Hoy nos acompaña Irene Caparrós, una voz que ha tejido su camino entre el periodismo, la creación audiovisual y la literatura. Reportera, analista, escritora y, desde hace una década, productora en Ifeelms, Irene nos invita a mirar el mundo con otros ojos. Su primera novela, La noche es de limón, ha dejado una huella imborrable en quienes se han dejado llevar por su prosa. En esta conversación, hablaremos de escribir, de observar, de sentir y de nombrar lo que muchos prefieren callar.
¿Qué
es para ti la escritura?
Es
mi habitación secreta, allí donde voy cuando me escapo de todo y me dejo
llevar.
¿Cómo
han sido tus inicios literarios antes de publicar tu primera novela?
Llevo
toda la vida escribiendo a escondidas: me regalaba una “pausa” mientras hacía
los deberes cuando era niña y ahí empecé a escribir poesía. Cuando estoy sola y
me tomo un café cerca de la playa, escribo. Me gusta saborearlo en soledad.
¿Y
tras publicarla?
Sigo
siendo la misma, escribiendo a deshoras y disfrutándolo intensamente. Quizás el
cambio más importante, y es un cambio radical, es que algunos lectores me
comentan sus impresiones. Eso es algo increíble, saber cómo conectan con un
personaje o qué les sorprende, o no les encaja, o qué trama les atrapa. Me
impresiona y me quedo siempre con ganas de más. Hablar con los lectores es
adictivo, porque cada uno de ellos hace suya la historia y eso me emociona.
Algunas
de tus pasiones son similares a las mías. Por eso no puedo dejar pasar la
siguiente pregunta: ¿Qué momentos te gusta disfrutar con una buena taza de
café?
¡Todos!
El café me intensifica la vida. Todo me sabe mejor con un café, tanto si es un
momento de evasión en solitario como si quedo con alguien para pasar un buen
rato. Eso sí, después del mediodía ya me tiro al descafeinado: mi tanque de
energía está siempre a rebosar y tengo que controlar la dosis de cafeína 😊
¿Recuerdas
la idea que te motivó a escribir La noche es de limón?
Quise
contar una historia ambientada en los escenarios de mi infancia y mi
adolescencia, y creo que tenía tantas ganas acumuladas de escribir una historia
completa que, cuando me puse a escribirla, prácticamente surgió a chorro.
¿Con
qué experiencias te quedas de esta primera publicación?
Ha
sido sorprendente en muchos sentidos, pero creo que las principales
dificultades han sido publicar la novela y asumir que es importante
promocionarla, darla a conocer.
Por
un lado, tenía muy romantizada la idea de qué es una editorial y cuál es su
relación con el autor, y he descubierto un mundo de opciones de edición. Hay
quien te ofrece servicios de edición como los informes de lectura para
orientarte en los puntos fuertes y débiles de tu manuscrito, o muchísimos
perfiles en redes sociales con consejos para la escritura, opciones para la
autoedición (te lo montas todo tú, tanto escribir como publicar y promocionar
la obra) y la coedición (asumes parte del riesgo económico). Es un mundo que
desconocía por completo. Yo envié el manuscrito de mi novela a 29 editoriales
(de una lista de casi 300 que estuve consultando) y recibí 4 ofertas de
publicación. A pesar de que me llevó meses y estuve a punto de abandonar varias
veces, creo que he sido muy afortunada de dar con Octubre Negro Ediciones, que
ha apostado por mi historia y asumido todo el riesgo económico.
La
promoción es un reto para mí porque, a pesar de que estoy habituada a hablar en
público y trabajo dando a conocer productos y servicios de empresas, como
escritora sientes que lo que hay en esas páginas descubre tu auténtico yo, te
sientes vulnerable.
¿Qué
aprendizajes como productora en Ifeelms crees que han influido en tu manera de
narrar historias?
Cuando
escribo, siento que estoy viendo cada escena como si fuera una película.
Trabajar en Ifeelms me ha dado herramientas para saber qué elementos ayudan a
visibilizar una historia, qué necesita el lector para imaginarse cómo es un
escenario o qué atmósfera se respira. Y algo que hacemos con cada proyecto:
escoger las imágenes que son realmente imprescindibles para contar una historia
y descartar el resto, por más conmovedoras o divertidas que te parezcan. Si no
sirven a la historia, sobran.
En
tu novela hay un ritmo que colinda entre lo cinematográfico, pero también lo poético.
¿Cómo encontraste esa voz narrativa?
Creo
que cada persona demuestra cómo es cuando escribe. Hasta un mensaje de correo
electrónico da pistas sobre ti. Y yo vivo rodeada de historias: las que
contamos en el trabajo, las que leo, las que veo en plataformas digitales, las
que imagino, las que escribo. Todo pasa por mi alambique cuando me pongo a
escribir.
Es
una teoría de uno de los personajes de mi novela, que sostiene que los días
pueden ser luminosos y dulces como una naranja, pero las noches son oscuras y
pueden albergar peligros, pueden ser ácidas como un limón. Esta historia
arranca en una noche ácida, por eso se titula La noche es de limón.
Como
analista. ¿Te resulta fácil el paso de ese análisis más racional de los datos al
impulso más emocional que requiere la literatura?
Analizar
es voluntario, supone la decisión de tomar tus decisiones de la manera más
informada y coherente posible. De hecho, ese es el objetivo primordial del
periodista: ofrecer la información relevante para que el receptor de esa
información pueda decidir en libertad y evitar ser manipulado. Yo sigo creyendo
que es un objetivo irrenunciable para la sociedad. Los impulsos, lo espontáneo,
lo creativo forman parte de una esfera de disfrute privado, personal. Podemos
leer el mismo libro, o mirar el mismo cuadro, y tener sensaciones opuestas. Las
personas somos complejas, en nosotros caben lo racional y lo emocional. Y yo
soy como todos los demás, bebo de ambos. Reivindico esa duplicidad.
¿Cómo
ha influido tu formación como periodista en tu carrera literaria?
Me
he formado en comprobar los hechos y contrastar los datos, y eso me ha hecho
prestar atención a los detalles. Además, ejercer como periodista es una montaña
rusa de experiencias, tocas el techo y el suelo varias veces al día. Fui
corresponsal comarcal antes que reportera y he vivido situaciones de mucho
estrés, como la cobertura de grandes incendios o asesinatos, pero también he
investigado sobre el trazado de infraestructuras o delitos medioambientales y
he informado sobre la actualidad política. Aprendes mucho de quienes gestionan
y de quienes padecen. Se ha dicho mucho, pero no deja de ser cierto: el
periodismo es una escuela de vida. Y todo eso, quieras o no, se queda dentro de
ti y se cuela en tu escritura.
¿Cómo
es tu rutina de escritura?
No
tengo rutina. Mi vida profesional es impredecible, hay días en que acabo de
trabajar y ya es de noche, pero estoy cerca de casa, y otros en que grabamos la
salida del sol y termino temprano, pero estamos a cientos de kilómetros. Yo
escribo cuando he atendido mis obligaciones y tengo un momento de soledad, ahí
me desato como una loca.
Con
la novela, fue distinto: tracé una ruta, describí a los personajes, planifiqué
cada trama. Antes de empezar a escribir, decidía qué fragmento iba a trabajar…
pero luego me ponía a escribir y la historia salía a presión, ¡no podía parar!
Al día siguiente, leía adónde tenía que haber llegado y qué había escrito en
realidad, y adaptaba la ruta en el siguiente capítulo para llegar al punto
previsto.
Como
lectora, ¿qué libros han sido determinantes en tu vida?
Muchos,
supongo que soy muy impresionable. Cuando leo, me abstraigo de todo lo que pasa
alrededor. Entro en el libro y me paseo por él, miro hacia arriba, me imagino
dónde están los personajes, a qué huele el campo o si está rico lo que comen.
Soy la típica lectora a la que las películas basadas en libros siempre le
defraudan un poco, porque nunca recogen todo lo que yo he imaginado leyendo esa
historia. Me gustan las novelas de misterio, como las de Agatha Christie, o la
oscuridad de las Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe; Crimen
y castigo, de Dostoyevski; Demian, de Herman Hesse; o La sombra
del viento, de Carlos Ruiz Zafón. Me fascinan la simbología de García
Lorca, el realismo mágico de García Márquez o los romances de Jane Austin y
toda su ambientación histórica, por ejemplo. Y me encantan los libros que me
sorprenden, como Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino; Mi
año de descanso y relajación, de Ottesa Moshfegh; o El elefante
desaparece, de Murakami.
¿Hay
alguna escena de alguna novela que te haya marcado?
Me sorprenden
los malentendidos, comprobar que muchísimas veces tú crees que todo ha quedado
muy claro y, sin embargo, hay quien entiende algo totalmente distinto. Recuerdo
haberlo pensado al leer una escena de Madame Bovary, cuando ella mira a
su hija y su marido se conmueve por algo que a ella en realidad le genera
rechazo. Creo que esto se aprecia en muchos momentos de mi novela, como cuando
Julio le explica un sueño a Eva e inmediatamente teme que ella lo entienda, pero
en realidad su interpretación va por otros derroteros.
¿Sientes
que el mundo audiovisual, con su inmediatez, condiciona la forma en que hoy se
escribe o se lee?
Desde
luego. Hay muchísimas personas que conectan mejor con los estímulos de un vídeo
que con un libro. Leer es siempre un placer personal. Después se puede comentar
lo que has leído y compartir impresiones, pero el momento de leer es muy
íntimo. Creo que eso hace única la experiencia lectora y a quienes nos gusta,
nos gusta a morir. Pero si a alguien no le interesa, está bien. No hay por qué
imponer una manera de disfrutar. A mí me encanta el chocolate negro, pero no
espero que le guste a todo el mundo.
¿Qué
lugar ocupa el silencio en tu escritura?
El
silencio es la mejor banda sonora cuando escribo. ¡Hasta mis personajes buscan
un momento de silencio cuando tienen que reflexionar!
En
La noche es de limón se palpa una tensión constante entre lo
que se muestra y lo que se sugiere. ¿Es algo deliberado?
Creo
que es una clave de cómo funcionamos. Una cosa es lo que enseñamos y otra muy
distinta lo que sabemos o lo que somos. Es algo que me perturba y, a la vez,
encuentro sugerente y hasta divertido desentrañar la verdad. Saber cómo es
alguien en el fondo, descubrir qué ha pasado en realidad, conocer las claves de
lo que tenemos delante y no vemos. Creo que eso es lo que me atrae de la novela
negra.
¿Qué
consejos le darías a alguien que viene del mundo audiovisual y quiere dar el salto
a la narrativa?
Que
se atreva. Lo más importante para escribir es empezar a escribir. No hay más.
Un amigo me confesó hace poco que intentó escribir una novela, pero acabó
desistiendo, llegó a la conclusión de que no era para él. Escribir una novela
es difícil, hay que combinar el trazado de las tramas con la creación de
personajes verosímiles y el desarrollo literario de la historia. No creo que
sea un objetivo para todo el mundo. Sin embargo, si una persona siente esa
inquietud, creo que debe probarlo, verse a sí mismo haciéndolo, creando un
mundo y llevándonos por él. Y, sobre todo, le diría que no intente escribir un
guion largo. Son moldes distintos y los ingredientes también tienen que serlo.
¿Algún
proyecto literario a la vista?
Siempre.
Estoy madurando dos ideas, pero primero necesito dedicar tiempo a La noche
es de limón, darla a conocer y aprender de los comentarios de los lectores,
que para mí son muy importantes.
¿Cómo
te gustaría que recordaran La noche es de limón quienes la lean dentro de unos años?
Como
una historia de enredos y misterios en la que, a pesar de todo, se abren paso
pasiones y se descubren secretos. Y, al final, todo se sabe.
Gracias,
Irene, por compartir con nosotros tu experiencia en la escritura. Que esta
noche de limón siga dejando su aroma en cada lector que se atreva a entrar en
ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario