de un solo corazón.
hay frases que se nos quedan grabadas en la retina,
que subrayamos sin pensarlo, que quedan tatuadas en el alma, que no han sido
escritas por nosotros, pero que nos acompañarán allá donde vayamos.
Y hay silencios que tocan la fibra, que nos
reconcilian con quienes somos y que nos revelan nuestra verdadera naturaleza.
Leer Entre blanco y negros es asomarse a un río de agua
limpia que refleja nuestro verdadero yo y que recoge un mensaje que cala
dentro, que reconforta y que seguirá resonando en nuestros adentros mucho más
allá de su punto final.
Y todo esto, sin mencionar su nombre…
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