miércoles, marzo 16, 2022

ARTÍCULO: La procrastinación

Un vocablo, que como otros tantos, se ha puesto de moda desde hace unos años y que tiene un matiz especial para aquellos escribimos es “procrastinar”. 

Su origen etimológico proviene del latín “procrastinare”, y sus componentes son el prefijo “pro” (adelante) y “crastinus” (al día siguiente). Procrastinar también es sinónimo de diferir o aplazar, que no viene a ser otra cosa que retrasar el momento de realizar una tarea. Con lo que seguro que a aquellas personas a las que aún le sonaba a chino esta palabra, al descubrirles su significado, ya saben a lo que nos referimos.  

Procrastinar es ese gran ladrón de tiempo conocido por todos, el agujero negro que se alimenta de las ideas y fantasías de los escritores que no llegaron a materializarse sobre el papel porque no tuvieron ganas de anotarlas y confiaron en que no se les olvidarían, pero desafortunadamente, sí que acabaron por esfumarse como una voluta de humo en el ambiente.

Pero no estamos aquí para dar lecciones, sino hablar de nuestra experiencia. Todos hemos procrastinado alguna vez. Y yo me incluyo. Porque es fácil encontrar una razón, o más bien excusa, para no cumplir con la “obligación” que nos hemos marcado. Algunos ejemplos que te sonarán serían: “Mejor ya voy al gimnasio el lunes, que siendo viernes, y además estando lloviendo, mejor me queda en casa viendo una peli”. También nos encontramos con el clásico: “Mejor empiezo a estudiar mañana. Total, el examen es la semana que viene. Seguro que me da tiempo a aprendérmelo todo”. O ese... “Ya mañana me pongo con la novela, que tengo que pensarme bien los nombres de los personajes”. Cuando quizá lo que debías hacer era encender el ordenador y ponerte con tu historia, porque tú más que nadie sabes que hay detalles irrelevantes que vas a poder ir solventando sobre la marcha. Y si no, ya lo harás más adelante cuando corrijas.

Porque con razones me refería a esas obligaciones ineludibles como los estudios, el trabajo, una reunión familiar o el cumpleaños de un amigo, que no debemos perdernos y que nos obligan a apartar ciertas aficiones a un lado, al menos durante un tiempo, y dedicarnos a lo que es realmente importante y debe ocupar nuestro tiempo en ese momento. Pero eso no es procrastinar, eso es la vida.

En la mayoría de los casos, procrastinamos en aquellas cosas que decidimos por impulsos o porque agentes externos nos recuerdan que tenemos tareas pendientes por hacer y que no hemos llevado a cabo. O aquellas que nunca finalizamos, como pueda ser escribir un libro. De ahí que comencemos con nuevos proyectos y no acabemos muchos de ellos. También lo hacemos porque no hemos planificado previamente nuestro calendario semanal. Con esto nos referimos a los días que emplearemos a escribir, cuáles a corregir y mejorar nuestro texto, y aquellos en los que nos dedicaremos a documentarnos. Trabajar en las condiciones adecuadas también es importante para no procrastinar: luz, silencio, música ambiente,... La manera en las que nos sintamos cómodos trabajando es tan personal como nuestra manera de escribir. Lo importante es que cuando lo hagamos, se cumplan las condiciones óptimas que necesitamos.

En este caso, como estamos en un blog literario, trataré de daros algunos consejos que a mí me han servido para no procrastinar a la hora de escribir:

Cultivar la fuerza de voluntad. Piensa en tus propósitos. Escríbelos en un papel si es necesario, y tómate tu tiempo para sopesar si merecen la pena. Y si es así, ármate de valor y ve a por ellos. Seguro que con esfuerzo y tesón, serás capaz de llevarlos a cabo.

Si vas a escribir, escribe. No hay cabida para la documentación ni la corrección en ese momento, ya que desviarte de lo que realmente te has propuesto hacer para dedicarte a otras cuestiones (aunque tengan que ver con la escritura), también es otra manera de procrastinar.

Planifica tu horario de escritura. Si eres de los que les gusta escribir por la mañana cuando nadie se ha puesto en marcha y todo es calma y silencio, como a mí, que ese ratito sea para ti. Seguro que el “sacrificio” que supone levantarse temprano, será compensado por la satisfacción que sientas cuando veas tu manuscrito acabado.

Comprueba antes o después de la sesión. Si no sabes la combinación de letras para activar el guion largo de diálogos, cómo se escribe una palabra o necesitas buscar un sinónimo para no repetirte, ya lo averiguarás más tarde. No interrumpas tu proceso de creación para dedicarte a otra cosa que no sea escribir.

Trabaja por bloques. Por ejemplo, puedes marcarte un número de palabras a escribir de acuerdo con el tiempo del que dispongas en esa sesión. De ese modo, podrás ir cumpliendo pequeños objetivos que te motivarán a continuar con esa historia que te traes entre manos y te aportarán nuevas ideas para la trama.

Recompénsate cuando consigas una meta mayor como pueda ser acabar un relato, ser finalista de un concurso o que uno de tus textos haya sido elegido para formar parte de una antología o revista. 

Descansa el tiempo que estimes oportuno cuando te sientas bloqueado o creas haber perdido la pasión por la escritura. Nunca os ha pasado cuando habéis acabado un proyecto literario, que os habéis preguntado: ¿Y ahora qué? Es posible que haya llegado el momento de un merecido descanso. Tu mente y tu cuerpo te lo agradecerán y la inspiración volverá más temprano que tarde.

Piensa que la procrastinación es la gran enemiga de la productividad, y como tal, hay que combatirla con todas las herramientas que la escritura nos presta. 

Y recuerda que si has acabado de leer este artículo es porque a ti también te encanta escribir, así que solo tienes que buscar el momento más adecuado para sentarte a hacerlo.

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