—Mamá, ¿puedo quitármela ya? —dijo con la voz
entrecortada.
—Espera un poquito, hija.
—¿Ya? —preguntó de nuevo tras dar un par de
pasitos más.
—Ahora sí —contestó su padre.
La pequeña Elisa emitió un grito de júbilo cuando
las serpentinas y el confeti surcaron el aire y tiñeron de colores el suelo.
Las lágrimas se le saltaron al ver a sus compañeros del cole frente a ella.
Iban disfrazados de magos, hadas, princesas, unicornios...
Se quedó paralizada sin saber a quién de ellos
saludar primero, hasta que distinguió a uno que vestía un uniforme verde y una
bata blanca. La ilusión que la invadió fue tan grande que corrió en su
dirección y se abrazó a él con todas sus fuerzas.
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