lunes, junio 09, 2025

10 PREGUNTAS a Irene Caparrós - Versión escrita

Hoy nos acompaña Irene Caparrós, una voz que ha tejido su camino entre el periodismo, la creación audiovisual y la literatura. Reportera, analista, escritora y, desde hace una década, productora en Ifeelms, Irene nos invita a mirar el mundo con otros ojos. Su primera novela, La noche es de limón, ha dejado una huella imborrable en quienes se han dejado llevar por su prosa. En esta conversación, hablaremos de escribir, de observar, de sentir y de nombrar lo que muchos prefieren callar.

¿Qué es para ti la escritura?

Es mi habitación secreta, allí donde voy cuando me escapo de todo y me dejo llevar.

¿Cómo han sido tus inicios literarios antes de publicar tu primera novela?

Llevo toda la vida escribiendo a escondidas: me regalaba una “pausa” mientras hacía los deberes cuando era niña y ahí empecé a escribir poesía. Cuando estoy sola y me tomo un café cerca de la playa, escribo. Me gusta saborearlo en soledad.

¿Y tras publicarla?

Sigo siendo la misma, escribiendo a deshoras y disfrutándolo intensamente. Quizás el cambio más importante, y es un cambio radical, es que algunos lectores me comentan sus impresiones. Eso es algo increíble, saber cómo conectan con un personaje o qué les sorprende, o no les encaja, o qué trama les atrapa. Me impresiona y me quedo siempre con ganas de más. Hablar con los lectores es adictivo, porque cada uno de ellos hace suya la historia y eso me emociona.

Algunas de tus pasiones son similares a las mías. Por eso no puedo dejar pasar la siguiente pregunta: ¿Qué momentos te gusta disfrutar con una buena taza de café?

¡Todos! El café me intensifica la vida. Todo me sabe mejor con un café, tanto si es un momento de evasión en solitario como si quedo con alguien para pasar un buen rato. Eso sí, después del mediodía ya me tiro al descafeinado: mi tanque de energía está siempre a rebosar y tengo que controlar la dosis de cafeína 😊

¿Recuerdas la idea que te motivó a escribir La noche es de limón?

Quise contar una historia ambientada en los escenarios de mi infancia y mi adolescencia, y creo que tenía tantas ganas acumuladas de escribir una historia completa que, cuando me puse a escribirla, prácticamente surgió a chorro.

¿Con qué experiencias te quedas de esta primera publicación?

Ha sido sorprendente en muchos sentidos, pero creo que las principales dificultades han sido publicar la novela y asumir que es importante promocionarla, darla a conocer.

Por un lado, tenía muy romantizada la idea de qué es una editorial y cuál es su relación con el autor, y he descubierto un mundo de opciones de edición. Hay quien te ofrece servicios de edición como los informes de lectura para orientarte en los puntos fuertes y débiles de tu manuscrito, o muchísimos perfiles en redes sociales con consejos para la escritura, opciones para la autoedición (te lo montas todo tú, tanto escribir como publicar y promocionar la obra) y la coedición (asumes parte del riesgo económico). Es un mundo que desconocía por completo. Yo envié el manuscrito de mi novela a 29 editoriales (de una lista de casi 300 que estuve consultando) y recibí 4 ofertas de publicación. A pesar de que me llevó meses y estuve a punto de abandonar varias veces, creo que he sido muy afortunada de dar con Octubre Negro Ediciones, que ha apostado por mi historia y asumido todo el riesgo económico.

La promoción es un reto para mí porque, a pesar de que estoy habituada a hablar en público y trabajo dando a conocer productos y servicios de empresas, como escritora sientes que lo que hay en esas páginas descubre tu auténtico yo, te sientes vulnerable.

¿Qué aprendizajes como productora en Ifeelms crees que han influido en tu manera de narrar historias?

Cuando escribo, siento que estoy viendo cada escena como si fuera una película. Trabajar en Ifeelms me ha dado herramientas para saber qué elementos ayudan a visibilizar una historia, qué necesita el lector para imaginarse cómo es un escenario o qué atmósfera se respira. Y algo que hacemos con cada proyecto: escoger las imágenes que son realmente imprescindibles para contar una historia y descartar el resto, por más conmovedoras o divertidas que te parezcan. Si no sirven a la historia, sobran.

En tu novela hay un ritmo que colinda entre lo cinematográfico, pero también lo poético. ¿Cómo encontraste esa voz narrativa?

Creo que cada persona demuestra cómo es cuando escribe. Hasta un mensaje de correo electrónico da pistas sobre ti. Y yo vivo rodeada de historias: las que contamos en el trabajo, las que leo, las que veo en plataformas digitales, las que imagino, las que escribo. Todo pasa por mi alambique cuando me pongo a escribir.

El título de la novela es poderoso y bastante sugerente. ¿Por qué La noche es de limón?

Es una teoría de uno de los personajes de mi novela, que sostiene que los días pueden ser luminosos y dulces como una naranja, pero las noches son oscuras y pueden albergar peligros, pueden ser ácidas como un limón. Esta historia arranca en una noche ácida, por eso se titula La noche es de limón.

Como analista. ¿Te resulta fácil el paso de ese análisis más racional de los datos al impulso más emocional que requiere la literatura?

Analizar es voluntario, supone la decisión de tomar tus decisiones de la manera más informada y coherente posible. De hecho, ese es el objetivo primordial del periodista: ofrecer la información relevante para que el receptor de esa información pueda decidir en libertad y evitar ser manipulado. Yo sigo creyendo que es un objetivo irrenunciable para la sociedad. Los impulsos, lo espontáneo, lo creativo forman parte de una esfera de disfrute privado, personal. Podemos leer el mismo libro, o mirar el mismo cuadro, y tener sensaciones opuestas. Las personas somos complejas, en nosotros caben lo racional y lo emocional. Y yo soy como todos los demás, bebo de ambos. Reivindico esa duplicidad.

¿Cómo ha influido tu formación como periodista en tu carrera literaria?

Me he formado en comprobar los hechos y contrastar los datos, y eso me ha hecho prestar atención a los detalles. Además, ejercer como periodista es una montaña rusa de experiencias, tocas el techo y el suelo varias veces al día. Fui corresponsal comarcal antes que reportera y he vivido situaciones de mucho estrés, como la cobertura de grandes incendios o asesinatos, pero también he investigado sobre el trazado de infraestructuras o delitos medioambientales y he informado sobre la actualidad política. Aprendes mucho de quienes gestionan y de quienes padecen. Se ha dicho mucho, pero no deja de ser cierto: el periodismo es una escuela de vida. Y todo eso, quieras o no, se queda dentro de ti y se cuela en tu escritura.


¿Cómo es tu rutina de escritura?

No tengo rutina. Mi vida profesional es impredecible, hay días en que acabo de trabajar y ya es de noche, pero estoy cerca de casa, y otros en que grabamos la salida del sol y termino temprano, pero estamos a cientos de kilómetros. Yo escribo cuando he atendido mis obligaciones y tengo un momento de soledad, ahí me desato como una loca.

Con la novela, fue distinto: tracé una ruta, describí a los personajes, planifiqué cada trama. Antes de empezar a escribir, decidía qué fragmento iba a trabajar… pero luego me ponía a escribir y la historia salía a presión, ¡no podía parar! Al día siguiente, leía adónde tenía que haber llegado y qué había escrito en realidad, y adaptaba la ruta en el siguiente capítulo para llegar al punto previsto.

Como lectora, ¿qué libros han sido determinantes en tu vida?

Muchos, supongo que soy muy impresionable. Cuando leo, me abstraigo de todo lo que pasa alrededor. Entro en el libro y me paseo por él, miro hacia arriba, me imagino dónde están los personajes, a qué huele el campo o si está rico lo que comen. Soy la típica lectora a la que las películas basadas en libros siempre le defraudan un poco, porque nunca recogen todo lo que yo he imaginado leyendo esa historia. Me gustan las novelas de misterio, como las de Agatha Christie, o la oscuridad de las Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe; Crimen y castigo, de Dostoyevski; Demian, de Herman Hesse; o La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón. Me fascinan la simbología de García Lorca, el realismo mágico de García Márquez o los romances de Jane Austin y toda su ambientación histórica, por ejemplo. Y me encantan los libros que me sorprenden, como Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino; Mi año de descanso y relajación, de Ottesa Moshfegh; o El elefante desaparece, de Murakami.

¿Hay alguna escena de alguna novela que te haya marcado?

Me sorprenden los malentendidos, comprobar que muchísimas veces tú crees que todo ha quedado muy claro y, sin embargo, hay quien entiende algo totalmente distinto. Recuerdo haberlo pensado al leer una escena de Madame Bovary, cuando ella mira a su hija y su marido se conmueve por algo que a ella en realidad le genera rechazo. Creo que esto se aprecia en muchos momentos de mi novela, como cuando Julio le explica un sueño a Eva e inmediatamente teme que ella lo entienda, pero en realidad su interpretación va por otros derroteros.

¿Sientes que el mundo audiovisual, con su inmediatez, condiciona la forma en que hoy se escribe o se lee?

Desde luego. Hay muchísimas personas que conectan mejor con los estímulos de un vídeo que con un libro. Leer es siempre un placer personal. Después se puede comentar lo que has leído y compartir impresiones, pero el momento de leer es muy íntimo. Creo que eso hace única la experiencia lectora y a quienes nos gusta, nos gusta a morir. Pero si a alguien no le interesa, está bien. No hay por qué imponer una manera de disfrutar. A mí me encanta el chocolate negro, pero no espero que le guste a todo el mundo.

¿Qué lugar ocupa el silencio en tu escritura?

El silencio es la mejor banda sonora cuando escribo. ¡Hasta mis personajes buscan un momento de silencio cuando tienen que reflexionar!

En La noche es de limón se palpa una tensión constante entre lo que se muestra y lo que se sugiere. ¿Es algo deliberado?

Creo que es una clave de cómo funcionamos. Una cosa es lo que enseñamos y otra muy distinta lo que sabemos o lo que somos. Es algo que me perturba y, a la vez, encuentro sugerente y hasta divertido desentrañar la verdad. Saber cómo es alguien en el fondo, descubrir qué ha pasado en realidad, conocer las claves de lo que tenemos delante y no vemos. Creo que eso es lo que me atrae de la novela negra.

¿Qué consejos le darías a alguien que viene del mundo audiovisual y quiere dar el salto a la narrativa?

Que se atreva. Lo más importante para escribir es empezar a escribir. No hay más. Un amigo me confesó hace poco que intentó escribir una novela, pero acabó desistiendo, llegó a la conclusión de que no era para él. Escribir una novela es difícil, hay que combinar el trazado de las tramas con la creación de personajes verosímiles y el desarrollo literario de la historia. No creo que sea un objetivo para todo el mundo. Sin embargo, si una persona siente esa inquietud, creo que debe probarlo, verse a sí mismo haciéndolo, creando un mundo y llevándonos por él. Y, sobre todo, le diría que no intente escribir un guion largo. Son moldes distintos y los ingredientes también tienen que serlo.

¿Algún proyecto literario a la vista?

Siempre. Estoy madurando dos ideas, pero primero necesito dedicar tiempo a La noche es de limón, darla a conocer y aprender de los comentarios de los lectores, que para mí son muy importantes.

¿Cómo te gustaría que recordaran La noche es de limón quienes la lean dentro de unos años?

Como una historia de enredos y misterios en la que, a pesar de todo, se abren paso pasiones y se descubren secretos. Y, al final, todo se sabe.

Gracias, Irene, por compartir con nosotros tu experiencia en la escritura. Que esta noche de limón siga dejando su aroma en cada lector que se atreva a entrar en ella.

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